domingo, 16 de octubre de 2016

Callejeando, según Pierre Sansot.




Tal vez todas las ciudades de nuestro tiempo se parezcan. La modernidad las uniforma. Tal vez aquellas ciudades que tienen en su haber un pasado y huellas latentes de distintas épocas se asemejen todavía de manera más entrañable. Pues no solo comparten las marcas no siempre gratas del presente  -tráfico desmesurado del automóvil, dificultades viarias, contaminación consecuente, exceso de mobiliario urbano que congestiona cada vez más los espacios del peatón, etc.-  sino que se compensan con un cierto grado de monumentalidad, con una arquitectura antigua que pervive, con cascos antiguos que recuerdan de alguna manera nobles estructuras de asentamientos humanos que han poblado anteriormente la misma ciudad. Y que, por lo tanto, la han hecho para que llegara hasta nuestros días.

El paseante puede y sabe elegir las zonas por las que quiere transitar con despreocupación. El paseante no es un individuo detenido en el tiempo, anclado en miradas nostálgicas, si bien no pasaría nada porque lo fuera, pues anhela tanto contemplar los cambios de su ciudad como recuperar un paso lento, principalmente si dispone de tiempo. El paseante callejea, se relaja y observa lo que acaso no había conseguido ver con anterioridad. El filósofo y escritor francés, ya fallecido, Pierre Sansot, autor de una obra de reflexión, Del buen uso de la lentitud, dice cosas como éstas al respecto:

"Callejear no es detener el tiempo, sino adaptarse a él sin que nos atropelle. Implica disponibilidad y en resumidas cuentas no querer apresar el mundo. Contemplamos las mercancías sin tener necesariamente el deseo de comprarlas. Miramos los rostros con discreción y no tratamos de llamar su atención. Caminar libre, lentamente, en una ciudad presurosa, no atribuir valor más que a la maravilla del instante en una sociedad mercantilista, suscita mi simpatía. En el aspecto de la callejeadora ociosa hay algo de soberano y fluido. La mirada curiosa, sagaz, móvil del que callejea respira inteligencia y me resulta agradable observar a ambos".

Volveré a citar a Pierre Sansot. La fotografía corresponde a la Plaza del Caño Argales. Pero ese espacio se merece una entrada aparte.






2 comentarios:

  1. Si es que Sansot tiene mucha razón. Pasear y que no se note que observamos, sin premura y guiándonos por el impulso de ir según nos plazca.

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    1. Siempre que no se nos regatee la ciudad. Pasar desapercibidos no es difícil y obtener oxígeno visual es un placer.

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