jueves, 16 de mayo de 2024

Un rincón abierto y colorido en el casco antiguo

 



Ni es un ángulo muerto, ni un escondrijo, ni un rincón apartado. Al ser peatonal no convoca tráfico y el paso de viandantes se nutre principalmente de colegiales y estudiantes. Es un espacio abierto y a la vez recogido en pleno centro histórico. Podría ser un espacio anodino y destruído más, de los que hartamente sufrió Valladolid en el pasado, bien por envejecimiento o por especulación inmobiliaria, o por ambas causas tan relacionadas. Pero la rehabilitación de algunos edificios con altura prudente y la anchura respetada de la plaza otorga una armonía humilde pero gozosa al lugar.

Sin embargo lo que más llama la atención es el colorido de las casas de esa acera, rompedor en relación con la austeridad gris que suele dominar en el casco viejo. Diferentes tonos que no hace falta describir porque hablan por sí solos. Lejos de chocar negativamente esta mezcla de colorido transgresor es bien recibido por nuestros ojos. Y uno piensa que pasear merece la pena y que el paisaje interior de la urbe tiene la virtud de facilitar percepciones múltiples y alegres.

La calle lleva el nombre de Andrés de Laorden, homenaje a un catedrático de Medicina de la Universidad vallisoletana durante el siglo XIX. También figura con un nombre probablemente anterior como calle del Moral. Confluye con la calle más antigua de la ciudad que hoy se llama Juan Mambrilla pero en siglos medievales fue la calle Francos.











martes, 14 de mayo de 2024

Ana Rodríguez Fischer presentará 'Antes de que llegue el olvido' en la Fundación Segundo y Santiago Montes

 




Ana Rodríguez Fischer (Asturias, 1957) es Profesora de Literatura Española en la Universidad de Barcelona, donde se doctoró con la tesis “La obra narrativa de Rosa Chacel”, escritora de la que ha editado los nueve volúmenes de su Obra Completa, así como otras ediciones sueltas de sus distintas obras y los epistolarios Cartas a Rosa Chacel y De mar a mar: Correspondencia entre Rosa Chacel y Ana María Moix. Es autora asimismo del volumen Prosa española de vanguardia y de otros trabajos de escritores de la Edad de Plata. Crítica literaria de larga trayectoria en ABC, en la actualidad, es colaboradora habitual del suplemento literario del diario “El País”, Babelia. Como escritora, inició su trayectoria en 1995, cuando obtuvo el Premio Femenino Lumen por la novela Objetos extraviados, a la que siguieron Batir de alas (Acento, 1998), Ciudadanos (Edhasa, 1998), Pasiones tatuadas (SM, 2002), El pulso del azar (Alfabia, 2012) y El poeta y el pintor (Alfabia, 2014). Antes de que llegue el olvido obtuvo el Premio de novela Café Gijón 2023. 

«El riesgo de esta novela era caer en el biografismo o quedarse en la descripción de la multitud de situaciones desgraciadas, mucho menos que las felices, que le tocaron vivir a las protagonistas de esta historia llena, sobre todo, de aflicción y desesperanza. Rodríguez Fischer diseña un cuaderno de notas en el que, como si se trata de una carta, la poetisa Anna Ajmátova nos relata en primera persona la vida de Marina Tsvietáieva. 


(Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva, por Carmen Vivas para El Independiente)
Estas mujeres se vieron personalmente sólo dos veces en sus vidas. Pero siempre fue la poesía, sobre todo la que Marina le dedicaba a su amiga del alma Anna. Anna y Marina pertenecieron a equivalentes familias bien situadas y cultivadas en la Rusia prerrevolucionaria. Ambos se casaron y tuvieron hijos, ambas zozobraron en algunos amores y también se sintieron dueñas de su destino, uno infinitamente más desgraciado que el otro. El relato de Anna conmueve en la medida en que en él entra la vida de Marina. Anna sobrevivió varios años a Marina. Sus respectivos hijos sufrieron también hambre, intemperie y consecutivas e inhumanas encarcelaciones, como sus padres. Sólo se salvaron del suicidio, como ocurrió con Marina, y de la muerte por fusilamiento, como ocurrió con el marido de Anna, el poeta Nikolái Gumiliov. Y sobre todo, sufriendo los métodos más perversos del estalinismo para obligarlas a callar. 

Ana Rodríguez Fischer logra una novela de radiante eficacia narrativa. Nos conmueve a través de las vidas de ambas poetisas. Y lo asombroso es que lo hace al lado de sus destinos, de sus ambiciones estéticas, de sus modelos poéticos rupturistas. No hay ni una pizca de retórica exegética. Sólo hay literatura pura. E inspirada.» 

