Ninguno de ellos es ya cine, pero esa especie de sacralidad laica que exhiben bulle para mantener el testigo, al menos de una arquitectura de otro tiempo. Para los que hemos conocido épocas cinematográficas a tope pasar por delante de los edificios que albergaron el cine Carrión, el cine Roxy o el cine Lafuente es rememorar. Siquiera por un instante. Algunos incluso avanzamos un juego. Aquí vimos cuando éramos pequeños con nuestros padres Guantes grises, por ejemplo. En este otro Los diez mandamientos. En el de más allá, que era de sesión continua, no de estreno como los otros, y más de barrio y por lo tanto más barata su entrada, tal vez Rififí o Atraco perfecto. Entrañables sesiones continuas a las que entrabas a cualquier hora de la tarde, ya empezada la película, y podías continuar sin límite toda la tarde con la compañía ruidosa de las pipas de girasol.
Con nuestro recuerdo de paseantes homenajeamos al espíritu del local que fue, a lo que vimos y vivimos en sus patios de butacas o en sus gallineros, a las ilusiones de un domingo por la tarde en que la gente se evadía de sus problemas cotidianos. Cuando el cine propiciaba cierto diálogo. ¿No se hablaba al día siguiente de la película en los puestos de trabajo o en los recreos de colegio o en el autobús? ¿No se seguían los filmes más taquilleros o deslumbrantes en las colecciones de cromos? Ah, aquella memoria extraordinaria de infancia en que uno podía contar en casa la película de pé a pá con su argumento secuencial, incluidos diálogos y finales felices o dramáticos.
Aunque aquí sitúo las primeras imágenes en orden de antigüedad inverso, es el de menos empaque -que no de menos intención de tenerlo- el más antiguo. Cinema Lafuente, en calle Mantería, barrio de San Andrés. Cerrado desde hace años. De llamarse Lafuente pasó a llamarse Cines Mantería los últimos años de actividad, porque se habilitó alguna sala más, y supongo que lo gestionarían los cines Renoir de Madrid que lo retitularon así.
Tuvo sus antecedentes en 1931 cuando se erigió en la calle Panaderos el entrañable Cinema Capitol, de cuyo arquitecto, Ramón Pérez Lozana, dicen que le dio un tono expresionista. Pero de aquel cine solo queda el recuerdo de los vallisoletanos más ancestros y alguna fotografía. Dos hermanos promotores de negocios, José y Emilio de la Fuente, adquirieron un solar en 1932 en la calle Mantería, primero con intenciones de poner una fábrica de zapatos. Pero como vieron que el cine tenía tirón redirigieron la inversión. Resultado: en 1933 se inaugura la sala del Lafuente en una esquina entre Mantería y la actual Agapito y Revilla. Parece ser que estaba de moda entonces situar cines en otras ciudades en esquina para destacarlos. Aquí Pérez Lozana lo orientó por el lado racionalista, estilo del que hay más edificaciones en Valladolid
Copio y pego un texto de Daniel Villalobos Alonso en su documentado trabajo Arquitectura de cines en Valladolid:
"Una segunda consideración sobre el Cine Lafuente por el que no podemos considerarle un cine de barrio, como tampoco en el caso del Cinema Capitol, sino una modesta sala de proyecciones cerca del centro. El lugar estaba dentro de los límites de la ciudad histórica, propicio para el éxito de la empresa, a escasos metros de la localización del primer Corral de Comedias de Valladolid, en plaza de la Cruz Verde, donde a mediados del siglo XVI representaba sus autos el famoso Lope de Rueda, y primer teatro de Valladolid en 1575. La localización estable más antigua de espectáculos en la ciudad renacentista".

