No es frecuente encontrarse en un hotel de toda la vida -aunque la vida del Hotel Imperial vaya a cumplir como tal 111 años, y ya está bien- un patio renacentista con un lujo de arcos, fustes y capiteles como este. Y sobre todo por su esmerada conservación. Y he ahí mi interés por pasearme bajo una iconografía rica cuyo simbolismo se me escapa, pero que se constata que era una práctica al uso en los siglos XVI e incluso XVII en los innumerables palacios y casas nobles que pulularon en nuestra ciudad. Y más cuando fue sede temporal de la Corte de España. Y el gran valor añadido. Este hotel y su restaurante se encuentran ubicados junto a la Plaza Mayor, ágora imprescindible para el local y el forastero.
Cabezas caprinas, seres alados, animales fantásticos, máscaras y mascarones, niños, elementos vegetales, conchas, incluso una calavera, respondiendo a los gustos decorativos de los arquitectos de aquel tiempo, destellan desde los cuatro puntos de cada capitel. Y las esculturas están labradas con sumo primor. Junto a ello la esbeltez de los fustes de las columnas, al igual que su basamento, realzada por la arquería, causa una impresión soberbia al visitante. Sigue la línea del estilo denominado toscano. Nuestro inolvidable historiador de Arte Juan José Martín González calificaba los capiteles de estilo plateresco. Uno piensa que los nombres pueden quedar en segundo plano, y que lo importante es disfrutar sensorialmente de la obra mientras te tomas un café con buen tono o saboreas un verdejo rico.
No es un patio cualquiera, sino un patio salvado. Hay más en Valladolid, pero también hay menos, pues muchos edificios importantes fueron derribados hace décadas. Nula apreciación por parte de especuladores y autoridades de otros tiempos, si bien seguramente muchos de ellos estarían en deficientes condiciones e incluso entonces se preferiría que se cayeran del todo. Precisamente por ello hay que valorar lo que tenemos. Y lo que ha llegado a nuestros días, como es el caso, se debe en parte a la buena edificación inicial, al mantenimiento de supervivencia de varios siglos y al cuidado de la familia Abellán Velasco, propietarios del hotel.
Leve historial. La casa actual es de finales del primer tercio del siglo XVI, levantada por el banquero Santiago de San Pedro. Pero por deudas con la Corona tuvo que venderla a medidados de siglo a uno de sus acreedores, Hernando de Ochoa que, a su vez se vio obligado poco después a venderla a un banquero de Medina del Campo. Los avatares siguieron, pues pasó a manos de la Compañía de Jesús y después por más manos hasta terminar en 1607 en propiedad de Juan Gallo de Andrada, cuya familia fue dueña hasta 1848. El restaurante que acoge el hotel lleva precisamente el nombre de Casa de los Gallo. Fue entonces cuando un descendiente de aquella familia secular vendió el edificio a Francisco López Santiago, que la convirtió en posada, la llamada Fonda del Peso, que toma nombre de la calle donde está situada la puerta principal del hotel. Nada nuevo ni tan antiguo esto del paso de las propiedades de unas manos a otras a lo largo de la historia, e incluso lo vemos en estos tiempos que vivimos, acaso con tanta o más celeridad.
Naturalmente el edificio actual es una ampliación de aquella hostelería primigenia, dando sus fachadas a la citada calle del Peso, a la calle Correo y a la calle Molinos. Pero volviendo al relato de los cambios de propiedad citaré solamente que ya tenía solera lo que es hoy. Así, desde 1850 a 1885 existió la Fonda Parador del Peso. Desde 1885 a 1908, el Hotel de la Iberia. Desde 1908 a 1913 el Hotel Victoria. Todo un proceso de cambio de propiedad, que no de uso. Y ya en 1914 Damián Velasco San José, oriundo de un pueblo burgalés, fundó el Hotel Imperial vigente. En 1941, doña Carmen, esposa del fundador, y sus hijos llevaron a cabo obras importantes de remodelación y decorativas, y en 1944 comenzó una nueva etapa, pues una de las hijas, Angelines, se casó con un comerciante murciano, Manuel Abellán, tomaron el timón y no cesaron de remozar el hotel y sus funciones, hasta posteriormente trasladar a sus hijos, los actuales gestores, el testigo. Conclusión de los acontecimientos históricos referentes a un negocio hostelero: que este pervive si se ejecuta una recurrente renovación, si se toman iniciativas para su mantenimiento y atención, lo que podría calificarse de adaptación a los tiempos, ya de por sí extraordinariamente competitivos.
En las siguiente imágenes se puede ver lo que sería la entrada antigua en la fachada de sillares de piedra, que da a la calle Correo. Y, oh sorpresa, véase cómo el citado Juan Gallo de Andrada, que se hizo con el viejo edificio, aparece en la introducción a la edición de 1605 del Quijote.
Con la tarde
se cansaron los dos o tres colores del patio.
Esta noche, la luna, el claro círculo,
no domina su espacio.
Patio, cielo encauzado.
El patio es el declive
por el cual se derrama el cielo en la casa.
Serena,
la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.
Grato es vivir en la amistad oscura
de un zaguán, de una parra y de un aljibe.
