jueves, 5 de septiembre de 2024

Retorno al pasado por la calle del Camarín de San Martín

 


El título de la entrada puede parecer rima de un pareado. Sin embargo, es el nombre de una callejuela que conecta la calle de San Martín con la calle Prado, en uno de los espacios más antiguos de la ciudad. De él hay que decir que fue el primer barrio de la ciudad habitado por moriscos, antes de que se trasladaran posteriormente al barrio de Santa María. 

Siendo corta uno tiene la sensación de retrotraerse al siglo XVI o XVII. Los muros de una iglesia, el edificio con sillería de piedra, el pavimento de losa y hasta la forma convexa del piso superior de un edificio y, lógicamente, la carencia de tráfico rodado producen una sensación efímera pero no menos intensa al peatón. Es la sensación de extraviarse durante su breve recorrido por un tiempo en que la ciudad, o al menos esa parte de la ciudad, que entonces era núcleo principal, ya se había hecho para después seguir creciendo sobre sí misma. 




Cuando elijo -y lo hago con cierta frecuencia- pasear por zonas donde me encuentro con lo que me parecen vestigios de arquitectura pretérita, que es tanto como decir de historia y sobre todo de historia local, realizo una especie de inmersión. Tiene algo de cinematográfica: imaginar que el espacio que piso me ha conducido a una sociedad diferente. Hago, es un capricho, la ficción de que soy uno de aquellos pobladores de hace siglos que no solo se roza con otros sino que percibe diferentes sonidos, olores, actividades, voces humanas y hasta un clima que acaso no haya cambiado en exceso pero que me recuerda lo contradictorio y riguroso que puede ser, incluso dentro del mismo día, en esta ciudad que habito.

Y mis pisadas sobre el suelo y mis miradas a los muros desvelan imágenes que uno retiene de viejos grabados o de lecturas clásicas. Veo vendedoras callejeras, aldeanos llegados para sus negocios de ganado o de huerta, artesanos menestrales afanados en mil y un oficios hoy relegados, hospederos y mesoneros rezongando, mozas que se ofrecen más o menos discretamente, no obstante la prohibición de las ordenanzas municipales, escribanos y gentes del oficio de la justicia, beatas que acuden a este u otro camarín, alguna que otra gitana que te echa un sortilegio, trasiego de carromatos, hidalgos de capa y espada ociosos, recaudadores de impuestos, pedigüeños y timadores varios, que de estos ha habido toda la vida, cuadrillas de albañiles, algunos de ellos todavía mudéjares, en fin...Que puestos a soñar el viaje se le brinda a cada cual y del empeño que uno ponga en esa imaginación pueden derivarse diálogos íntimos y ganas de saber más del pasado. El pasado no es una abstracción. Es un recorrido de individuos como cualquiera de nosotros que, fueran cristianos, moriscos, judíos o de libres adscripciones de pensamiento, se sintieron tan vallisoletanos como los actuales, o quién sabe si  más.