No se sabe si los tipos de Reservoir dogs van o vienen, salen o entran, suben o bajan. Pero las paredes de la bocatería de Cantarranas (para mayor precisión Macías Picavea con Ramón Núñez, camino de la Plaza de Cantarranillas) se impregnan de la actitud caminante un tanto chulesca, parsimoniosa y aparentemente segura de aquella banda. Aunque la tensión iría por dentro. Ellos solo pasaban por allí, planeando con su complicidad un golpe nonato. Aunque saben que les espera la efervescencia vespertina y las horas de la noche de una juventud que ellos perdieron hace tiempo.
Ah, y las ranas ya no croan a la vera de uno de los Esguevas, ¿o hay que decir las Esguevas?, que pasaba históricamente por ahí. La desviación privó a la ciudad de sus dos ríos interiores -los verdaderos ríos del casco antiguo, el Pisuerga fue luego un advenedizo- y el soterramiento de sus cauces anuló la memoria para los vallisoletanos del presente. Aunque los testigos callados están por ahí debajo en forma de túneles, puentes y viejas sillerías de piedra. Pero ese es otro tema fascinante, para otra ocasión.
Como pillo cerrada la pizzería mejor me entrego a la banda sonora de la película.
A cualquiera
ResponderEliminarle dan un
susto .
Afortunadamente hay iluminación nocturna.
EliminarHay un programa de tertulianos del mundo del motociclismo, cuya presentación es copiada de esta estética y al ver este mural, veo que en el arte popular, Tarantino supo dar en el clavo.
ResponderEliminarNo lo hubiera imaginado de no toparme con este mural.
EliminarNo me desagrada en absoluto.
ResponderEliminarSalut
Tiene su punto.
EliminarAtención ! ¡Esto es premonitorio! ¿Qué joyero será víctima de un robo? De todas formas el sorteo está muy conseguido, ¿hay otros en tu ciudad?
ResponderEliminarUn saludo desde Provenza.
No lo sé, ya lo iré descubriendo. Lo virtual en las paredes siempre será menos peligroso. Me pareció divertida la reproducción. Salut a la Provence.
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