viernes, 16 de septiembre de 2016

Ortopedia para el cedro de San Andrés




El cedro de la Plaza de San Andrés se inclina desde hace tiempo peligrosamente y acaso de modo incluso fatídico. No es el único árbol que acusa el inevitable envejecimiento o la cesión del suelo, ya han pasado más casos en parques y plazas de la ciudad. Incluso hay registrados por el Ayuntamiento más de trescientos ejemplares con riesgo de caída en toda la ciudad. 

El cedro de San Andrés es aún joven, apenas unos sesenta años de existencia. Recientemente, a principios de verano, instalaron un puente metálico con anclaje a una base de hormigón en el subsuelo que permita soportar el peso del tronco. No es algo muy estético, no es un elemento armonioso, pero sí un recurso ortopédico sobre un frondoso ejemplar que da sombra y alegría a la plaza. Una operación provisional para salvarlo de la tala y que siga acogiendo a los paseantes que se sientan en los bancos a los que cobija. Tal vez quiso ser demasiado altivo al competir con la torre edificada al lado, de casi doscientos cincuenta años. Acaso a las arquitecturas humanas no les gusta la sombra de lo que sigue siendo naturaleza adaptada a la vida urbana. Disfrutemos a nuestro paso mientras esté. El encorvamiento no tiene por qué restarle belleza.








6 comentarios:

  1. Ejemplar magnífico que da gusto contemplarlo, y en verano, disfrutar de su sombra. A ver si lo enderezan bien, que siga vivo y espléndido como lo sacas en las fotos.

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    1. Dudo que pueda enderezarse. La solución es paliativa, pero el propio destino lo tiene sentenciado, imagino.

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  2. Se inclina peligrosamente hacia la iglesia. Hay inclinaciones peligrosas, pueden causar daños.
    Salud
    Francesc Cornadó

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    1. Creo que la naturaleza no entiende de comportamientos genuflexos, afortunadamente. El ciclo de vida del cedro se tuerce como nos torceremos todos. Ante lo evidente de nuestros límites es donde nos pondremos de rodillas, sin otra posibilidad. Gracias.

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  3. Muchos noches de este verano he pasado por él, y he acariciado sus ramas bajas como si fuera la piel de un animal. Le ha hablado y me he dejado arañar por su acículas paseando bajo su copa.

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    1. Por lo que veo sabes establecer un diálogo con esa especie, lo cual te honra. Ojala todos los pobladores supieran obrar de análoga manera. Para mí su exuberante presencia ha sido siempre una gozada. También por vivencias en su entorno.

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