domingo, 15 de junio de 2025

Picaportes y mirilla, testimonios y memoria

 



Hoy mi mirada transeúnte va de puertas. Que no las busco, sino que ordinariamente salen a mi encuentro. Hay algo en las puertas de edificios ya veteranos que llaman la atención aunque uno vaya despistado o absorto. Puertas de madera o metálicas con alguna decoración, el colorido, el modo de estar organizadas las hojas de la puerta, las tallas de sus relieves o, como en este caso, los aditamentos de uso en su época y hoy, afortunadamente, luciendo decorativos y testimoniales. Aquí el señorial picaporte.

El portalón que luce esos picaportes -prefiero el término al más ambiguo de llamador y por supuesto tampoco es una aldaba- está renovado o simplemente es nuevo, como rehabilitado se encuentra todo el edificio, antiguamente palacio -inicialmente, en 1556 el Marqués de Castromonte erigió el propio- del que queda la bodega original. En el siglo pasado lo conocimos como colegio de monjas, hoy viviendas y restaurante. Estos picaportes son de nueva factura pero rememorando lo que en otro tiempo se llevaba. Prácticamente han desaparecido todos los edificios anteriores a la explosión inmobiliaria y la reurbanización de la ciudad de los años 60 del siglo XX, pero quien más o quien menos que haya conocido tiempos anteriores recordará sencillos picaportes simulando una mano que llama y que al desaparecer los edificios pasaron a convertirse en objeto de chamarileros y coleccionistas.

No cabe mayor descripción de estos lujosos picaportes que la que nos proporcione nuestra entrega a observarlos. Luce el metal bruñido y limpio, centrando nuestra mirada, pues el resto de las hojas de la puerta no conllevan ninguna decoración especial. Hoy día podríamos denominar a la casa como la casa de los picaportes dorados que, además, resultan deslumbrantes. Aunque, ¿cuántos transeúntes se sentirán atraídos y les parecerá novedad lo que fueron motivos de la época de nuestros abuelos y bisabuelos? El edifico está en la calle Fray Luis de León.











En esta otra puerta aparece un elemento práctico que también existió en la puerta de calle de muchas casas, la mirilla. También las había en las puertas de las viviendas interiores. Un elemento circular que por la parte de dentro se giraba para proporcionar la abertura suficiente que permitiera reconocer a quien llamase. Esta puerta sí que parece original, y aunque el edificio solo tiene 75 años se ve que en 1950 aún subsistía la decoración y los elementos anteriores, acompañados además por dos tiradores para cerrar la puerta. No obstante se echa en falta el correspondiente picaporte. ¿Se extraviaría en alguna restauración?

El edificio se encuentra en la misma acera de la calle Fray Luis de León donde se halla el anterior de los picaportes.









martes, 10 de junio de 2025

Aquellos viejos almacenes junto al Arco de Ladrillo recuperados para la vida activa

 




La arqueología industrial puede deparar una segunda vida a edificios cuya construcción de origen fue inteligente y de buena factura constructiva. O más que la arqueología sería la rehabilitación integral. Algo que uno admira y se sorprende de que se haya logrado en gran parte en unas edificaciones junto a la Carretera de Madrid, nada más pasar el Arco de Ladrillo. Se encuentran situadas en la calle Santa Fe, calle que uno se pregunta si su nombre se tomaría de la locomotora célebre de tren fabricada en los años 40 del siglo pasado, pues se encuentra en la parte de atrás del depósito de locomotoras de la estación y los antiguos talleres del ferrocarril. 

Se trata de unas construcciones de planta en calle, elevada sobre el nivel de esta, y una zona soterrada. Fueron los denominados Almacenes Generales de Castilla que el arquitecto Ortiz de Urbina diseñó en 1874, levantados con tejado a doble vertiente y utilizando solamente ladrillo y madera. Estos almacenes, que cobijaron mercancía llegada de otras partes del país jugando así un papel decisivo en el suministro para la ciudad, permaneció durante décadas en un abandono peligroso. Ha sido recientemente cuando varios proyectos empresariales, que ya no remiten al almacenamiento del pasado, han permitido recuperar y dotar de vida a varias zonas del largo edificio. Empresas como Andén 47, espacio para espectáculos y creación artística y cultural promovido por el colectivo Fresas con nata, o el autodenominado Teatro de ilusiones Serendipia, o DS, un gimnasio y fitness, o el estudio de arquitectura y urbanismo G33, e incluso hubo durante un tiempo un restaurante.

Llama la atención del paseante el acceso a cada una de las dependencias a través de una corta escalera, debido a ese nivel de la planta del edificio que se encuentra por encima del plano de la calle. Le da un aire diferente, de una coquetería inhabitual y campechana. Como puede verse en alguna fotografía aún hay tramos sin recuperar y dotar de uso y es una pena, porque la garantía de supervivencia reside precisamente en que haya vida y actividad.













Ah, la curiosa y metemeentodo urraca de un espacio ajardinado próximo no podía faltar a la pose fotográfica.




Algunos enlaces para ampliar conocimiento o simple información:

https://arquitecturava.es/proyectos-valladolid/almacenes-generales-de-castilla/

https://www.oigaestudio.com/project/anden-47-escuela-de-baile-licencia-ambiental-valladolid-madrid-palencia/

https://delicias.deigualaigual.net/historia-vivida-de-delicias/almacenes-generales-de-castilla

Francisco Domínguez Burrieza, "El Valladolid de los Ortiz de Urbina". Ayuntamiento de Valladolid, 2011.





domingo, 1 de junio de 2025

Imprescindible y hondo Eduardo Chillida en el Palacio de Villena

 



"Ocupar un lugar y no tener medida:
¿no será esto el espacio?"


