Una tarde de domingo frío, pero animada por un sol del membrillo, proporciona un paseo por un tramo de la ribera del Pisuerga bien grato. Elegí el trecho entre los puentes del Cubo y del Paseo de Hospital Militar, en la margen izquierda del río, como podía haber escogido otro. La fortuna de Valladolid es que se puede recorrer la ribera de esta orilla en toda su largura de norte a sur o viceversa. Que tiene su buena distancia. Las riberas, en un nivel inferior al de las construcciones urbanas son un mundo apartado del tráfago, del ruido y de la polución. Un espacio de reencuentro con la vegetación, con el agua y con los caminantes desenfadados. Aunque la naturaleza quede un tanto encajonada por el crecimiento de la ciudad.
Andar por esta orilla es oxigenante para los pulmones y recuperadora para la visión. Hay quien va ejercitando una marcha o quien simplemente se desplaza a un ritmo lento y se detiene ante tantos motivos que no faltan. Esos árboles frondosos a los que va pillando el otoño, por ejemplo, que le hacen sentir a uno más perplejo y que le obliga a ser consciente de su propia ignorancia, porque apenas sabe los nombres de ellos ni de sus ciclos de vida. O la mirada más cercana y prácticamente accesible a un río tan vital para la ciudad como el Pisuerga. Cuando no se siente atraído por la curiosidad de antiguas edificaciones o admira el mundo de las especies de ánades que concurren por las aguas. Y por no faltar, uno puede encontrarse hasta la base operativa de un club de piragüismo o de una asociación medioambiental que batalla para que se mantenga el cuidado y la belleza del entorno fluvial.
En este paseo uno se topa de pronto con muros de piedra y unos estanques que no muchos paisanos saben de qué van. Son los restos de lavaderos de antiguas tenerías de Valladolid. Las tenerías fueron instalaciones donde tradicionalmente se curtían las pieles. El oficio de pellejero era uno de los más considerados y tenía su complejidad. Había que despellejar a los animales sacrificados, separar las vísceras y la piel y actuar con un criterio muy selecto y cuidadoso, para evitar suciedad, malos olores y consecuentemente perjudicar la salud pública. En las Ordenanzas con que se gobierna la República de Valladolid (sic), de 1549, en vigor hasta 1818, y que son un ejemplo de modernidad se dice:
"Otrosí ordenamos y mandamos, que ninguna persona sea osada de echar en remojo en el río, ni en la esgueva, ni en ninguna otra parte dentro de esta villa, cueros para curtir, so pena que por cada vez que lo contrario hiciere pague seis reales de pena..."
"Otrosí ordenamos y mandamos. que ningun pellejero, ni zapatero, ni otra persona no eche de los muros adentro de la villa, en la ribera de Esgueva, ni en otra parte, retazos ni raeduras de sus corambres, por evitar la suciedad é malos olores de ello, so pena que por cada vez que lo contrario hicieren, paguen otros tres reales de pena
Y aunque específicamente se refiera el texto al otro río, la Esgueva, es simplemente porque en el tiempo de estar en vigor las Ordenanzas fue la Esgueva, con sus dos ramales, el curso que atravesaba la urbe histórica. Pero su sentido valía también para épocas posteriores, cuando ya la ciudad había crecido. De ahí que se buscasen más adelante otros lugares apartados, como este de la orilla del Pisuerga.
Por cierto, cuando uno lee escritos de otra época y se encuentra con un vocabulario que desconoce le da en pensar cómo se ha perdido gran cantidad de terminología, paralela a la desaparición de viejos oficios que dieron tanta vida a las urbes. Por ejemplo, en esa ordenanza se cita la palabra corambre, y recurriendo al diccionario de la RAE me aclaro:
"1. f. Conjunto de cueros o pellejos, curtidos o sin curtir, de algunos animales, y en especial del toro, de la vaca, del buey o del macho cabrío."
Nunca te acostarás sin saber una palabra más. Aunque no sea hoy útil para el común de los mortales.
En este paseo relajante no falta una sorpresa viva. Encontrarse con una especie de base operativa de la asociación medioambiental A.M.A. el Pisuerga, cuyos miembros se citan todos los sábados para ejecutar una de sus acciones constructivas. Limpiar de arbustos secos y hierbajos las orillas, retirar troncos del río, recoger la basura que antes el ciudadano incívico ha dejado tirada por ahí, realizar divulgación.
También existe por esta zona una instalación de la Escuela de Piragüismo Club Pisuerga, que da otro toque actual a la relación entre ciudadanía y naturaleza, en este caso el río. No es difícil ver cualquier día ejercitarse a los aficionados a las piraguas, algo que da envidia a los de secano pero que a los viandantes les gusta observar sus desplazamientos melódicos.