Me gustan los impactos visuales no solo en el exterior de un edificio, su fachada, por ejemplo, sino cuando penetro a él y más si sé algo de la envergadura que ha tenido en el pasado. Traspasar un zaguán después de contemplar un frontispicio amparado por sendas torres y hallar un patio que se abre con sus arcadas y su piso superior suscita un entusiasmo contenido, y a veces desatado, en el visitante. Pero esto en Valladolid no es nuevo. Sobreviven todavía por azar de diferentes usos y amortiguadas decadencias algunas casas nobles, palacios o casonas, también conventos, que resguardan unos patios renacentistas que hablan por sí solos. Evidentemente se han perdido, por desinterés y derribo, muchos otros. En los siglos XVI y XVII abundó la pujanza económica y social de clases altas. Nobles, funcionarios de alto rango, comerciantes o banqueros, como es el caso de Fabio Nelli, tenían como signo de su buen vivir adquirir casas y fincas en la ciudad y contratar los mejores arquitectos y artistas del momento para edificar sus mansiones. Pero, a tenor del declive de tantos edificios importantes, se supone que los buenos tiempos no duran siempre.
Fabio Nelli de Espinosa fue un banquero vallisoletano del siglo XVI con orígenes italianos. Su ejercicio de prestamista en Sevilla le enriqueció. Fruto de la alta posición social conseguida y retornado a Valladolid decide construirse en 1576 un palacio. Contrató a un arquitecto de prestigio de entonces, Juan González de Lastra pero al morir este heredaron las obras otros dos importantes profesionales: Pedro de Mazuecos el Mozo y Francisco de la Maza, escultor. De estos es la obra del patio y de la escalera a la planta superior. Varios años después la fachada del palacio fue trazada por otro arquitecto en auge, Diego de Praves, del que hay en la ciudad más obras. Pero el banquero decidió no tener en cuenta sus ideas y entregó también a Pedro de Mazuecos la dirección de la fachada.
Un patio, aunque está delimitado cuadrangularmente por paredes y galerías no es un espacio cerrado. Ya los romanos lo pusieron en práctica en sus casas, llamando atrium al espacio principal de la casa mientras el compluvium suponía la abertura en el techo por la que entraba luz, caía el agua y se expelían los humos. Y a imagen y semejanza del gran invento doméstico romano se ha ido reproduciendo la casa en siglos posteriores, con mayor o menor lujo. Para el profesor Javier Pérez Gil, de la Escuela de Arquitectura, en general los patios responderían a seis funciones. Proporcionar luz a dependencias interiores abiertas al patio. Vetilación y mantenimiento de la temperatura. Encauzamiento de la lluvia. Comunicación y articulación de recorridos para las dependencias del edificio. Ajustamiento de la acústica. E incluso generación de espacios de trabajo. Lo sintetizo de su artículo El patio de mi casa es particular, reproducido en el monográfico El patio. Lecciones sobre arquitectura palacial en Valladolid, de la revista Dossier Ciudades, que edita el Instituto Universitario de Urbanística de la UVA.
Los patios de las casas nobles y palacios reproducen este esquema de funciones, más o menos alterado a criterio de sus dueños. El Palacio de Fabio Nelli pasó a lo largo de los siglos de ser la morada de una autoridad influyente en la ciudad a generar dentro de él diversas viviendas de gente modesta, padecer los avatares del deterioro y mala habitabilidad, a ser salvado para el uso, ya en fecha reciente, 1968, de museo arqueológico, lo cual llevó a una rehabilitación interior total. El patio mantiene una esbeltez armónica que invita a ser contemplado en planos difentes, para lo cual la escalera lleva a un piso superior donde el visitante puede imaginar tiempos pretéritos. Las columnas lisas, con sus capiteles corintios, amparando unos arcos de medio punto, proyectan la perspectiva en tres de sus cuatro lados, pues uno de ellos no dispone de corredores.
Tal vez haya pecado de reproducir un exceso de fotografías, pero no podía resistirme a tantos ángulos y planos que exhibe esta joya de finales del siglo XVI que se nos ha legado.


Para postre un poema de Jorge Luis Borges titulado Un patio, aparecido en su libro Fervor de Buenos Aires. Lo descubro a través del artículo del profesor Pérez Gil.
Un patio
Con la tarde
se cansaron los dos o tres colores del patio.
Esta noche, la luna, el claro círculo,
no domina su espacio.
Patio, cielo encauzado.
El patio es el declive
por el cual se derrama el cielo en la casa.
Serena,
la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.
Grato es vivir en la amistad oscura
de un zaguán, de una parra y de un aljibe.
simplemente...maravilloso ¡ El poema de Borges le va como anillo al dedo.
ResponderEliminarSalut
Magnífica casa y magnífico patio, tan parecido a muchos de aquí que me parece estar subiendo por esa escalera o pasearme bajo la galería. En Granada había innumerables casas de este tipo, pero la Dictadura y unos Ayuntamientos sin planes de urbanismo ni control ninguno sobre el patrimonio artístico, permitieron derribar muchas de ellas y convertirlas en anodinos edificios. El desarrollismo de los años 60 fue mortal para estas casas, enriqueció a los constructores y los demás perdimos auténticas joyas que tendrían que haberse conservado. Afortunadamente, las que quedan en este momento están más protegidas por las leyes y la mayoría convertidas en centros culturales.
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