Esta frase verso se me había quedado en la mente de una lectura de los escritos de Eduardo Chillida, lectura que practico con cierta recurrencia porque esos escritos están cargados no solo de pensamientos sino sobre todo de sugerencias, comprobaciones que cuestionaba y dudas. Es decir justo lo que un hombre creador debe sentir cuando hace. Para mí Chillida no es tanto entender como sentir. El arte es subjetivo para el que lo practica, pero aún mucho más subjetivo para el receptor. Naturalmente a uno le interesa saber en la medida de lo posible lo que quería decir el escultor pero me siento más afectado por lo que percibo. Sensaciones, intuiciones, vuelos que echan el pulso con la racionalidad al uso de otros estilos y géneros de hacer arte. Pero esas percepciones mías son también, o sobre todo, entendimiento. Como recuerda Victoria Cirlot en un artículo Chillida solía repetir aquello de trabajar hacia adentro, sabiendo como sabía que una obra está dirigida primero hacia el interior del que la desarrolla. Si un artista como Chillida tenía claro este principio, ¿cómo no lo va a tener un simple diletante como yo, que busca interiorizar las obras que le dicen y le significan? Ante la obra de Chillida no me pido respuesta a la pregunta lineal de: ¿qué quiere decir cuando da un nombre determinado a tal escultura? Y no por ello soy menos curioso ni dejo de buscar el placer o el desasosiego que me pueda aportar.

 



Pues bien, estos devaneos míos vienen a cuento de que esta semana última se ha inaugurado una exposición en el Palacio de Villena de cincuenta y tantos trabajos de diversa entidad, tamaño y material realizados por Eduardo Chillida. Bajo la denominación expositiva de Chillida. Mística y materia, se han repartido las obras por las espléndidas salas del Palacio de Villena, edificio que se encuentra frente al Museo Nacional de Escultura, del que depende. Para enfocar la obra a ese vínculo espiritual y místico se han colocado varias obras de la imaginería religiosa del fondo del Museo de esculturas del gótico brabanzón, del gótico germánico, de Juan de Juni, de González Velázquez, de Felipe Bigarny, de Pedro de Mena, de Gregorio Fernández y hasta un bodegón de Luis Meléndez. Ciertamente esta obra de acompañamiento es escasa y no me parece mal porque la obra de Chillida, tan numerosa como impactante en estas salas  ya lo llena todo.





Hay tres obras de considerable tamaño que se encuentran en terreno del Museo de Escultura, mientras el resto del conjunto expuesto, el mayoritario, está en el Villena. En el zaguán el Peine del viento XVII, en el patio porticado el Locmariaquer IX y en el jardín Lo profundo es el aire XVII. Lo cito para que no se le pase al visitante que vaya directo al Villena.

Eduardo Chillida en sus Escritos:

"Yo me paso la vida buscando en mi estudio -mi lugar favorito- para intentar aproximarme a lo que desconozco. Ahí me he dado cuenta de que existe el tiempo en mi escultura. Existe en una versión que no es la versión temporal corriente. Es la de un hermano del tiempo: el espacio. El espacio es un hermano gemelo del tiempo. Son dos conceptos absolutamente paralelos y similares. Y como yo estoy muy condicionado por el espacio, he estado siempre muy interesado por el tiempo. De hecho, mi tiempo es muy lento; pero ese tiempo es el del reloj, que es el que a mí no me interesa. Me interesa el tiempo que es armonía, es ritmo, son medidas".





Otro texto del escultor que hace reflexionar:

"No creo demasiado en la experiencia. Pienso que es conservadora. Yo creo en la percepción, que es otra cosa. Es más arriesgada y más progresista. He llegado a darme cuenta de que pierdo fuerza conforme pasan los años. Un día, pensando en estas ideas, me di cuenta de que había una cosa en la que yo seguía mejorando con la edad: la percepción. Percibo mejor. Incluso mis ojos ven mejor, siendo peores que cuando tenía treinta años. Eso es muy positivo y gratificante. Hay algo que todavía quiere ir hacia arriba y quiere crecer. Además, creo que eso es lo que hace percibir, y el percibir actúa directamente en el presente, pero con un pie puesto en el futuro. La experiencia, en cambio, hace lo contrario: estás en el presente, pero con el pie puesto en el pasado. Es decir, prefiero la postura de la percepción. Todo mi trabajo es hijo de la pregunta. Soy un especialista en preguntas. Algunas son respuestas".

Imprescindible se hace en estos tiempos seguir visualizando la obra del escultor Eduardo Chillida. Una oportunidad que nos brinda la dirección del Museo Nacional de Escultura y la Fundación Eduardo Chillida/Pilar Belzunce. La exposición estará abierta hasta el 14 de septiembre. Es un lujo que frente al mismo Palacio de Villena tengamos permanentemente a pie de calle su obra Lo profundo es el aire. Homenaje a Jorge Guillén. 




















































* Los textos de Chillida los reproduzco del precioso libro titulado Escritos que La Fábrica Editorial publicó en 2005.