domingo, 21 de julio de 2024

Paseando con Robert Walser (por uno de los territorios del Campo Grande)

 



El escritor suizo de lengua alemana Robert Walser (1878-1956), con una prolífica y originalísima obra literaria, escribió El paseo, relato de 1917, donde las observaciones exteriores se funden con las reflexiones particulares y se deja llevar por la contemplación de la belleza que está in situ, esperándonos, pero que solo nuestra capacidad de percibirla y gozarla va a darle el peculiar sentido humano. Ante un recorrido parcial del Campo Grande, donde se ubican las imágenes que se acompañan, se me ocurrió reproducir algunos párrafos de sus sugerencias sobre la actiud del paseante ordinario.

"Pasear me es imprescindible, para animarme y para mantener el contacto con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni producir el más leve poema en verso o prosa. Sin pasear estaría muerto, y mi profesión, a la que amo apasionadamente, aniquilada. Sin pasear y recibir informes no podría tampoco rendir informe alguno ni redactar el más mínimo artículo, y no digamos toda una novela corta. Sin pasear no podría hacer observaciones ni estudios.  (...) En un bello y dilatado paseo se me ocurren mil ideas aprovechables y útiles. Encerrado en casa, me arruinaría y secaría miserablemente. Para mí pasear no es solo sano y bello, sino también conveniente y útil. Un paseo me estimula profesionalmente y a la vez me da gusto y alegría en el terreno personal; me recrea y consuela y alegra, es para mí un placer y al mismo tiempo tiene la cualidad de que me excita y acicatea a seguir creando, en tanto que me ofrece como material numerosos objetos pequeños y grandes que después, en casa, elaboro con celo y diligencia.




Un paseo está siempre lleno de importantes manifestaciones dignas de ver y de sentir. De imágenes y vivas poesías, de hechizos y bellezas naturales bullen a menudo los lindos paseos, por cortos que sean. Naturaleza y costumbres se abren atractivas y encantadoras a los sentidos y ojos del paseante atento, que desde luego tiene que pasear no con los ojos bajos, sino abiertos y despejados, si ha de brotar en él el hermoso sentido y el sereno y noble pensamiento del paseo. Piense cómo el poeta ha de empobrecerse y fracasar de forma lamentable si la hermosa Naturaleza maternal y paternal e infantil no le refesca una y otra vez con la fuente de lo bueno y de lo hermoso. Piense cómo para el poeta la instrucción y la sagrada y dorada enseñanza que obtiene ahí fuera, al juguetón aire libre, son una y otra vez de la mayor importancia.




Sin el paseo y sin la contemplación de la Naturaleza a él vinculada, sin esa indagación tan agradable como llena de advertencias, me siento como perdido y lo estoy de hecho. Con supremo cariño y atención ha de contemplar el que pasea la más pequeña de las cosas vivas, ya sea un niño, un perro, un mosquito, una mariposa, un gorrión, un gusano, una flor, un hombre, una casa, un árbol, un arbusto, un caracol, un ratón, una nube, una montaña, una hoja o tan solo un pobre y desechado trozo de papel de escribir, en el que quizá un buen escolar ha escrito sus primeras e inconexas letras. Las cosas más elevadas y las más bajas, las más serias y las más graciosas, le son por igual queridas y valiosas. No puede llevar consigo ninguna clase de sensible amor propio y sensibilidad. 




Su cuidadosa mirada tiene que vagar y deslizarse por doquier, desinteresadamente y carente de egoísmo; tiene que ser siemopre capaz de disolverse en la observación y percepción de las cosas, y ha de postergarse, menospreciarse y olvidarse de sí mismo, sus quejas y necesidades, carencias, privaciones, como el bravo, servicial y dispuesto al sacrificio soldado en campaña. Tiene que ser capaz en todo momento de compasión, de identificación y de entusiasmo, y ojalá que lo sea. Tiene que alzarse a elevado arrebato y hundirse y saber descender a la más profunda y mínima cotianeidad, y probablemente sabe".

 
El libro de Walser es un pequeño tesoro. ¿Quién diría que algo tan aparentemente desenfadado y ligero, que también lo es, como el hecho de pasear podría servir para estimular nuestra imaginación e incluso promover creación? El paseo es lo opuesto a cualquier forma de pasividad, de dejadez, de indolencia o de entrega a una simple fórmula de consumo que hoy te venden y atropella a todo el mundo. Ámbitos de paseo no faltan. Desde el entorno de la ciudad, los parques o simplemente el recorrido observador del interior del caserío urbano se brinda al ciudadano, y más en una ciudad tan cómoda como Valladolid, el encanto y encantamiento del paseo.   
 









Los textos están tomados de la edición que Siruela hizo de El paseo, de Robert Walser, en 1996, en su colección Libros del tiempo.