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viernes, 14 de febrero de 2025

Profundidad del aire de Jorge Guillén. Hondura del hierro de Eduardo Chillida.

 



Soy, más, estoy. Respiro. 
Lo profundo es el aire. 

Así habla la escultura del donostiarra Eduardo Chillida, sita en calle Cadenas de San Gregorio, con palabras de Jorge Guillén, poeta de la generación del 27 nacido en Valladolid, donde pasó su infancia y la primera juventud. Lo vertical y lo horizontal se anudan, no solo se entrelazan. Y en la oquedad maciza que no vacía del metal, que emerge de lo inmóvil, el aire. Siempre el aire. La gran plancha de acero rotén naciendo del suelo, proyectándose sobre el muro de la historia, acompañándose del árbol, testigo natural de que el aire no solo transcurre sino que está para mover la vida de todas las especies y aligerar la carga humana. El aire, habitante de la tierra. El homenaje del escultor a Jorge Guillén.



Eduardo Chillida escribe en uno de sus Escritos, el que titula Yo soy un fuera de la ley:

"Cuando murió Miró, un gran amigo y un artista y hombre admirable, le quise hacer un homenaje, pero procurando ponerme, como en otras ocasiones, en un terreno común a la persona homenajeada. Cuando le hice un homenaje a Jorge Guillén, primero estuve releyendo toda su obra para tratar de encontrar algún concepto en el que pudiéramos estar  en el mismo terreno los dos. Lo encontré en Cántico. En un lugar dice Lo profundo es el aire, un concepto perfecto para mí. Con Joan Miró intentaba algo equivalente. Era dificlísimo, porque según por dónde iba, salía yo, y si me paraba un poco, salía él. Meditando me di cuenta de por qué era difícil: porque miró ha trabajado siempre en el dibujo y en la línea curva, toda su obra está fundada en ello.La línea conceptualmente es cóncava y convexa. En Miró lo que manda es la convexidad, y en cambio lo que manda en mí es la concavidad. Había un problema muy difícil de resolver. Lo resolví con un tipo de formas en las cuales las concavidades y convexidades se podían emparejar, las tensiones contrarias podían ajustarse porque eran formas crerradas, casi cerradas. Eran tensiones cerradas porque si no, no se podía resolver"-





El paseante, que de vez en cuando se deja caer por ese corazón de la urbe, donde se apiñan monumentos significativos del antiguo Valladolid  -San Pablo, Palacio Real, Colegio de San Gregorio con su Museo de Escultura y su Casa del Sol, el Palacio de Villena y el de Pimentel- gusta de pisar esa rúa Cadenas de San Gregorio que ganó tanto desde que hace ya unos cuantos años se peatonalizó rigurosamente. Y bien sea atravesar la calle para algún recado o recalar en una visita al Museo, lo que es imprescindible es detener los pasos y contemplar el Homenaje a Guillén que la mano de Chillida, y del arquitecto Peña Ganchegui, que cooperó en su instalación, dejaron firme constancia para el futuro. 

El espacio lo eligió el mismo Chillida, junto al muro de San Gregorio, y no se puede decir que la obra haga vibrar a la vecindad o a la ciudadanía en general. Ya es sabido que el gusto conservador de la estatuaria de carácter realista e historicista está más prendido en la gente -al fin y al cabo es más facilona de captar- que esta diferente especie de género poético o sencillamente que explora las formas y los volúmenes geométricos con otra concepción. Allá cada cual. Pero conviene hacer el esfuerzo de aceptar nuevas visiones y reconocer que se tiene al alcance una obra de un escultor de importancia mundial.







Y puesto que la idea de lo profundo es el aire inspiró y estimuló, tanto emocional como creativamente a Eduardo Chillida, reproduzco una parte del extraordinario poema Más allá, incluido en Cántico, de Jorge Guillén. Léase transgrediendo lo ordinario, pronunciando con firmeza, haciendo lentitud del ritmo continuado, imparable, degustando la precisión de cada verso, concentrándose en el magnetismo de las estrofas, donde todo es admiración y luz y ganas de vida.



MÁS ALLÁ 

(El alma vuelve al cuerpo, 
Se dirige a los ojos 
Y choca.) —¡Luz! Me invade 
Todo mi ser. ¡Asombro! 

Intacto aún, enorme, 
Rodea el tiempo. Ruidos 
Irrumpen. ¡Cómo saltan 
Sobre los amarillos 

Todavía no agudos 
De un sol hecho ternura 
De rayo alboreado 
Para estancia difusa,

Mientras van presentándose 
Todas las consistencias 
Que al disponerse en cosas 
Me limitan, me centran!

¿Hubo un caos? Muy lejos 
De su origen, me brinda 
Por entre hervor de luz
Frescura en chispas. ¡Día! 

Una seguridad 
Se extiende, cunde, manda. 
El esplendor aploma 
La insinuada mañana. 

Y la mañana pesa. 
Vibra sobre mis ojos, 
Que volverán a ver 
Lo extraordinario: todo 

Todo está concentrado 
Por siglos de raíz 
Dentro de este minuto, 
Eterno y para mí. 

Y sobre los instantes 
Que pasan de continuo 
Voy salvando el presente, 
Eternidad en vilo. 

Corre la sangre, corre 
Con fatal avidez. 
A ciegas acumulo 
Destino: quiero ser. 

Ser, nada más. Y basta. 
Es la absoluta dicha.
¡Con la esencia en silencio 
Tanto se identifica! 

¡Al azar de las suertes 
Únicas de un tropel 
Surgir entre los siglos, 
Alzarse con el ser, 

Y a la fuerza fundirse 
Con la sonoridad 
Más tenaz: sí, sí, sí, 
La palabra del mar! 

Todo me comunica, 
Vencedor, hecho mundo, 
Su brío para ser 
De veras real, en triunfo. 

Soy, más, estoy. Respiro. 
Lo profundo es el aire. 
La realidad me inventa, 
Soy su leyenda. ¡Salve!