En «La piel cantaba» se establece una alianza entre amor y dolor: la memoria del amor genera dolor al enfrentarse a un deseo infinito. Y la piel es la gran metáfora, la frontera que la voz no puede traspasar para expresar cuanto ansía. Clara, ensimismada y armoniosa, la voz de la piel que canta suena en la noche líricamente desolada; piel que está en el origen del lenguaje y marca los contornos de la boca, del decir. Así pues, la palabra poética, íntimamente ligada al lenguaje oral y a los órganos que lo generan, es una palabra nocturna que permanece agazapada, explora el dolor y ahonda en lo inefable. En palabras de Carlos Aganzo (La piel como frontera, Norte de Castilla) “La voz de Elisa Martín Ortega es una voz encendida en plena búsqueda de la belleza. Una voz que canta sobre las sorpresas del tacto y las visiones del interior, en ese momento incierto, todavía en los feudos de la noche oscura del alma, donde se espera con inminencia la llegada de la luz del amanecer”.
Elisa Martín Ortega (Valladolid, 1980) había publicado hasta el momento tres libros de poesía: Corazón huido (2002) Ensueño (2009) y Alumbramiento (2016), además de los ensayos El lugar de la palabra. Ensayo sobre la Cábala y la poesía contemporánea(2013) y La belleza de la infancia (2022). En su faceta investigadora, se ha dedicado a los estudios sefardíes, y actualmente es profesora de Literatura infantil en la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. Todos sus libros los ha presentado en la Fundación Segundo y Santiago Montes, a la que ha estado siempre ligada, habiendo colaborado durante dos veranos en las labores didácticas que Catalina Montes llevaba a cabo en la Ciudad Segundo Montes de El Salvador.
* Información remitida por la Fundación Segundo y Santiago Montes.