En la Plaza de Santa Cruz el visitante accidental va buscando el monumento arquitectónico. El paseante ordinario se solaza buscando la sombra de los monumentos verdes. Árboles como el tejo, el cedro del Atlas o los plátanos, a más de los jardincillos que ornamentan el espacio, generan un conjunto de vida verde no solo refrescante sino de una belleza estética considerable. Les acompañan, sorteando el cuadrilátero, unas cuantas columnas de granito ahora dispersas y que antiguamente estarían vinculadas con cadenas, al estilo de las columnas de San Pablo o las de los leones de la portada antigua de la Universidad, para indicar y delimitar el fuero propio que el Colegio de Santa Cruz disponía, fuero obtenido de los Reyes Católicos por el elevado poder del cardenal Pedro González de Mendoza. Esto es historia y de aquellos poderes estas piedras pinaculares que dan más valor a la plaza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario