sábado, 19 de octubre de 2024

Aquella casa del portero mayor de la Universidad

 


No solo lo que es visible existe. También lo recóndito y retirado puede deparar sorpresas, no obstante su sencillez. Una construcción, simplemente por su veteranía y por un papel histórico que ha jugado en la vida civil de una urbe, debe ser reconocida y salvada.

He aquí una casa harto antigua a la vista de los materiales que exhibe. Piedra, ladrillo y madera, además de la tejería tradicional, dan fe de que se trata de un edificio más que centenario. Cerrada a cal y canto desde hace décadas podría decirse que está condenada a desaparecer, pero la palabra la tiene la propiedad del edificio, la Universidad. Pues en terreno universitario se halla, pegada a la Facultad de Derecho.

Aunque en pleno centro urbano, al lado de la plaza de la Universidad, la casa pasa desapercibida, si bien muchos dirán que da igual porque no tiene nada que ofrecer. Salvo la muestra, bastante digna a mi modo de ver, de su obsolescencia y vejez. Y sin embargo cumplió una función. Se encuentra en la convergencia de dos calles recónditas, la de Doncellas y la de Tercias. Nombres evocadores que nos trasladan a tiempos pretéritos 




Probablemente desde mediados del siglo XIX este edificio estuviera habitado por el denominado portero mayor de la Universidad de Valladolid. Comoquiera que en cada edificio universitario del pasado hubiera un bedel responsable de la conservación, de las reparaciones, de mantener la limpieza y aseo, además de la vigilancia para prevenir robos o incendios, tales bedeles eran coordinados por un bedel o portero mayor al que se le concedía vivienda. Parece ser que hasta hace casi cuarenta años vivió en esta casa un responsable que no sé si conservaría el solemne título pero que cumplía su función. Y el hecho de que fuera denominado portero no conlleva el sentido más rebajado que a veces ha tenido la gente del oficio, sino que en el pasado la Universidad le consideraba de manera importante, incluso contando con su presencia en actos académicos solemnes.

Creo que un edificio significativo como este, vinculado a la Universidad, aparentemente menor y que no tiene las connotaciones artísticas de otros espacios más conocidos -la fachada de la Universidad histórica, el Palacio de Santa Cruz- que son los visitados por los viajeros, sí que merecería la pena ser rescatado del inevitable deterioro. Siquiera por el rol que jugó y porque es una construcción con elementos arquitectónicos tradicionales que habría que conservar. Búsquese un destino al edificio, relacionado con lo universitario o como nexo de comunicación de la institución académica con la sociedad civil. Seguro que se puede encontrar un uso que salvaría del ostracismo a la casita.










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