Dicen que los primitivos reclamos comerciales consistían en que sobre la entrada de un local eran colocados objetos relacionados con lo que allí se despachara. Ramas de olivo, piezas de carne, un tejido. Posteriormente estos objetos de venta pasaron a ser convertidos en una forma nueva de reclamo simbólico, bien metálico o en madera o en estuco. Una llave grande colgada podía decir que allí había una fragua donde entre otras cosas hacían llaves, por ejemplo. Recuerdo un comercio vallisoletano de mi infancia que si bien en la fachada había un cartel que decía Calzados y curtidos Lobejón La Bota Grande, tenía colocada en el escaparate una gigantesca y artesanal bota de calzar que al niño se le antojaba digna del gigante de Pulgarcito.
A lo largo de los siglos los modos de dar a conocer in situ un establecimiento o tienda fueron evolucionando. Los objetos señalando de qué iba el comercio han persistido durante mucho tiempo. En la calle Jan Neruda de Praga se mantienen como reliquia de fachadas hermosos relieves que señalaban antiguos comercios, talleres o mesones. Los tres violines, La llave dorada, La casa de los Pozos de Oro, Los tres lirios, etc. preservan la memoria de antiguos usos. Pero el poder del alfabeto y de la tipografía se fue imponiendo poco a poco desbancando prácticamente las imágenes tradicionales.
Un paseo por la animada ciudad siempre depara detalles que conviene apreciar y también disfrutar. Algunos de esos detalles son los rótulos comerciales que en los últimos años han prosperado realizados con diferentes materiales y sobre todo dotados de creatividad más o menos ingeniosa. El rótulo tradicional, basado en la tipografía, es decir en los modelos de los caracteres de las letras, aportó en épocas pasadas un valor encomiable. Sigun en vigor. Se habían perdido en gran medida las imágenes físicas representativas del carácter de un establecimiento, y había triunfado el rótulo de letras, con todo el surtido de estas que cada comercio eligiera o se llevara por moda. Hoy día vemos que muchos comercios de la ciudad han recuperado la vieja tradición de una imagen como referencia de lo que allí dentro se ofrece, pero a su vez, casi siempre compaginándola con el nombre del establecimiento. Esta recuperación de imágenes aporta frescura visual, creatividad y estética, y facilita una mayor percepción del comercio por parte del ciudadano.
Algunos locales responden a identidades corporativas generalizadas, vas a cualquier otra ciudad y te las encuentras. Pero hay comercios locales que refuerzan con un cartel imaginativo la publicidad de los mismos. Encontrar banderines colgantes o placas metálicas con una imagen en la fachada o reproducciones en el cristal de un escaparate es cada vez más frecuente. En un paseo entre varias calles céntricas se pueden encontrar una serie de letreros que animan no solo la presentación del negocio, logrando recabar la atención del viandante, sino que amenizan y embellecen el carácter comercial de la calle. Véanse a continuación algunos ejemplos captados en una mañana otoñal. Pero seguramente quedan muchos más.
Las imágenes corresponden a comercios, restaurantes o bares situados en calle Esgueva (El Taller del Gallo), Platerías (Ringo & Otto, La casa del sombrero, La tetera) Conde Ansúrez (Jamonería Sarmiento, Bariloche, Cosetodo Larrueca), Correos (El caballo de Troya), Angustias (Peluquería y Barbería Iván Fernández, King Delhi), Comedias (Corral de comedias), Arribas (El largo adiós), Rúa Oscura (Majuelos y lúpulos), Fuente Dorada (Óptica Blanco), Fray Luis de León (El recreo), Plaza Circular (Que hierva), Cervantes (Gastrobar Descosidos), Santuario (La gata y la luna) Montero Calvo (Lashes & Go) Puente Colgante (Bicis Robike)
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