viernes, 7 de junio de 2024

Jorge Guillén y los niños ponen a navegar barquitos en el Parque del Poniente




Uno recuerda, al entrar en el parque del Poniente y ver cómo juega el poeta con los niños a poner a flote barcos, uno de sus poemas con infancia de fondo.

Antonio viaja que viaja
por tierra, por mar, por aire, 
va de un continente a otro 
porque el mundo ya no es grande, 
mira desde su avión 
cordilleras y ciudades 
como si, soñando aún, 
sobre algún mapa trazase 
con el dedo rutas, rumbos. 
¿Ser hombre es estar de viaje?

El mundo dejó de ser grande hace mucho tiempo. Hasta Jorge Guillén lo advirtió hace muchas décadas cuando emigró allende los mares para sobrevivir al desastre. Los dos barquitos del conjunto escultórico que han puesto a navegar se llaman: uno, Cántico, y el otro, Clamor. ¿Por qué unas naves no van a llevar nombres de poesía y además de la buena? Ambos nombres son los títulos de dos de las obras poéticas más importantes del poeta vallisoletano. 

El conjunto es reciente, de 1998, y el autor Luis Santiago Pardo. El parque, un diseño que ocupa un espacio rectangular, fue proyectado hacia 1935. En la infancia de muchos vallisoletanos ya longevos permanece el recuerdo de un parque tan querido como el Campo Grande. Las estatuas de Pipo y Pipa, retiradas porque fueron afectadas por el vandalismo, un estanque en la zona central, parterres y bancos de piedra y forja que aún subsisten como se ve en las fotografías. Y el esplendor de los árboles frondosos que han seguido fieles, aunque los haya nuevos también, al lujoso espacio.

No fue mala idea, no, reconvertir un parque añoso en un diálogo poético de Jorge Guillén (Valladolid, 1893 - Málaga 1984) con la infancia. Un trío de personajes: el poeta que flota un barco de papel junto a un niño, mientras en un extremo del estanque-océano otro niño permanece pendiente de recibir otro navío. Es un juego apacible, de cuento. Pero aunque el conjunto escultórico concentre la atención del paseante, y muchos de ellos simplemente atraviesan la plaza, están de paso, sigo pensando que la majestuosidad de los árboles y la belleza de los bancos de otras época pero de un diseño aún moderno concede acogimiento al espacio.

Las pérgolas metálicas son más recientes pero cumplen su función y con la zona actual de juegos infantiles se complementa un parque tan querido como tan a mano del ciudadano de a pie.



EL NIÑO DICE… 


¿Qué dice? Ni un balbuceo. 
Sólo un susurro en apunte. 
Basta que a los labios junte, 
Aguzándose en deseo. 
Este espíritu que veo 
Pendiente de mi respuesta. 
Él es quien se manifiesta 
Sin palabras, de tal modo 
Jovial que lo dice todo 
Con una salud en fiesta.







NIÑEZ

Disparada inocencia de albor animal, 
Destello de joyas en bullicio, 
Diamante impaciente que canta, 
Pájaro nítido: 
Llévanos tú bajo los soles 
Que te descubren y dan sus dominios. 
Arrebátanos en tus ráfagas 
De paraíso, 
Elévanos 
A la alegría sin tacha de tu infinito














PLAYA 

Este sol de la arena 
Guía manos de niños, 
Las manos que a las conchas 
Salven de los peligros. 
Conchas bajo la arena 
Tienden hacia los niños, 
Niños que ya hacia el sol... 
Pero el sol rectilíneo 
Viene. Los rayos, vastos 
Arriba tan continuos 
De masa, deslizándose
Llegan aunque sus visos, 
Sin cesar rebotando 
De ahíncos en ahíncos 
De ondas, se desbanden. 
Aquí, por fin, tendidos 
Se rinden a las manos 
Más pequeñas. ¡Oh vínculos 
Rubios! Y conchas, conchas. 
Acorde, cierre, círculo.