martes, 6 de junio de 2017

Las acacias de Recondo




A lo largo de la acera de Recondo, entre Arco Ladrillo y Estación, sobreviven aún varias acacias de tamaño fenomenal. Todas están a la vera de las instalaciones del ferrocarril desde hace décadas. Por el olor que emiten sus flores y frutos las conoceréis. El aroma de los árboles anima nuestros pasos y estimula nuestro ejercicio de respiración cuando pasamos por allí, sobre todo en los días calurosos. Cercadas por las vallas y por los muros de ladrillo se asoman, no obstante, con toda su ligereza. Arraigaron un día y ojalá la mano de las obras que puedan llegar las respete. Lástima que se encuentren en espacios no accesibles al peatón. Pero sus ramas se despliegan altivas y perfumadas. ¿Qué más se puede pedir para contrarrestar el excremento de los tubos de escape que no cesan? 




El poeta Rafael Morales dedicó un soneto titulado La acacia cautiva.

La acacia cautiva 

Cercada por ladrillos y cemento,
por asfalto, carteles y oficinas,
entre discos de luz, entre bocinas
una acacia cautiva busca un viento.

Busca un campo tranquilo, el soñoliento
río sonoro que en sus aguas finas
lleva luces que fluyen diamantinas
en sosegado y suave movimiento.

Busca el salto del pez, el raudo brillo
de su escama fugaz y repentina,
con rápida sorpresa de cuchillo.

Busca la presurosa golondrina,
no la brutal tristeza del ladrillo
que finge roja sangre en cada esquina.


Rafael Morales (Canción sobre el asfalto, 1954)