El éxito del Cine Lafuente llevó a los mismos hermanos emprendedores a aventurarse con una nueva sala. Se lo encargaron al citado Pérez Lozana y fue inaugurado en 1936. Primero le pusieron un extraño nombre, Cine Tenaful, pero no tardaron en cambiarlo por Cinema Roxy. Supongo que la referencia del nombre vendría porque ya existía desde una década antes en Nueva York el Roxy Theatre y era un nombre muy apetecible, con esos aires transoceánicos, para dar empuje de modernidad al vallisoletano. Y modernidad tenía también el estilo racionalista que el arquitecto plasmó. Pero mejor transmito lo que Nieves Fernández Villalobos escribe en el Registro DOCOMOMO Ibérico 1925-1975:
"Frente a un interior con tintes Art Decó, los diferentes elementos de fachada tratan de dar un carácter uniforme a la composición, así como un aspecto levemente mecanicista que evoca al mundo del cine. La fachada proyectada tenía solo dos plantas y reflejaba en su organización tripartita la distribución interior. La planta baja, a modo de basamento, se separaba del primer nivel por una marquesina, la cual se mantiene en la fachada del edificio construido. También se respetaba en éste la disposición simétrica y tripartita, si bien se ele vaba en una altura el cuerpo central y se coronaba toda la fachada con un friso de varias impostas que seguían a la superficie en sus distintos pliegues. Con la mirada puesta en arquitectos como Poelzig, Mendelsohn, Mallet Stevens o Le Corbusier, este edificio se apropiaba magistralmente de algunas referencias habituales en el movimiento moderno, como la máquina y la metáfora marítima, para convertirse en uno de los ejemplos paradigmáticos de la arquitectura vallisoletana de los años treinta".
Y tanto que es un edificio que incluso hoy, cuando ya tiene otro uso, sigue llamando la atención en la Calle María de Molina. Ciertamente que aquella acera fue paradigmática durante décadas. Justo al lado tenía el acogedor y moderno café Molinero -pesaroso destino el suyo hoy día, rendido a ser un local de bocatas de una firma de origen madrileño- y a pocos metros el Teatro Lope de Vega, también cine, hoy en rehabilitación. El Roxy, rehabilitado como cine en dos ocasiones, acabó su vida para en 2014 entregarse a un nuevo uso, el de casino de juego. Cuando paso por delante me coloco en la acera de enfrente y lo contemplo en perspectiva, disfrutando de esa fachada con aires de buque, sus ventanas en ojo de buey, su entrada de marquesina como en el origen, el remate alto de bandas horizontales y los ventanales de vidrieras a los que supongo más visuales desde un interior que hoy no conozco cómo habrá quedado.

Otro ejemplar de exhibición cinematográfica importante fue el Cine Carrión, que cumplió el papel de teatro cuando las temporadas festivas lo exigían. Tan céntrico o más que el Roxy, ya que se ubicó en unos terrenos de los promotores hermanos Carrión, entre Montero Calvo y Alcalleres, al lado prácticamente de la calle Santiago, el eje comercial paradigmático de otros tiempos. Por cierto, qué resonancias árabes contiene el nombre de Alcalleres a donde da el lateral del cine, pues alcalleres era cómo se designaba por otro nombre a los alfareros y olleros y eso nos remite a que por esa zona estuvo ubicada la aljama, el barrio de la comunidad musulmana, allá por el siglo XV. Por cierto, hace escasos años se levantó un nuevo edificio muy cerca, en Claudio Moyano, en cuyos cimientos se hallaron los restos de una mezquita.
Quien proyectó el edificio también fue el arquitecto Ramón Pérez Lozana, levantado entre 1940 y 1943, y tuvo un toque racionalista sobre plano, a pesar de ser años en que dominaba la estética imperial y triunfalista, quieriendo el arquitecto mantenerse fiel a sus criterios modernos. No obstante el cine/teatro tuvo otra orientación, como bien dice Daniel Villalobos Alonso en su libro sobre arquitectura de cines en Valladolid:
"Las imágenes de esa sala recién inaugurada y la descripción que se hace de su decoración en El Norte de Castilla, señala el resultado estético en absoluto coincidente con lo dibujado en el proyecto. La intervención marcará un retroceso hacia un lenguaje dependiente de un academicismo con resonancias ornamentales de la arquitectura renacentista. Más cercano a los ideales de estética ecléctica. En el resultado final aparecen ciertas referencia a arquitecturas historicistas de la ciudad como la solución de esquina en chapitel introduciendo esgrafiados polícromos en la esquina y en muro de la calle Alcalleres, órdenes clásicos no académicos en la portada, se trasforman los soportes cilíndricos en órdenes dóricos sin éntasis, ornamentaciones con numerosas citas estilísticamente anacrónicas, conjuntamente con elementos de ascendencia racionalista original, como su basamento en bandas ho rizontales, el remate escalonado de la cornisa y paños de ladrillo cara vista. El cambio de intenciones introduciendo estos elementos ornamentales quebró el lenguaje original racionalista, ofreciendo una obra mucho más amable a los gustos populares, aunque estéticamente confusa".
El paseante mantiene más recuerdos de esta sala que de otras. Le parecería más lujosa con aquel escenario y su arco carpanel, los sistemas de iluminación diseñados en la vertical de las paredes como si fueran fuentes emitiendo luz o la amplitud rematada por el piso superior. O acaso su memoria está inmersa en que fue en el Carrión a donde le llevaron sus padres a ver las primeras películas, de las cuales recuerda dos especialmente: Guantes grises y La guerra de los mundos. ¿Cuántos filmes más abdujeron al niño y al joven en el Carrión, el Roxy y el Lafuente a lo largo de su vida, y en todos los demás cines que dieron aliciente y sueños a los vallisoletanos durante décadas?
Hoy el Carrión se mantiene como espacio de teatro y espectáculos musicales, gracias a lo cual sobrevive afortunadamente el monumento.













El Roxy es inconfundible. Art Decó. Precioso.
ResponderEliminarSalut