viernes, 14 de abril de 2017

El imaginero de manos del escultor Jesús Trapote




Hay algo del genial Rodin, ¿o bastante?, en este trabajo en bronce del escultor vallisoletano Jesús Trapote que homenajea al imaginero de los tiempos barrocos. Por supuesto, no pienso en un Rodin angustiado, retorcido, ahíto de escorzos violentos, que expresa la crisis del individuo de todos los tiempos. Tal vez sea la monumentalidad y ese cuerpo poderoso que tiene más de materia pura que de perfección anatómica lo que me recuerda en esta obra a algunas del escultor francés. Pero no se me haga mucho caso, mis asociaciones de ideas son siempre subjetivas y distan mucho de pontificar sobre similitudes y aptitudes de los creadores artísticos.

A diferencia de las obras cargadas de pathos dramático que de la mano de los Juan de Juni, Gregorio Fernández, Francisco Rincón, Alonso de Rozas, Díaz de Tudanca y otros han llenado las iglesias de la Contrarreforma desde mediados del siglo XVI hasta casi nuestros días, la representación del artista de toda aquella imaginería que esta semana se exhibe ampliamente en las calles vallisoletanas tiene otro carácter. Trapote ha sabido impregnar al demiurgo artesano de tallas y pasos de los atributos de un verdadero Creador.

Hay mucho en el porte de esta escultura de un dios jupiterino, si bien habitante del olimpo del Arte, que en lugar de rayos para fulminar a los dioses de la competencia enarbola el mazo y el cincel con el que genera expresión en las imágenes que se suponen deben ser imperecederas. El imaginero de Jesús Trapote tiene una mirada interior reflexiva, una actitud de calmosa parada, como si estuviera meditando sobre el paso siguiente que va a avanzar para la obra que se trae entre manos. En este sentido evoca el esfuerzo tanto de diseño como de técnica que un artista de la madera debía precisar en su mente antes de afinar con la gubia, el formón o la azuela. Una alegoría, en fin, profunda y alejada de la parafernalia con que se han representado otras estatuas dedicadas de nuestra ciudad, que consagra, a mi modo de ver, a Trapote como un verdadero hacedor de nuestros días.




Obra del año 2003, la escultura del imaginero está ubicada al comienzo de la calle de las Angustias, esquina con González Echegaray y la Bajada de la Libertad. Mejor referencia: frente al Teatro Calderón, aunque el imaginero mire en dirección centro. Me parece adecuado que esté prácticamente a pie de calle, integrada en la marcha ordinaria de los viandantes. No me parece tan idóneo que la cantidad de mobiliario urbano que hay en torno a ella la haga perder cierta perspectiva, aunque tal vez el tránsito peatonal la haga más familiar. Soy partidario de esta concepción próxima de los monumentos escultóricos, tan alejados de aquellos de otros tiempos que si no estaban sobre altos pedestales parecía que el personaje no hubiera existido.