lunes, 10 de octubre de 2016

Los dinosaurios acaso estuvieron aquí o cómo llevar alegría plástica al barrio San Pedro Regalado




Porque la pintura no es solo una representación, es sobre todo emoción y placer visual. Un alarde alternativo frente a los borratajos que manchan y afean paredes. Si es en un barrio tan espléndido como tranquilo, la armonía está servida. En efecto, el barrio de San Pedro Regalado mantiene una calidad urbanística indiscutible. La sensación que te transmite cuando paseas por él es que es un barrio de los que ya no existen. La morfología de las casas, donde las nuevas se han integrado con las tradicionales, el centro comercial próximo y el servicio de autobús que conecta con el extremo opuesto dice a su favor. ¿Solamente eso? Uno sospecha que un barrio como éste, en que viven desde hace décadas gran parte de su vecindario, mantiene todavía un calor y unas relaciones humanas como poco sumamente respetuosas. Si siguen siendo colaborativas lo tendrán que decir ellos.




Hace un par de semanas que la Asociación de Vecinos Los viveros promovió junto con el colectivo de expresión gráfica y literaria La criminal un encuentro entre gente del barrio y artistas e ilustradores para pintar murales en distintos puntos, viejos y nuevos, de algunas calles. Que con ello pretenden abrir nuevas vías comunicativas entre vecinos de toda la vida y gente llegada recientemente, o simplemente que se presta para la ocasión, es un objetivo estimulante que debería tener continuidad. A mis ojos les gustaron todas y cada una de las expresiones plásticas que vieron. Unas más en el plano del cómic, otras con un tono de corrientes vanguardistas, pero divertidas y plenas de colorido. Probablemente me dejé alguna de fotografiar, pero no se puede pedir a un paseante que se dejó caer casi por casualidad por allí que acierte a todas.




¿A que lucen de lujo las columnas de los parterres con esos azules contrastados? Ánimo que quedan todavía unas cuantas. Y es que el lenguaje de los colores llena de viveza y expresión al elemento más soso que puedas encontrarte.








Una manera de aligerar las insulsas entradas a garaje. O cuando lo terrorífico se reviste de jocoso.



No por ser un mensaje tradicional, de los que solo pueden emitir los barrios pequeños, debe minusvalorarse. Cierto aire de modestia y en cierto modo idílico, sin duda, pero que transmite apacibilidad y un deseo de llevarse bien los convecinos. La mayoría de los barrios ya no tienen el carácter histórico de trabajar, vivir, ocupar tiempo y relacionarse en el mismo ámbito. La mayoría de los barrios son hoy dormitorios o específicamente hábitats de jubilados. Pero este es un tema para otra reflexión. Hoy, aquí, lo que cuenta es la mirada del paseante. y lo que saltó por el camino.


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