lunes, 2 de septiembre de 2024

Don Juan Tenorio acecha la casa de su creador, José Zorrilla

 


Quien se disponga a entrar a la Casa de Zorrilla y su jardín romántico será recibido por una voz bronca: quién va, se escucha. Para el visitante es una bienvenida, aunque algunos lo tomen como susto. Pero es parte del diálogo que Don Juan Tenorio y Don Luis Mejía se traen en el drama religioso-fantástico del autor vallisoletano.

La escultura representando al seductor armado y envuelto en su capa parece estar oteando el panorama más allá de unas tapias. Ya es sabido que Don Juan presumía de que no se le ponía obstáculo a la hora de seducir, fuera saltando las leyes, las costumbres, los estados electos o las virtudes de la mujer, fuera cual fuera su condición. Él mismo lo reconoce de manera chulesca en una de sus declaraciones rimadas:


Por donde quiera que fui
la razón atropellé, 
la virtud escarnecí, 
a la justicia burlé, 
y a las mujeres vendí. 
Yo a las cabañas bajé, 
yo a los palacios subí, 
yo los claustros escalé, 
y en todas partes dejé 
memoria amarga de mí.

Pero no es cosa de ir más allá en el drama. La escultura de Tenorio, realista y con sumo detalle, es obra del imaginero vallisoletano Miguel Ángel Tapia Palomo, que tiene taller en Viana de Cega. Tapia se dedica sobre todo a la escultura religiosa, bien en su modalidad de nueva creación o en la de reconstrucción. Observando la vestimenta del Tenorio de bronce se advierte toda la indumentaria de un caballero del siglo XVI, desde las botas, pasando por las calzas, los bombachos, el jubón, la capa o la gorguera hasta el sombrero empenachado. Todo un estereotipo. Se encuentra en la recoleta calle Fray Luis de Granada, a mano de San Pablo. Tiene su punto. ¿De fiero burlón?