viernes, 21 de junio de 2024

Y Joaquín Sorolla pasa estos días por Valladolid

 



Pero no lo hizo hace más de un siglo, aunque estuvo cerca. Si ya en sus años de aprendizaje Sorolla había dibujado representaciones del arte clásico la tentación de conocer de cerca la estatuaria medieval de Castilla la tenía al alcance. En la primera década del siglo XX Joaquín Sorolla pasó por algunas capitales de Castilla la Vieja y León -Segovia, Burgos, Ávila, León- tan diferentes en paisaje y luz de su Valencia habitual. En su recorrido pictórico plasmó fachadas de iglesias con sus arquivoltas, sus retablos góticos, sus sepulcros. La estatuaria de cartujas y catedrales polarizó su atención y con su maletín y caballete de pintor a cuestas fue traduciendo lo que la antigua imaginería de piedra le sugería.  Se vio cara a cara con la rica expresión de la escultura religiosa castellana, no tan alejada de otros aires europeos, si bien con su propio ritmo y evolución.




La exposición que ofrece hasta el 25 de agosto el Museo Nacional de Escultura en su ámbito del Palacio de Villena es una muestra de ese diálogo entre escultura y realización plástica que el pintor valenciano alentó. Titulada Sorolla y la escultura pintada nos encontramos ante diversas creaciones pictóricas donde además del tema artístico que el pintor buscaba podemos percibir el duro invierno castellano, por ejemplo. 

Se alternan con diversas esculturas medievales y algunas copias, destacando una de ellas, aquel Fauno de Pompeya que tanta sensación causó cuando fue descubierto. Esta exposición es una prolongación del aniversario del fallecimiento del pintor (1923), una exhibición concebida entre el Museo Sorolla, la Fundación Sorolla y el Museo de Escultura de Valladolid.

Sin ser una exposición abundante en cantidad de obras sí es ilustrativa en cuanto a criterio de selección, calidad y significados. Comisariada por Elvira Guerra, del Museo Sorolla, y Fernando Delgado, del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, la muestra nos habla de un Joaquín Sorolla como pintor sin pausas y en continuo aprendizaje. Solo un aprendizaje permanente, donde las influencias y el adiestramiento personal se conjugan en una superación paulatina, puede llevar al perfeccionamiento de una obra como la que realizó el valenciano, pletórica en temática, luces y color. Merece la pena pasarse por el Palacio de Villena.