martes, 21 de marzo de 2017

Una fuente arquitectónica, la del Ponce de León



Que uno siente debilidad por las viejas fuentes castradas no cabe duda. Existe el modelo tradicional e histórico que cundía por plazas o confluencias, fuente humilde pero efectiva en su tiempo, de la cual pocos ejemplares quedan en activo. Pero a veces uno se encuentra algo diferente, tan distinto que incluso la gente que transcurre diariamente delante de sus narices no sabe siquiera que es una fuente en desuso.

Esta es una fuente arquitectónica. No solamente porque forme parte de un conjunto  -el Colegio Público Ponce de León-  sino porque tiene un no sé qué de templete al que la hiedra corona como para compensar el olvido. La idea de convertir lo que hubiera sido una anodina y áspera esquina en un chaflán amable, con el mismo material en que fue construido el colegio en la tercera década del siglo XX, el honroso y bien trabajado ladrillo, revela el cuidado que ponían arquitectos y albañiles a la hora de cuidar los detalles. Tiempos en que se trabajaba cierta arquitectura con calidez y bien hacer. No olvidemos que Valladolid se entregó en el primer tercio del siglo pasado a la construcción de una verdadera oleada de colegios públicos, de los que tan necesitados estaba la población infantil. Por cierto, el primitivo nombre que llevó el centro fue el de Manuel Bartolomé Cossío, pedagogo krausista perteneciente a la Institución Libre de Enseñanza. 

Se encuentra en la esquina entre las calles Tres Amigos y Francisco Suárez. Supongo que pedir que se active la red de agua en esta fuente, en tiempos en que el paisanaje bebe de botella mineral y de pago, será algo vano.