Al entrar en la plaza Martí y Monsó, según me llega el chapoteo de una fuente me parece percibir la voz de Circe dándole consejos a Odiseo:
"Escucha ahora
tú lo que voy a decirte y lo recordará después el dios mismo. Primero llegarás a las Sirenas, las que hechizan a todos los
hombres que se acercan a ellas. Quien acerca su nave sin
saberlo y escucha la voz de las Sirenas ya nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos, llenos de alegría porque
ha vuelto a casa; antes bien, lo hechizan estas con su sonoro
canto sentadas en un prado donde las rodea un gran montón
de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca. Haz
pasar de largo a la nave y, derritiendo cera agradable como la
miel, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de
ellos las escuche. En cambio, tú, si quieres oírlas, haz que te
amarren de pies y manos, firme junto al mástil —que sujeten
a este las amarras—, para que escuches complacido, la voz de
las dos Sirenas; y si suplicas a tus compañeros o los ordenas
que te desaten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas".
Pero estas sirenas ¿están esperando de verdad a los navegantes aventureros para seducirlos o son ellas las cautivadas apacibles en una plaza rectangular frecuentada por las costumbres del ocio y el alterne? Una plaza que hace doscientos cincuenta años ya se la conocía como Plazuela del Teatro, si bien prácticamente en casi todos sus lados es de construcción de nuevo cuño. Otros la hemos conocido siempre como Plaza del Coca, aún la solemos nombrar así, porque allí estuvo en nuestra infancia y juventud un cine de estreno, hoy desaparecido.
Y ellas, las tres sirenas que Concha Gay realizó, en un vaciado en bronce en 1996, más parecen tres vecinas cualquiera que peligrosas ninfas prestas a interferir malévolamente en el paseo de los viandantes y turistas. Están sentadas al borde de las imaginarias rocas, jugando con el oleaje oceánico, invitando a que el paseante detenga sus pasos, hable con ellas y se deje influir por la sensación de serenidad que transmiten.
A medida que abandono la plaza pienso en el osado Odiseo que conoció otras sirenas más peligrosas. Y cómo tuvo que padecer la tentación de sus cantos: "Vamos, famoso Odiseo, gran honra de los aqueos, ven aquí
y haz detener tu nave para que puedas oír nuestra voz. Que
nadie ha pasado de largo con su negra nave sin escuchar la
dulce voz de nuestras bocas, sino que ha regresado después
de gozar con ella y saber más cosas. Pues sabemos todo
cuanto los argivos y troyanos trajinaron en la vasta Troya por
voluntad de los dioses. Sabemos cuanto sucede sobre la tierra
fecunda."
Y es que la ciudad tradicional tiene el embrujo de estar permitiendo cada día que el paseante pille su particular retorno al origen.
(Las citas de la Odisea, de Homero, están tomadas de la Edición digital del Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa, ILCE)
Por el nombre de
ResponderEliminarla plaza, se deduce
que no es Valladolid .
Pues sí lo es, sí.
EliminarRealmente es una escultura muy bien concebida. Dan sensación de paz.
ResponderEliminarDe todas formas, creo que las tres sirenas están esperando a la persona que porta un paraguas, y que está frente a ellas, de camino, con su maleta. Quizá para no correr el riesgo de mojarse, ya que se han acostumbrado al asiento que tan amablemente les ha cedido el consistorio de la ciudad.
Una ciudad con esculturas es algo más que una ciudad.
Me ha gustado mucho la entrada
salut
Jaj, sí al otro extremo de la plaza está el comediante, ya me acordaré de él otro día. Respecto a las sirenas me gusta más esta realización en cuanto a su estilo e imagen que las anecdóticas y costumbriostas que adornan hoy pueblos y ciudades como herederas de las de corte historicista tipo XIX y partre del XX.
EliminarLa escultora es amiga mía de toda la vida.
Lo malo de estas sirenas, es que parecen unas inofensivas vecinas de la localidad, en un momento de asueto, charlando sobre sus cosas y mirando al tendido para poder criticar al paseante despistado, con lo cual éste, al no ir debidamente atado en prevención, puede caer en sus garras, sin salvación posible.
ResponderEliminarNo me cabe duda; además, la tentación siempre sale al encuentro
EliminarVallisoletano:
ResponderEliminarparecen tres comadres hablando de sus cosas y fisgoneando. Seis ojos y tres lenguas dan para mucho, pero que mucho.
Salu2.
Comadres o no son sirenas; claro que habrá sirenas comadres también. Los mitos, las representaciones fantásticas y las leyendas se basan en la vida cotidiana de la gente, en toda la historia.
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