sábado, 10 de agosto de 2024

El asno y su tren del artista Alfalfa

 


Para la gente mayor el asno es un animal doméstico, familiar y al que se le concedió ocupación desde los tiempos más primitivos de las sociedades humanas. Para las generaciones que van llegando es ya un personaje de cuento. Quedan tan pocos...Como muchos otros animales los asnos han sido objeto no solamente de uso y abuso para tareas de transporte (burros de carga es una expresión aún en vigor aplicada a los humanos) sino también han tenido su correspondiente caracterización literaria. Y como a muchos otros animales la literatura les ha otorgado una suerte de antropomorfización. Han encarnado costumbres, vicios, virtudes, anhelos o frustraciones de los humanos, pues la literatura escrita o la narración oral los han utilizado para sus propias metáforas sobre la condición humana.

El griego Esopo convierte al asno en protagonista en muchas de sus Fábulas. Unas veces con el gallo y león, otras con las cigarras, cuando no con el lobo, el cuervo, las ranas, casi siempre como víctima, pero siempre para concluir en alguna moraleja. Por ejemplo, la fábula El asno que cargaba la sal:

"Un asno cargado de sal resbaló mientras cruzaba un río y, al caerse al agua, la sal se diluyó, así que salió más ligero. Complacido con esto, al cabo del tiempo, un día que transportaba esponjas, llegó a un río y pensó que, si volvía a caerse, se levantaría habiendo aliviado la carga, así que resbaló adrede. Y le ocurrió que las esponjas absorbieron el agua y, al no poder levantarse, pereció allí mismo.

Tampoco algunos hombres se dan cuenta de que su propia inventiva les empuja a la desgracia."

En Rebelión en la granja George Orwell incluye al burro Benjamin que se muestra de lo más escéptico. "El viejo Benjamin, el burro, no parecía haber cambiado desde la Rebelión. Hacía su trabajo de la misma manera lenta y obstinada que cuando los mandaba Jones, sin eludir nunca sus obligaciones pero sin ofrecerse a hacer ninguna tarea especial. Sobre la Rebelión y sus resultados no expresaba ninguna opinión. Cuando se le preguntaba si no era más feliz ahora que no estaba Jones, se limitaba a decir: 'Los burros viven mucho tiempo. Ninguno de vosotros ha visto un burro muerto', y los demás tenían que contentarse con esa respuesta críptica". 


J.J. Grandville, en su Vida privada y pública de los animales, bellísima obra literaria y con dibujos de gran ocurrencia del propio autor, también saca al asno. Así en un capítulo titulado Manual para uso de los Animales que quieren conseguir honores relata muy jugosamente:

"Señores Redactores: los Asnos sienten la necesidad de oponerse, en la Tribuna Animal, a la injusta opinión que de su nombre hace un símbolo de estupidez. Si al que os ha enviado este relato le falta capacidad, no se dirá al menos que carece de valor. Y en primer lugar, si algún filósofo examina un día la estupidez en sus relaciones con la sociedad, quizá se descubrirá que la felicidad se porta igualito que un Asno. Además, sin los Asnos, no podría haber mayorías: de modo que el Asno puede pasar por el prototipo del gobernado. Pero no es mi intención hablar de política. Me limito a demostrar que nosotros, o los que están hechos a nuestra imagen, tenemos muchas más oportunidades que las gentes de talento para conseguir honores: pensad que el Asno encumbrado que os dirige esta interesante Memoria vive a costa de una gran nación, y que está alojado (eso sí, sin princesa) a expensas del gobierno británico, cuyas pretensiones puritanas os han sido desveladas por una Gata"

Como fácilmente se advierte, la capacidad satírica de Grandville no tiene precio.

Pero ¿cómo iba uno a olvidarse de ese burro tan entrañable, familiar y calmo llamado Platero? Ese asno excusa que escucha de continuo al narrador y que, a medida que el lector lee la poética y filósofica Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez le parece estar viendo a un Platero tranquilo, o juguetón, siempre atento a las confidencias, observaciones o conclusiones de ese yo. ¿Cómo no recordar el comienzo del libro?

"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. 

Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas.... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...

Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel... 

Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña ... pero fuerte y seco como de piedra. Cuando paso sobre él los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo: 

--Tien'asero... 

--Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo".


Ante el espléndido mural del artista Nicolás Sánchez, que firma, al menos en este caso, como Alfalfa, ¿qué fábula o sátira podría concluirse?  ¿Es la encarnación de un Platero niña que juega con los trenes en una ciudad de tradición ferroviaria como la nuestra? La obra se encuentra en una medianera de la calle San José confluencia con Gabilondo.

https://paredesfest.net/artistas/alfalfa/