Tal vez la escultura reproduce los pasos de una danza y a un bailarín que la ejecuta. Aquella parafernalia de preparar a los sujetos que deseaban la foto, de ocultarse bajo una lona, de ordenar atención a punto de darle al obturador o de manipular con las manos en la oscuridad de una caja el relevado, está magistralmente recogida por Eduardo Cuadrado, el autor de otras obras que pululan por la ciudad (Delibes, El comediante, etc.) Aunque la obra instalada en 1994 como homenaje al fotógrafo del Campo Grande se suele asociar al último de los fotógrafos minuteros, Vicente Muñoz, que muchos hemos conocido, en realidad es reconocimiento a cuantos minuteros se instalaron en distintos tiempos y lugares del parque.
Ciertamente esta figura parece un híbrido, un personaje fantástico, transformado, como los que los antiguos mitos recrearan. Pegasos, centauros, harpías, esfinges, etc. se quedan atrás ante esta representación donde el hombre desaparece engullido por la cámara, donde no hay magia sino técnica modesta y precisa, y sobre todo buen hacer y hábil experiencia. Parte máquina, parte hombre, parte la captura de un instante.
Si era técnica y no magia ni milagro, ¿de qué se trataba aquella caja sujeta por un trípode? Lo explica sucintamente José Delfín Val en Tres rostros para una máquina, artículo incluido en el libro El Campio Grande. Un espacio para todos:
"Antiguamente se usaban para la fotografía rápida placas ferrotípicas que quedaron desfasadas por los adelantos técnicos habidos en el siglo XX. Ya en la primera década se utilizaban emulsiones de gelatinobromuro de plata que resolvía los problemas de sensibilidad y obtención de copias rápidas. Los minuteros llevaban en el interior de su cámara el material sensible, generalmente de tamaño postal, tratado al gelatinobromuro. La misma cámara era portadora de dos recipientes para el revelado y fijado de la fotografía. El artista tomaba la foto original sobre una de estas postales (el negativo) que se reproduciría en otra postal y en la misma cámara, obteniéndose así el positivo. Este positivo podría reproducirse cuantas veces se quisiera. El fotógrafo entregaba la foto todavía húmeda, tierna, por lo que se aconsejaba al cliente que la llevara cogida por un extremos hasta que se secara antes de guardarla en la cartera. Muchas de esas fotografías se han pasado la media vida de una persona metidas en una cartera".
La obra de Cuadrado fue, como otras, realizada en fibra de vidrio para posteriormente ser vaciada en bronce, según nos cuenta Cano de Gardoqui en su útil guía de escultura pública en nuestra ciudad. Que esté situada en el punto en que Vicente Muñoz trabajaba no deja de ser un detalle de gratitud póstumo de la ciudadanía con el profesional. Ante este fotógrafo y otros pasaron infinidad de personas de toda condición, pero sin duda que los clientes favoritos eran los soldados que hacían la mili (el servicio militar) en Valladolid durante sus salidas de paseo, las familias en un día festivo, las parejas de novios más o menos formales de aquel tiempo ya lejano, o simplemente unos niños. No en balde los mismos minuteros colgaban de su cámaras una especie de muestrario con fotos de reclamo para los viandantes. ¿Por qué el fotógrafo Muñoz elegiría este punto del parque donde el fondo de imagen era la frondosidad y no un monumento? Tal vez detectó que el arbolado, la floresta en general, es siempre un fondo natural mejor acogido. O que acaso los efectos contrastados de luces y sombras beneficiaban más al resultado de su trabajo.
Por supuesto que hubo en el pasado otras figuras representativas del Campo Grande, los guardas y jardineros, el barquero (que por cierto, al menos tiene una placa en el borde rocoso del lago), el barquillero. ¿Quién se acuerda del barquillero? A este paseante no le pusieron nunca ante un minutero del parque, pero en mi magín habita la imagen vívida del barquillero, porque de niño cuando me decían que iban a llevarme al Campo Grande tenía dos ideas fijas: montar en la barca y que me comprasen barquillos, cuyo sabor y textura se instalan para toda la vida en la mente. Y ahí está la caprichosa memoria para rememorar épocas ya evanescentes y homenajear de paso a los viejos oficios.


Homenaje a unos artesanos de la fotografía, representando a uno de ellos en plena faena. Una escultura bien realista, no hay que imaginar nada, se necesita explicación, solo para la gente joven, que no vivió esa época.
ResponderEliminarEs realista y a la vez tiene su misterio, que el autor de la escultura sabe reproducir.
EliminarTiene su mérito este Cuadrado, sus esculturas son homenajes y no exaltaciones, y pienso en las otras que tiene en la ciudad, como las que citas. Me parece que también es suya una que hay en terrenos de lo que fue el viejo hospital y ahora es administración de la Diputación Provincial.
ResponderEliminarCarmelo
En efecto, la traje aquí hace tiempo
Eliminarhttps://elpaseantevallisoletano.blogspot.com/2017/07/el-naufrago-de-eduardo-cuadrado.html
Tendría que volver, es muy sugerente.
