Aunque el artista Jorge Gil titula El otro yo a la obra que expone en la Galería Javier Silva, al paseante que descubre y entra por primera vez en la sala, para propia vergüenza de no haberla descubierto antes, le parece que lo más apropiado sería hablar en plural. Porque este juego de maniquíes o marionetas, si se prefiere, en parte articulados y en parte configurados como un armazón de bastidor candelero, dicen mucho de la personalidad de los individuos, aunque en este caso el médium sea un muñeco.
En una entrevista que encuentro por internet Jorge Gil nos dice: Sí que es cierto que siento una especial atracción por el universo del muñeco, es decir, de una escultura a la que podemos atribuir, al igual que al muñeco como juguete, cierta función, cierto pensamiento mágico, proyectando nuestros deseos, nuestros ideales, o incluso nuestros miedos o fobias. Incluso proyectarnos a nosotros mismos en ellos. Me atrae la idea del muñeco porque al fin y al cabo es un objeto cercano, que desde la infancia tomamos como algo propio y al que dotamos de un contenido claramente emocional. Y de alguna manera, al emplearlo como un soporte artístico, lo situamos en un lugar mucho más cercano de lo que pueda llegar a estar nunca la escultura en términos tradicionales, por muy realista que sea.
Estos armazones que representan cuerpos humanos y que recuerdan a los santos de vestir que se llevaba en la iconografía tardo barroca son el apoyo donde potenciar los rostros aparentes que todas las personas mostramos. Pero no se tratan de cuerpos como los concebiría un escultor figurativo habitual, copiando o aproximándose a los modelos a la vista, sino de una proyección de esa idea obsesiva de Jorge Gil que es el muñeco. No en vano su tesis doctoral en Salamanca se titulaba El muñeco y su representación en el arte de los siglos XX y XXI. Relaciones e implicaciones entre el muñeco y el artista. El muñeco, que ya era conocido como tal en las civilizaciones más antiguas ha ido existiendo paralelamente a la infancia y crecimiento de los individuos, como una especie de acompañante con el que dialogar, al que se puede trasladar las propias inquietudes, dictar comportamientos de la intimidad y esperar respuestas silenciosas que tantas veces los humanos de carne y hueso no saben ofrecer. La marioneta, por otro lado, da el salto del simple muñeco al espectáculo, con la variante de que tras ella hay argumentos ajenos, ideología o pautas de comportamiento, que hace que el niño vaya recibiendo una visión exterior que, a su vez, irá haciendo suya. ¿Es de ese modo como van sucediéndose los yo dentro de cada uno?
Jorge Gil sobrepone en las cabezas de esta especie de esqueletos una máscara, verdadera metáfora de la conducta de los individuos. Porque tras la máscara condescendiente del día a día, de la actitud al mantener el tipo o de sobrellevar ante los demás nuestra carga más o menos onerosa, se oculta lo que más preservamos, nuestra personalidad más íntima, plural e incluso nunca conocida del todo para nosotros mismos. Esa personalidad se debate permanentemente con el otro o los otros yo, en una persecución por entendernos a nosotros mismos y por entender al prójimo. Estas caretas, que son y no son el rostro auténtico, ¿representan la idea de simulacro como guía de los comportamientos individuales ante los demás? En ese sentido la visión que nos ofrece Jorge Gil de comparar a los hombres con autómatas o santos para vestir o simples marionetas, que de todo somos un poco, sería un acierto.
Por supuesto este paseante que ha disfrutado con la mirada a esta parte de la obra de Gil y compartido una charla amena y jugosa con Javier Silva no tiene por qué tener razón en sus consideraciones. El artista podría contarnos su película, otros visitantes disponer de puntos de vista diferentes. Solo traduce las sugerencias que recibe de lo que ve. Una obra busca siempre afectar al receptor y, se quiera o no, le obliga a sacar sus propias conclusiones.
En un orden abierto e impreciso coloco aquí una serie de fotografías simplemente para hacernos una idea del trabajo del artista jaqués, profesor actualmente de la Facultad de Bellas Artes en la Universidad de Salamanca.
La exposición permanecerá abierta hasta el 24 de diciembre. Galería Javier Silva, calle Renedo, 8, junto a la Plaza de San Juan.