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miércoles, 30 de octubre de 2024

Las maricas andan, que no solo vuelan, por el vecindario

 


La ciudad está tan repleta de objetos -desde edificios al asfalto y el suelo embaldosado, pasando por el ingente cuando no obstaculizante mobiliario urbano- y de sujetos que se comportan como objetos, que nos olvidamos con frecuencia de otros sujetos que van por libre. Y esos diferentes sujetos pueden ser las aves y no me refiero solo a las palomas, que estas ya campan a sus anchas y para mayor guarrería de nuestras aceras arboladas. Las mascotas -las más usuales, también conocidas como perros o gatos- y hoy integradas en otro estatus más acomodaticio puede que se hayan constituido ya como sujetos de iure y no solo de facto. Aunque para muchos de sus dueños sean objetos por mucho que los mimen y digan que los aman.

Las maricas, ese pájaro que antes solo relacionábamos con los accesos a la ciudad -a una carretera cercana que va desde la transversal carretera a Segovia hasta Viana de Cega se la llama carretera de las maricas-  las vemos con más frecuencia cercanas a nuestros vecindarios, sobre todo si estos se hallan próximos a las riberas del Pisuerga o de la Esgueva. Por supuesto, abundan también en el Campo Grande. Siempre fueron atrevidas, pero uno tiene la sensación de que se acomodan progresivamente al interior de la ciudad. ¿Se sienten atraídas como nunca por la humanidad que puebla las ciudades? ¿Encuentran en nuestros detritus formas de alimentarse o simplemente quieren sentirse acompañadas? ¿Pretenden quitarse los sambenitos que la tradición popular les había colgado en sentido negativo? 





A los que no sean de Valladolid les chocará el nombre de maricas. Pues bien, tal ave se trata de la urraca, uno de los córvidos más extendidos por la península, al que los romanos denominaban pica. Y de ahí que, según regiones españolas, lleve en unos casos un nombre basado en la etimología latina: pica pica, picaraza, por ejemplo, o bien gaya, pega, etc. Por qué mencionamos por estos pagos a las urracas como maricas no tengo ni idea, nadie me lo ha aclarado nunca. Pero si el Diccionario de la RAE lo recoge es que fue de uso ancestral mencionarla así.

Dicen de las urracas que es una de las aves más inteligentes, incluso más que muchos animales, capaz de reconocerse en un espejo. ¿Narcisismo? ¿Desarrollo avanzado de alguna zona de su cerebro?  Es de suponer que los especialistas tendrán respuestas y estaré atento a ellas. Como los humanos asociamos a los animales vicios o virtudes, tal vez porque buscamos exorcizar nuestros defectos o exaltar nuestros méritos en sus comportamientos naturales, la urraca no iba a ser menos en esto de tener su peculiar fama. Así, todo depende de la cultura que toque. En una anglosajona si la urraca se posa en el alféizar de una ventana es de mal fario, si es en China es signo de felicidad o al menos de buena suerte. Como emiten sonidos como chasquidos, en zonas suramericanas se aplica su imagen a las personas parlanchinas e incluso chismosas. También leo por alguna parte que hay un cuento en que su dudosa reputación viene de la crucifixión del Cristo, lo cual ya es el colmo, en que todas las aves, acudieron a consolar al crucificado menos las urracas. Aunque si se va más atrás, ya en las mitologías griega y romana aparece, y en la Metamorfosis de Ovidio se habla de una mujer que se convirtió en urraca. En contrapartida, y volviendo a China, resultaba ser el ave de la alegría, recibir buenas noticias o la llegada de huéspedes. En fin, todo un repertorio de connotaciones, mejores o peores. Pero ¿qué animal no tiene que cargar con la cruz a cuestas de las imperfecciones de la naturaleza humana?

La marica de la imagen se posó en una baranda del Museo de la Ciencia. El río, prácticamente al lado. El barrio, Arturo Eyries en este caso, más cercano todavía. Socializándose aún más con el vecindario. ¿Tomarán el relevo a las palomas? ¿Compartirán más espacios? Lo dejo para la imaginación.