Seguramente, si yo hubiera nacido un cuarto de siglo antes, hubiera sido uno de esos fotógrafos; o al menos, hubiera ocupado en ello, parte de mi tiempo laboral. Pero cuando llegó mi tiempo, mi oficio ya no contemplaba esa parcela callejera.
ResponderEliminarY las cámaras cajón tradicionales habían sido harto superadas.
EliminarPobre hombre. Se quedó así, congeladp como en una foto hecha por otro, para la posteridad.
ResponderEliminarCongelñadamente activo, valga la aparente contradicción.
EliminarTuve el placer de tropezar con esta escultura. Me gustó muchísimo, nos hicimos unas fotos a su lado.
ResponderEliminarRecordé mi niñez, a los fotógrafos de Les Rambles, junto Colón, con máquinas similares.
Salut
Entonces, qué te voy a contar.
EliminarHe oído contar a mis padres y abuelos de aquellos fotógrafos y si me pongo a rebuscar en cosas de mi madre igual hasta encuentro alguna foto minutera, que no conocía la palabreja. Marisol
ResponderEliminarBusca y rebusca por si te llevas una sorpresa.
EliminarCuántos novios en servicio militar le deben una de las pocas fotografías de su vida. Ellos proceden de un tiempo en el que no había tanta saturación de imagen y se apreciaba cada una de ellas.
ResponderEliminarY también las empleadas de los hogares biurgueses, que se las llamaba chachas o criadas. Eran objeto de ligue de los soldados.
EliminarMuy bueno el trabajo, por supuesto la escultura, que me he fijado al minutero en su mano le falta el tapón que usaba para tapar el objetivo. Contaba los minutos que tenía en abierto y luego cerraba rápido. En Barcelona era famoso el que había al final de la Rambla, cerca del Puerto. En Córdoba el de los jardines de los patos
ResponderEliminarEs que la estatua no es realista del todo, ni falta que le hace. Tiene otro punto. Algunos la otorgan un carácter más expresionista. No es fácil entender mucho de colgar rótulos y categorías, pero mistérica es un rato.
EliminarHace poco, en el blog de Fackel, he mencionado precisamente al último fotógrafo de estos que hubo en Granada y que yo lo recuerdo con un caballito de cartón piedra al lado para las fotos de niños. Y al lado también estaba el barquillero, pero yo lo recuerdo todo tan vagamente, que pienso que aquí debieron desaparecer antes, pues yo soy mayor que vosotros y, ya digo, lo recuerdo como algo muy remoto.
ResponderEliminarY tan remoto. Aquí no recuerdo el caballito en la calle, pero en los estudios de los fotógrafos solía haberlo en una época anterior a la mía, por lo que se ve en fotos antiguas.
EliminarPor lo que se ve se curraba la vida a palmo de parque, no sé si tanto en invierno como en verano, pero parece entrañable. Gracias por recordarlo.
ResponderEliminarMaría Antonia
Mis recuerdos son muy vagos y no controlaba entonces si se pasaban en el Campo Grande todo el año o en determinadas estaciones. Aunque si tenían que ganarse la vida...
EliminarDentro de la economía y necesidades de los años 50,si, se ganaban la vida. En el caso de Córdoba, los 'quintos"del Cerro Muriano, bajaban los fines de semana, muchos se hacían fotos para mandar a sus familiares, de pueblos y aldeas lejanas, como en "los Santos inocentes". Tenían poco dinero, pero les llegaba
ResponderEliminarLa cultura de la imagen popular pesaba y compensaba otras carencias. Mandar una foto a las familias o llevarla en la cartera era parte de las señas de identidad de mucha gente.
EliminarDespués de leer tu entrada he dejado que mis recuerdos de un tiempo atrás tomasen vida y me he visto en ese Campo Grande con parte de mis hijos todavía muy pequeños ¿Cómo no recordar al fotógrafo de esos grandes jardines que ha plasmado tantos entrañables momentos?
ResponderEliminarUna vez más tengo que darte las gracias por esta preciosa prosa poética .
Cariños y felices fiestas.
Kasioles
Es que el Campo Grande son muchos Campos Grandes, y si te has criado próximo a él lo llevas en tu adn como se dice ahora; pero eso me sucede con muchos espacios de la ciudad. Me alegra tu testimonio sentimental .
EliminarUn precioso testimonio de una época que muchos no conocieron, es bueno compartir el recuerdo con nuestros hijos y nietos. Bonne journée !
ResponderEliminarNUestros hijos y nietos, como dices, son la excusa para recordar y estimular vivencias que nos hicieron. Gracias, PH, salut! Ou salut les copains?
EliminarPor cierto, Philfff, ¿ya no existe la revista Salut les copains ?
Eliminar¡Tristemente, no! Terminó en 2006 tras intentar continuar bajo el título "Salut".
EliminarTodo pasa, todo cansa.
Todo termina, cambiaron los tiempos, las modas, las músicas...o una clase de edición.
Eliminar