Pasar por la Fundación Segundo y Santiago Montes en una mañana sabatina de otoño clemente, tirando a temperatura en ascenso. Y es que la Fundación ha comenzado la actividad del nuevo curso. Lo hizo ayer viernes con la presentación de un poemario de Fermín Herrero -todos los viernes suele presentarse alguna obra literaria- y unos días antes se había inaugurado una exposición de obras del colectivo palentino Artistas Independientes AI+.
En el pequeño pero acogedor jardín nos recibe la siempre diferente escultura de Oteiza, ese hueco interior habitable mediante capas yuxtapuestas, cuyas superficies van en chapa recortada y soldada en sus aristas, en palabras de Jorge Ramos y Fernando Zaparaín, de la Escuela de Arquitectura, y que parece conjugar con el nombre de la exposición del colectivo palentino Artistas Independientes AI+. Porque precisamente, y sin que tenga que ver con la obra de Oteiza, han titulado la muestra El vacío habitable. Sus componentes: Feli Alonso Acuña, Juan Carlos Gonzalez Muñoz, Juan Carlos Camarero Casado, Inma Emperador, Inés Martínez, Maria Jose Amor Rojo, Alfredo García Andrés, José Ramón Juez Cabañes y Paulino Mena Nieto. Y una serie de sus trabajos de los que he tomado algunas imágenes.
Transcribo la nota que ha escrito la Fundación: "La muestra reúne a una decena de creadores del colectivo en torno a una reflexión común: el vacío no como ausencia, sino como espacio de posibilidades, encuentro y creación. Pintura, escultura y grabado conforman un recorrido en el que la luz, la sombra y el silencio se convierten en materia artística. Con más de diez años de trayectoria, AI+ reafirma con este proyecto su compromiso con la difusión del arte contemporáneo y la apertura de nuevos espacios de diálogo con la sociedad".
Esta exposición permanecerá abierta hasta el 12 de octubre, los viernes de 19 a 21 y los sábados y domingos de 12 a 14.



Esta fotografía de los artistas está tomada del facebook del colectivo.
La obra de Jorge Oteiza en el patio jardín de la Fundación Segundo y Santiago Montes, testigo permanente junto a otras dos obras del artista local Miguel Isla, entregadas a los rigores del clima vallisoletano.