(J. Ernesto Ayala-Dip. Babelia. El País, 30/01/2024)


* Nota remitida por la Fundación Segundo y Santiago Montes


jueves, 9 de mayo de 2024

El despreocupado Arlequín de Ángel Membiela

 


Me gustan las esculturas en que el personaje representado está abstraído. Por supuesto, las imágenes que evoquen lo épico o lo místico, por ejemplo, tendrán caracterizaciones  que exalten los valores de su leyenda o la ascesis que le aleje del suelo que pisa. Pero hay personificaciones que, aun siendo de tipos humanos extraordinarios, provengan o no del mundo de la ficción, adoptan una actitud semejante a cualquier comportamiento del común de los mortales. Es el caso de la proximidad que suscita el Arlequín sentado, obra del escultor vallisoletano Ángel Membiela Rodríguez. Se halla situado en la calle Fray Luis de León, a la altura del colegio La Salle, en una actitud despreocupada y lasa, como si se estuviera recuperando de una de sus actuaciones. 

Porque el arlequín, ¿medita? ¿Observa al corro de espectadores que se disuelve? ¿Piensa en la siguiente actuación? ¿Simplemente se relaja? ¿O le acucia el escepticismo sobre un oficio que tal vez no le dure hasta el fin de sus días? El arlequín ha detenido su ritmo y sus chanzas y se convierte en un humano escapado de la Comedia del Arte. No es un mero personaje camaleónico que trata al mundo a patadas para defenderse de él y de paso de sí mismo. Membiela reconvirtió el duro metal del perfil laminado que forma la figura en un conviviente de calle más.

Porque este arlequín parece ser también el artista callejero que vive del reconocimiento de su obra por parte de los viandantes. Es el saltimbanqui que entretiene. El acróbata que deleita con su gimnasia. El danzarín que debe sentarse a recuperar energías tras sus piruetas. El temible burlón de la sociedad y de los comportamientos de sus élites, tan bien como patéticamente copiadas por los más humildes. Fue una buena idea instalar unos bancos que arropan la escultura y que genera con ella un conjunto más dinámico. Bien sabe el arlequín que cuenta con la compañía de los muchachos de un colegio cercano en sus horas de recreo.




José Luis Cano de Gardoqui dice de esta obra en su libro Escultura pública en la ciudad de Valladolid: "La maestría de Membiela desplegada en el trabajo del metal, dota a la figura de una inusitada flexibilidad y ligereza formales a unmaterial tan rígido y pesado en origen como la viga Grey de sección especial, cuya sección cuadrada permite ese juego interesante de llenos y vacíos, de rectas y curvas tan personal y característico del artista. La despreocupada actitud del personaje, ubicado sobre estrecha peana rectangular horadada, así como el propio emplazamiento de la figura, muy accesible por otra parte a los viandantes, son aspectos que atraen indefectiblemente la atención del ciudadano, quien desde un principio sintió cerca y familiar esta obra".






miércoles, 8 de mayo de 2024

Lo que (no) sabe Angélica Tanarro de las palabras. Fundación Segundo y Santiago Montes

 


Viernes 10 de mayo de 2024 

Presentación del libro de poemas Lo que (no) sé de las palabras. Con su autora Angélica Tanarro estarán Carlos Aganzo y César Augusto Ayuso. 





"¿ESTÁ todo dicho? 

Preguntas al brezo y a la escarcha 
al espejo y a las horas muertas 
al dolor 
siempre al dolor… 

Mientras tanto las convocas 
buceas su caudal 
arañas el moho y la costumbre 
deseas su más nítido perfil 

                para que sigan nombrando lo que importa. 





Angélica Tanarro es escritora, pe­riodista y docente. Está especializada en in­formación cultural, campo en el que ejerce la crítica literaria, cinematográfica y de arte contemporáneo. Ha sido jefa de Cultura en El Norte de Castilla y responsable de su suplemento cultural La Sombra del Ciprés, donde sigue colaborando, además de pu­blicar en revistas especializadas como PW en español o Turia. Coordina para la Fun­dación Miguel Delibes el ciclo Cronistas del Siglo XXI. Es autora de los libros de poesía Serán distancia y Memoria del límiteLo que (no) sé de las palabras es su tercer poemario. 

Las palabras nos interpelan, nos acompa­ñan o se muestran esquivas, nos represen­tan o nos traicionan. Son la materia que da cuerpo a nuestros sueños, a nuestros temo­res, deseos e incertidumbres. La muerte de un ser querido las pone a prueba una vez más o, mejor, nos pone a prueba frente a ellas. Este libro indaga en ese vacío que deja la ausencia del otro, porque la vida –el tiempo, cada vez más rápido– se queda en el aire y las palabras, son precaria compañía que ahondan en el propio desvalimiento. De esa contradictoria relación y de este ín­timo y doloroso proceso da cuenta, de un modo sutil, esta poesía".



