lunes, 22 de diciembre de 2025

La fachada testigo de la casa que fue de Simón de Cervatos en la calle Zúñiga

 



No hay de otra época sino lo que se ve. Una portada mantenida y acaso adaptada, con arreglo al célebre almohadillo florentino, una delicada muestra de inspiración italiana que también existió en un edificio desaparecido de la ciudad, el Hospital de la Resurrección, citado por Cervantes en su maravilloso Coloquio de los perros. El arco de medio punto que parece el nacimiento del sol desde el orto. Un remate sobre el arco de lo que llaman triglifos los especialistas de historia de la arquitectura. Y sobre esa especie de cornisa emergiendo una decoración de bolas sobre las que parecen flotar los escudos de armas de los ancestrales propietarios de lo que fuera una casa de gente importante a principios del siglo XVI y más adelante en el XVII. Todo lo demás, el edificio, sus balcones, su disposición, es bastante nuevo, manteniendo armonía con una parte de la calle aunque traicionado por el edificio más alto de al lado que pertenece al conjunto edificado de Las Francesas, que no se anduvo con contemplaciones y abusó de alturas permitidas por la autoridad urbanística.

Uno no recuerda si en sus tiempos jóvenes, cuando íbamos de estudiantes a beber un porrón o un chato de clarete al Soci o Socialista, que así era llamada la taberna que estaba en la misma acera, existía algo más que la portada que, por cierto, nos pasaba desapercibida porque no se nos había enseñado a reconocer la ciudad del pasado. Tampoco creo que mientras comíamos los cacahuetes que comprábamos a Don Alejandro, un anciano del barrio de San Andrés que había sido represaliado tras la guerra y que desde la mañana a la noche vendía allí para sobrevivir, y soplábamos de aquel chorro de Cigales, estuviésemos interesados por los monumentos o los temas artísticos en general. La ciudad histórica, quitando los grandes monumentos nombrados entonces, era la gran desconocida para nosotros, mientras en aquellas décadas se iba procediendo a una destrucción descarada de edificios nobles y palacios, que eran legión.  

Para este paseante la fachada pertenece al género de las fachadas testigo: algo que ha quedado sobre un todo o casi todo desaparecido por detrás. Cierto que en este caso la casa renacentista ya había sido transformada en el siglo XIX en edificio de viviendas. Y menos mal que la estructura de esta y otras calles adyacentes se salvó porque cierto plan urbanístico, el proyectado y nefasto Plan Cort, que se hubiera llevado por delante manzanas enteras e incluso la iglesia de Santiago, no se ejecutó.

Está situada la fachada en el número 11 de la calle Zúñiga, que va desde la calle Santiago a la Plaza de Santa Ana, uno de los nervios históricos de esa parte del casco histórico. Pertenece a la casa que fue de Simón de Cervato ya en el siglo XVI. Ah, pero ¿quién era Simón de Cervatos? ¿Alguien con buena posición económica procedente de un pueblo palentino o cántabro de nombre Cervatos? 




Parece ser que Simón de Cervatos fue un escribano -escribano de número y mayordomo de propios, habría que precisar, títulos sobre los que tendré que enterarme mejor de en qué consistían- que en 1586 compró la casa a unos herederos de cierto canónigo de la catedral de Oviedo, un  tal Pedro de Portillo. Debió readaptarse el edificio unos años después y más adelante, como sucedía con tantos bienes inmuebles y solariegos, pasaron por diversas manos. Ya hacia finales del siglo XVIII había sido ocupada por distintas gentes que no mantuvieron el edificio y este fue deteriorándose. Por si faltaba poco, la invasión napoleónica de 1808, que tuvo en Valladolid cuartel general, también ocupó el edificio como muchas otras casas nobles y palacios, y el de Zúñiga no se libró del vandalismo consecuente por quienes estuvieron de prestado. 

Solo hace pocos años fue restaurado lo que quedaba de antiguo de la casa de Simón de Cervatos. Copio y pego del libro "Arquitectura palaciega en el Valladolid de la Corte", el artículo de Armando Aréizaga Esteban, un texto referente a la rehabilitación de esta fachada:

"La rehabilitación de toda la fachada supuso reproducir, mediante moldes, la continuidad interrumpida de las cornisas de cincha (impostas), recercar los huecos mediante piedra artificial e implantar un zócalo de piedra natural. Se conservó la estructura de madera existente, sustituyendo sólo las piezas ruinosas por humedades y carcoma y se definieron viviendas que cumplieran las normas municipales en donde existían viviendas que no las cumplían. Para liberar el arco y definir un pequeño zaguán que se refiriera al que seguro que existió en el siglo XVI, cambiamos el uso de la nueva planta por el de oficinas, retranqueando, mediante un arco, el forjado que cortaba la fachada. En ambos casos se concilió la rentabilidad inmobiliaria solicitada por las propiedades, con la recuperación y puesta en valor de una Arquitectura no sólo olvidada sino destinada a desaparecer de la ciudad".













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