Son vecinas de dos reinos, aunque provengan del mismo. Una de la naturaleza física y viva en forma de jardín. Está en el Campo Grande. Otra convertida en ornamento de fachada arquitectónica. Mora en la Acera de Recoletos, bien en la Casa Mantilla o en la Casa del Príncipe, dos edificios de gran empaque tanto constructivo como decorativo. Prácticamente se miran. Se diría que ambas, la vegetal y la ornamental, conversan y cuchillean amablemente por su proximidad.
Si el acanto fue primero una ninfa a la que transformó Apolo en planta es cosa del mito. Uno ni entra ni sale en las correrías que se traían dioses y mortales según la mitología griega. Si el mito se trasladó luego a capiteles de la arquitectura del mundo clásico, por ejemplo en el orden corintio, ya es una conversión al simbolismo. Los estudiosos del simbolismo Jean Chevalier y Alain Gheerbrant dicen a propósito: "La hoja de acanto orna los capiteles corintios, los carros funerarios, la vestimenta de los grandes hombres, porque los arquitectos, los difuntos, los héroes han triunfado sobre las dificultades de su labor". Es decir, que la hoja de acanto contendría, debido a sus pinchos, el significado de dificultad que es superada y se exhibe como un triunfo en las artes decorativas. La hoja de acanto se ha multiplicado por doquier en cualquier época y estilo constructivo, y ante los ojos se nos brinda esta propuesta: es la contemplación de la obra bien hecha, parece decírsenos.
Las que aquí advertimos, en esas fachadas de edificios burgueses de finales del siglo XIX y principios del XX, ora más ampulosas ora más estilizadas, parecen exaltar y cerrar para la mirada del paseante el esfuerzo de unos arquitectos que ejecutaron su obra bien con un criterio historicista de resabio francés (la Casa Mantilla) o bien influídos por un modernismo que algunos críticos tacharon de inseguro (la Casa del Príncipe)
Aunque algunos no lo crean unas y otras hojas de acanto, las vegetales y las ornamentales, se celebran mutuamente.
Un elemento orgánico y motivo recurrente de movimientos artísticos. No me desagradan, en ocasiones complementan y hacen las fachadas más amables, como en alguna de las fotos que nos has puesto.
ResponderEliminarSalut
Casi toda la arquitectura de todos los tiempos contiene, en mayor o menor medida, ornamentación, la arquitectura religiosa y la civil. Incluso el estilo llamado cisterciense que era o pretendía ser austero, tiene sus características ornamentales, aunque fueran mínimas o geométricas.
EliminarOrnamentales o naturales, bienvenidas sean, si ensalzan el afán de superación.
ResponderEliminarEn efecto. Es un símbolo constructivo, y no solo de edificios para habitar.
EliminarEl acanto es una planta que me gusta en mi jardín: tengo algunos macizos que llenan los huecos de las flores que se secan en verano. Generalmente les corto los tallos de las flores porque agotan la planta y muere durante el año. Si se dejan florecer los escapos, las semillas son expulsadas con un ruido de petardo que sorprende a los transeúntes. Es una buena elección la que hicieron los corintios para vestir los capiteles: la hoja de olivo habría cubierto mucho menos bien... ;)
ResponderEliminarDichoso tú que dispones de jardín, para acanto o para la especie que prospere. La hoja de olivo está bien en el olivo. Pero, ¿y las de la higuera? Es también hermosa, y de una textura aterciopelada especial.
EliminarPaseante:
ResponderEliminar¡no tenía ni idea de la simbología del acanto! Me gusta que las fachadas estén bien decoradas.
Salu2.
Se ve que los decoradores de aquellos edificios ya centenarios apreciaban lo vegetal y lo geométrico mucho más que la monotonía de estilo del presente.
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