* Esta información ha sido remitida por la Fundación Segundo y Santiago Montes.


sábado, 4 de mayo de 2024

Presencias plásticas que sorprenden al paseante

 


Pasear no es andar con la cerviz agachada, pendiente de un suelo que no va a desaparecer por las buenas bajo los pies. Tampoco es andar apresuradamente: esto es desplazamiento. Se puede pasear sin objeto ni meta, abstraído. O compaginando recorrido con recados tranquilos. La urgencia es contraria al paseo. Se puede caminar alternando ritmos, en función de lo que nos permitan las piernas. Pero más allá de la forma de efectuar un recorrido los paseantes comparten un sentido agradable. Disfrutan, disfrutamos, no solo alimentando el aparato locomotor, sino el cerebro. ¿Cómo? A través de la mirada. 

La mirada nos conduce a la observación. Observar es pensar lo que nos rodea. Si se ha vivido toda la vida en la misma ciudad, la mirada nos permite recordar. Hayan desaparecido espacios urbanos y edificios de nuestra infancia o permanezcan todavía, la memoria se reaviva. Ello proporciona satisfacción. Pero nos lleva también a hacernos preguntas. Sobre los cambios, sobre el tiempo que vivimos y el que empieza a ser habitado por nuevas generaciones. Algunos somos asiduos a leer cuantos carteles o letreros nos encontramos en los paseos. Hasta los más insignificantes, esos cartelitos, a veces manuales, adheridos a  las farolas. También a contemplar las incidencias y modificaciones que periódicamente tienen lugar en calles y plazas.



Cuando nos topamos de pronto con un mural que cubre y dignifica una medianería, y mira que hay medianiles por Valladolid, la sorpresa nos hace parar en seco. Luego viene la admiración sensitiva, la búsqueda de significado, el goce de los colores y las líneas. Y dedicamos un instante de reconocimiento al autor de aquel arte, aunque nos sea desconocido.   

La imagen con que se abre la entrada lleva por título Mirar al futuro con alas de libertad, igualdad y respeto. Eva Mena es la autora de este mural en la calle López Gómez, 24. Eva Mena, por lo que puede leerse en su web, tiene un amplio historial de obras murales dentro y fuera de España. Su propuesta es rotunda: "Quizás tienes delante una pared, un muro, medianera o interior de local que parece vacío, impersonal o que simplemente quieres pintar sin recurrir a la solución 'clásica'. Son ejemplos de espacios que puede transformar el arte mural, aportando soluciones adaptables y visualmente creativas".






Hace ya más de setenta años que el Renault 4/4 salió de la factoría de la empresa FASA de Valladolid. Aunque había sido creado unos años antes en Francia. 

Leo por alguna parte que le llamaban cuatro cuatro por contar con cuatro plazas, cuatro puertas, cuatro cilindros y cuatro caballos. En sus inicios el motor lo tenía en la parte trasera, de ahí aquellas rejillas de ventilación. Pero las cuestiones técnicas las dejo para los entendidos de vehículos del pasado, porque las nuevas generaciones desconocen lo que fue aquel automóvil compacto, redondeado, bastante estético y, cómo no, entrañable. ¿Será por todo ello por lo que es objeto todavía de ser representado en algunos espacios de la ciudad? En este caso se nos ofrece, como homenaje a algo icónico o como recuerdo simplemente, en la puerta de un garaje de la calle Expósitos, casi en la confluencia con San Quirce. Una manera estética para adornar un portalón que sin duda sería grafiteado vandálicamente de no haberse pintado el 4/4.

Una obra plástica de arte actual sobre otra mecánica de hace décadas estimula la vista. Y lo agradece la memoria. Los vulgares grafiteros ensuciaparedes deberían aprender de los artistas. O dejarse enseñar al menos. No he logrado saber del autor. Si en algún momento tengo conocimiento corregiré esta deficiencia.







Nada virtual y sí muy activos los camiones que hacen de punto limpio móvil por diferentes lugares de la ciudad. Con un horario por día y lugar se emplazan durante un tiempo a la espera de que los vecinos bajen electrodomésticos viejos, ordenadores obsoletos o cualquier otro material que debe ser tratado selectivamente. El lema lo deja claro: No es solo basura. Tal vez tengan una segunda oportunidad o en todo o en sus componentes separadamente. 

La decoración de los lomos del vehículo es obra del pintor Manolo Sierra, sobradamente conocido por sus murales, no digo ya por sus lienzos o aportaciones ilustradas concedidas a infinidad de organismos y organizaciones sociales y políticas ciudadanas..






Una representación de imagen femenina y naturaleza ocupa esta medianería estrecha a la que otorga una verticalidad bella la ilustradora y muralista Rhapsodyca. Mujer y zorro, como si emergieran de un campo de lirios, fundidos en una especie de encantamiento de cuento de leyendas, sorprende al transeúnte que se dirige hacia la Plaza de Santa Cruz por la calle Fray Luis de León. Rhapsodyca la tituló Rosa del desierto, y dice que es la sexta obra que forma parte de un proyecto suyo que nombra La lucha. Por cierto, ¿de dónde le vendrá a esta artista su atracción poderosa hacia el zorro? Lo digo por otras imágenes de tema análogo que he visto en su página.

Desgraciadamente la señalización municipal no eligió el mejor lugar para la contemplación del arte urbano.