domingo, 30 de junio de 2024

Aquellos lujosos quioscos orientales...de prensa, tebeos y chucherías, como este del Caño Argales

 



Afortunadamente restaurado no hace mucho, aquel quiosco de infancia queda al menos como testigo de un pasado no tan lejano. Si mudo o no depende de si alguna entidad -es propiedad municipal y asociaciones hay muchas que podrían proponer un destino para él- acierta a dotarlo de un uso. Ya se sabe que un espacio que no presta un servicio o proporciona una utilidad del tipo que fuere puede quedar condenado otra vez a un deterioro irreperable. Cierto que no es fácil saber en qué puede emplearse el viejo pero remozado quiosco del Caño Argales, con un perímetro tan acotado como el que ofrece. Cierto también que no le favorece, e incluso le amenaza, la compañía decrépita del edificio donde se asentó la antigua tienda de ultramarinos La Casa del bacalao, de los Heras, cuya fachada está sujeta por la ortopedia de rigor. Pero sería una lástima que permaneciera a la intemperie como una especie de mera estatua expuesta a los elementos.




Para algunas personas, cada vez menos, este quiosco es una fuente de recuerdos. Yo mismo me detenía todos los días delante de sus poligonales escaparates al volver de la escuela. Repasando las portadas colgadas de TBO, El capitán Trueno, Jaimito, El jabato, Pulgarcito, El guerrero del antifaz, Hazañas bélicas...etcétera. Había infinidad de publicaciones infantiles, a todas ellas las llamábamos tebeos. ¿Y cómo olvidarse uno de los sobres sorpresa que apenas deparaban un globo nada sorprendente? ¿Cómo olvidar las entrañables y didácticas -todas lo eran- colecciones de cromos de Los diez mandamientos o de aviones o de naturaleza, por ejemplo?  ¿O los consabidos chicles Talgo o Bazoka, que casi no te cabían en la boca? Acordarme de ellos ahora mismo y venirme un gustillo frutal a las papilas es todo uno.



Adjuntar un mini parque infantil con zona ajardinada proporciona a la plaza cierto ambientillo, aunque ha empequeñecido el espacio tradicional. Y los bancos siempre tienen la acogida de la gente de edad o los viandantes que hacen un alto en el camino. La plaza es un punto de tránsito de vehículos intenso, pero a la vez pretende ser un oasis pequeño. En ese marco el quiosco, que es una joya tanto conmemorativa como estética, se siente menos solo. Vecinos de la zona piensan que sigue un tanto huérfano. Propuestas ha debido haber. Acertadas o factibles es otra cosa. 



En estos tiempos en que los quioscos de venta de prensa van desapareciendo a velocidad vertiginosa por toda la ciudad uno quisiera que este testigo tuviera un carácter menos escultórico y más viviente. Si no puede ser para una función como antes para otra que sea reconocida en el vecindario. A la espera estamos.




Para quien no haya conocido en activo este tipo de quiosco adjunto una fotografía antigua de Valladolid en la que un quiosco análogo aparece en plena Plaza Mayor. Probablemente sea el mismo que hay ahora en Caño Argales, donde en los años 50, 60 y acaso parte de los 70 del siglo pasado hubo uno de semejante estética.