viernes, 16 de junio de 2017

Ponerse a buen recaudo del calor en el Campo Grande




Si no lo tuviéramos...Pero afortunadamente el Campo Grande, el centenario parque en el corazón de la ciudad, sigue cumpliendo su función acogedora de toda la vida. También por suerte, y por dedicación de sucesivas corporaciones a sugerencia de la tenacidad del vecindario de los barrios, la ciudad ha crecido en parques y jardines que espero traer por esta página. La solera del Campo Grande, a mano de cualquier paseante, ya sea el indígena o el visitante, tiene incentivos suficientes para ser espacio de relajación, de entretenimiento y de aprendizaje y asombro para todas las edades.

Nada en estos días de calor como refugiarse un rato en esa ciudad verde dentro de la ciudad, que vive bajo otras pautas, sin obligaciones, sin pedir nada a cambio, salvo sentirse disfrutada. Estas fotografías de tránsito son solo algunas de las visiones y situaciones que uno puede encontrarse al traspasar el umbral del entrañable parque.   













sábado, 10 de junio de 2017

La carabela del Campo Grande vuelve a navegar



Por fin se ha reparado la carabela del juego de niños del Campo Grande. Los destrozos causados en enero por los incívicos la han tenido fuera de navegación infantil durante varios meses. No es solo el coste económico, que seguro que ha supuesto unos buenos miles de euros. Es la perversidad manifestada en hacer trizas algo que tiene sentido lúdico y que no es representativo más que de los buenos ratos de los niños. Seguro que con los calores incipientes los chavales vuelven a pasarlo pipa en sus correrías por dentro y fuera de la nao. Es de desear que dure y que los necios que la destrozaron no lo intenten de nuevo solo porque quieran ver sus hazañas en la red. Al paseante le parecía bonito traer hasta aquí a este barco que solo sabe de surcar las aguas de los sueños. Para los chicos es un monumento más de la ciudad, con cómoda entrada desde el Paseo Zorrilla




Me recuerda un poema del cubano Nicolás Guillén titulado Un son para niños antillanos:


Por el Mar de las Antillas
anda un barco de papel:
anda y anda el barco barco,
sin timonel.

De La Habana a Portobelo,
de Jamaica a Trinidad,
anda y anda el barco barco,
sin capitán.

Una negra va en la popa,
va en la proa un español:
anda y anda el barco barco,
con ellos dos.

Pasan islas, islas, islas,
muchas islas, siempre más:
anda y anda el barco barco,
sin descansar.

Un cañón de chocolate
contra el barco disparó,
y un cañón de azúcar, zúcar,
le contestó.

¡Ay, mi barco marinero,
con su casco de papel!
¡Ay, mi barco negro y blanco
sin timonel!

Allá va la negra negra,
junto junto al español:
anda y anda el barco barco
con ellos dos.







martes, 6 de junio de 2017

Las acacias de Recondo




A lo largo de la acera de Recondo, entre Arco Ladrillo y Estación, sobreviven aún varias acacias de tamaño fenomenal. Todas están a la vera de las instalaciones del ferrocarril desde hace décadas. Por el olor que emiten sus flores y frutos las conoceréis. El aroma de los árboles anima nuestros pasos y estimula nuestro ejercicio de respiración cuando pasamos por allí, sobre todo en los días calurosos. Cercadas por las vallas y por los muros de ladrillo se asoman, no obstante, con toda su ligereza. Arraigaron un día y ojalá la mano de las obras que puedan llegar las respete. Lástima que se encuentren en espacios no accesibles al peatón. Pero sus ramas se despliegan altivas y perfumadas. ¿Qué más se puede pedir para contrarrestar el excremento de los tubos de escape que no cesan? 




El poeta Rafael Morales dedicó un soneto titulado La acacia cautiva.

La acacia cautiva 

Cercada por ladrillos y cemento,
por asfalto, carteles y oficinas,
entre discos de luz, entre bocinas
una acacia cautiva busca un viento.

Busca un campo tranquilo, el soñoliento
río sonoro que en sus aguas finas
lleva luces que fluyen diamantinas
en sosegado y suave movimiento.

Busca el salto del pez, el raudo brillo
de su escama fugaz y repentina,
con rápida sorpresa de cuchillo.

Busca la presurosa golondrina,
no la brutal tristeza del ladrillo
que finge roja sangre en cada esquina.


Rafael Morales (Canción sobre el asfalto, 1954)









viernes, 2 de junio de 2017

Más que centenario




En mi infancia todavía llegué a conocer este local como El Horno Francés, cuyo producto estrella eran los dulces Freixas que, por cierto, jamás caté. Debía ser una exquisitez inventada por un pastelero imaginativo. El etnógrafo Joaquín Díaz dice al respecto:

"El horno francés, de Ramón Freixas, se abrió en la calle de Cánovas del Castillo 26, enfrente de otro establecimiento similar denominado el Horno Suizo que perteneció a Justo Stirnimann. Durante el siglo XIX algunos suizos y franceses se establecieron en nuestro país dedicándose a la pastelería. El célebre confitero Franconi -creador de los cafés suizos en España y que se unió a otro compatriota, Matossi, para formar una sociedad que abriría negocios en Madrid, Bilbao, Burgos, Granada y Valladolid-, inventó un bollo especial para servir con el café que terminó denominándose 'suizo'. La misma cerveza Cruz Blanca fue introducida en España por la firma de Matossi. Pues bien, dentro de esa tradición, Ramón Freixas creó una especialidad, los Dulces Freixas, que le harían reconocido y famoso en toda España con una especie de crema de frutas de diferentes sabores envuelta en chocolate".

Pero ya hace varias décadas que el establecimiento desapareció. No así la estructura interior y exterior del local, devenido hoy en zapatería que, aunque da a dos calles, Cánovas del Castillo (al lado de la casa modernista) y Sierpe, esa estrecha callejuela serpenteante, presenta el portal de entrada a las viviendas u oficinas por esta última calle. La fastuosa portada de la entrada al edificio tiene también un aire modernista que otros tildarán de ecléctico, como todo el edificio en sí, promovido por el citado industrial pastelero Ramón Freixas. El edificio tiene fachada a tres calles, las dos citadas y otra a Regalado. En sus orígenes la parte baja estaba ocupada como obrador y despacho de pastelería. En los años 80 se procedió a rehabilitar todo el bloque que mantiene el recuerdo esplendoroso de aquella clase de viviendas burguesas de mayor o menor empaque que viene desde el siglo XIX. La casa levantada por Ramón Freixas es de la segunda década del siglo XX, siendo su autor Modesto Coloma, y los restauradores Salvador Mata y Alfonso Basterra.