Jorge Luis Borges también habría aplicado al patio renacentista de la Casa de los Gallo este poema suyo titulado Un patio. Aunque su cobertura, que ya viene desde la transformación del antiguo edificio en posada y hotel, tal vez no le satisficiera porque Borges era respetuosamente clásico. Larga es la polémica sobre la cubrición de los patios antiguos, pero por mor de nuevos usos, por mucho que quede desvirtuado el sentido original, los criterios de un uso moderno también pueden ser útiles para preservar la herencia histórica. A mí me parece un acierto, pues en realidad la cubrición de este patio no deja de ser una transparencia. Y una vez más, como valor compensatorio hay que decir que probablemente sin el cuidado de los propietarios del hotel actual el patio se hubiera extraviado para siempre.
Porque el patio tiene tres alturas, y los clientes del hotel pueden comprobarlo cuando transitan hacia sus habitaciones. En otra altura se siguen reproduciendo capiteles originales y en la superior son una reelaboración más moderna para que se mantenga la estética, en una obra realizada por Ortiz de Urbina, un arquitecto fundamental en el Valladolid decimonónico.
Y dejo aquí una opinión fundamentada de la historiadora María Antonia Fernández del Hoyo sobre estos capiteles, que aparece en el libro Casas y palacios de Castilla y León. "Son estos seguramente los de mayor calidad de la ciudad y su similitud con los del Palacio Real, la Casa de los Villasantes (actual Palacio Arzobispal) o la desaparecida del Conde Monterrey, en Valladolid, y el Palacio de las Dueñas, de Medina del Campo, pueden hacer pensar en un mismo autor".
Por supuesto, el historial del Hotel Imperial da sobradamente para multitud de anécdotas vinculadas a la gente que se ha hospedado permanentemente en él, a actores, comerciantes, a actividades y tertulias que han tenido lugar en su seno. Pero la narración solo puede ser de boca de los últimos y actuales testigos, los hermanos Abellán Velasco que con cariño aún mantienen a flote el hotel.
Merece la pena entrar a tomar un café allí para apreciar esta maravilla (tienes razón, demasiados patios destruidos en esta ciudad y no hace tanto tiempo). Y en el comedor no se come nada mal y el precio no es excesivo...
ResponderEliminarTengo pendiente comer en restaurante, a ver si pasan estas fechas de excesos.
EliminarPaseante:
ResponderEliminartodo un acierto que se hayan conservado esas columnas y ese patio.
Si alguna vez vuelvo a Valladolid, intentaré alojarme allí.
Si digo que también soy murciano, lo mismo me hacen un precio, jajaja.
Salu2.
Inténtalo, te puedo presentar a los dueños.
EliminarDesconocía por completo el lugar. No sabía ni del hotel, quizá porque uno va a lo fácil y rápido, con esto de internet.
ResponderEliminarMe ha gustado sobremanera y por lo que he leído tiene pátina de antigüedad.
Me ha gustado lo de El Quijote.
Lo tendré en cuenta para una próxima ocasión, pues es de esos lugares donde alojarse, sin duda.
Gracias.
Pátina es poca, Miquel, tiene veteranía y solera de gremio, a més a més, que decís por ahí, de un monumento renacentista como ves.
EliminarLo del Quijote yo no lo sabía, la indicación me ha venido de los dueños del hotel, que conocen al dedillo su territorio hostelero.
Es fantástico que se conserven estos lugares en buen estado y se puedan disfrutar.
ResponderEliminarCiertamente, Alfred. En cierto modo te retrotraes en el tiempo y das aliciente a tu propia mirada estética.
Eliminar¡Hola! Qué bonito, me encantaría poder visitarlo. Un abrazo ❤️
ResponderEliminarPues ahí está, al alcance del paseante local o del visitante de fuera. Saludo.
EliminarQuerido paseante, un precioso lugar para tomar un café y quedarse, me encantó tu post.
EliminarAbrazos y te dejo un besito
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Un ambienten calmo, una buena atención, un marco de historia, y si te prendes de las figuras de los capiteles tienes el recurso de la fantasía. Al fin y al cabo si hace siglos gustaban de los seres fantásticos, ¿por qué no participar actualmente de ellos y buscar significados? Gracias por la visita pues.
EliminarAunque no se entienda mucho sobre arte es verdad que ese patio deslumbra y por lo que se ve el entorno está muy bien adaptado. Marisol
ResponderEliminarPusieron mucho empeño sus propietarios en mantnerlo en forma y respetar la herencia.
EliminarPrecisamente este año en el que solo quiero hacer cosas que me gusten tenía la intención de visitar este hotel. También Valladolid me parece interesante pero los buenos hoteles antiguos inspiran sueños fantásticos y cuentan historias románticas
ResponderEliminarNo es poco plantearse hacer solo cosas interesantes, eso es una actitud positiva, como dicen ahora.
EliminarLa comida y el servicio muy buenoden un marco incomparable. Una delicia
ResponderEliminarPues que quede constancia de ello. Saludos.
EliminarSono d'accordo con le opinioni espresse in questo post, secondo cui è un lusso avere hotel che sappiano mantenere il patrimonio e, soprattutto, che contengano l'arte. In considerazione per il mio prossimo viaggio in Spagna.
ResponderEliminarFrancesco Lucca
Evidentemente, Francesco, un lujo y un esfuerzo meritorio por conservar el arte. Ciao.
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