Que el anagrama del escudo formara con las dos iniciales de nombre y apellido del fabricante una llave tenía su ingenio. ¿Qué sería antes? ¿El anagrama o el nombre de llave? Seguramente el chocolate. Fuera lo que fuera el diseño estilizado era un gancho que permaneció en la retentiva de los vallisoletanos durante décadas. Una identidad corporativa que se metía por los ojos. El edificio de viviendas remodelado en 1951, y que conocimos como fábrica en su día, permanece ahí, justo en la confluencia de la calle Recondo con el Paseo del Arco de Ladrillo.
En el blog de Domus Pucelae leo:
"La historia de tan popular marca de chocolate en el ámbito vallisoletano comenzó cuando Pedro López llegó a Valladolid en 1821, donde su espíritu emprendedor le movió a abrir un almacén de vinos y ultramarinos en los soportales de Cebadería. Treinta años después este negocio fue heredado por su sobrino Eudosio López Civera, al que incorporó la fábrica de chocolates La Llave.
El establecimiento tuvo tanto éxito que se quedó pequeño, de modo que en 1883 fue abierto un nuevo despacho en la calle del Val y en 1890 otro en la calle de Santiago, donde, junto a los productos de ultramarinos y el chocolate fabricado allí mismo con cacao traído de Sudamérica, se continuaron vendiendo vinos españoles y otros importados, especialmente champán y vinos de Borgoña y de Burdeos.
El negocio del chocolate conoció un auge mayor a partir de 1891, trasladándose la fábrica desde el centro hasta el Paseo del Arco de Ladrillo, consiguiendo, como representante de Valladolid, dos medallas de plata en la Exposición Universal de París de 1900, un año después de la erección de la famosa Torre Eiffel.
La producción de chocolate continuó con Eudosio López Doncel, que entre 1936 y 1939 sufrió las consecuencias de la Guerra Civil y los años de escasez y racionamiento que la siguieron. Fue entonces cuando se comercializó el llamado chocolate Familiar nº 5, que por la escasez en la llegada de azúcar incorporaba mayor cantidad de harina, dando lugar a un inconfundible chocolate a la taza que conocieron varias generaciones. En los años del desarrollo aparecerían modalidades de mayor calidad, como el chocolate con leche y con avellanas, dedicándose, entre 1954 y 1992, prácticamente a la exclusiva producción de este popular producto".
Todavía existe el chocolate de hacer, ¡y de comer a mordisco!, como me dijeron en el comercio de Severo Fraile cuando me di el gustazo de comprar una tableta el otro día. Uno ha echado en falta los cromos sobre Historia, animales o monumentos que coleccionamos cuando éramos niños. Y mira que he mirado entre el envoltorio.
Interesante historia. Un negocio muy de mi agrado. Cuántos apetitos habrá satisfecho escoltado por pan durante aquellas infancias de posguerra...siempre negro, que resultaba más económico y sano, que se dice ahora.
ResponderEliminarNo conocí esa llave, entre los levantinos primaba la tableta "valor". Los cromos, que recuerde, eran cosa de la marca Nestlé pero nunca caían en manos de los niños mas pobres pq sus familias optaban por el negro harinoso que lo mismo valía aguado para cenar como en tableta para merendar.
Una vez nos llevaron en el cole a visitar la fábrica, como nos llevaban a una central lechera o a un periódico, esas visitas ya venían de muy antiguo. Pero por ejemplo de Nestlé sí que tengo algún álbum. Pena que no guardara otros que coleccionábamos de los que comprabas en sobre en los quioscos. Incluso el de Los Diez Mandamientos, película, lo debí regalar...pero andando el tiempo volví a encontrar uno en un mercadillo por cuatro perras y no pude resistir la tentación de comprarlo. Supongo que el mercado de La Llave era más reducido a esta zona, como pasaba en casi todas las provincias siempre había una o varias fábricas de chocolates y bombones. Aquí hubo una muy importante y de alta calidad hace décadas llamada Bombones Uña, fabricaba unos cortados, unos bombones cuadraditos riquísimos. Andando el tiempo la compró Ruiz Mateos y los bombones cayeron en picado.
EliminarLo del negro arenoso es un calificativo correcto.