viernes, 29 de noviembre de 2024

Postales de otoño. Subida de la cascada

 


Misterio del inicio. Los escalones distantes y deteriorados por el tiempo sugieren una ascensión. ¿A dónde conducen? A una cima, se dirá. Pero ¿y si más allá de la cima hay otra cima? No nos lo planteamos. Lo importante es que siga habiendo escalones o una senda por la que sea posible la subida. Los humanos tenemos la tentación de conquistar las alturas o de ir más allá. Lo vertical y lo horizontal se nos ofrecen como dos direcciones que, siquiera en nuestra imaginación, anhelamos tomar. No podemos olvidar lo profundo, pero esta dimensión tienen connotaciones más complicadas.

La subida, lenta y firme, a la cima de la cascada sugiere la idea de una peregrinación. ¿Qué hay allá arriba? Una visión limitada y pletórica de fronda y de lago. Pero el paseante sabe que lo más importante no ha sido llegar y, aun disfrutando de una parcelada visión del parque y de su arboleda, se siente atraído sobre todo por el camino escalonado, que también se presta a múltiples metáforas y simbolismos. Esa subida de peldaños maltrechos le recuerdan a una calzada romana. Calizas que hacen de riscos bordeando el camino y solazándose con la floresta. Sillares llegados no se sabe cómo y cuándo de antiguas edificaciones desaparecidas. Y en cada paso uno sueña que se sumerge en un territorio desconocido y selvático. ¿No era lo que fantaseábamos de niños al jugar en ese entorno? Una ascensión sin ansiedad, sin deseo de llegar a ninguna parte, reconfortado solamente por la exuberante y bondadosa vegetación. ¿No es este anhelo el que pide el cuerpo a las personas que han llegado a edades provectas?

El otoño le sienta bien a la subida a la cascada, así como beneficia con total espectacularidad al Campo Grande en su conjunto. Pero, ¿acaso hay alguna estación del año que no dote de belleza y satisfacción al parque? 




  

lunes, 25 de noviembre de 2024

Diálogo de máscaras del Reino de Oku en el Museo Africano del Palacio de Santa Cruz

 



Las máscaras del museo dialogan entre ellas. ¿De qué hablarán? Tal vez de los vetustos rituales que reunían a toda la tribu. Recuerdo de sus bailes, sus ritmos, sus canciones, sus símbolos.  Invocaciones a los elementos de la naturaleza. Conjuras contra los animales salvajes. Advocaciones para lograr una caza satisfactoria. Narraciones al calor de la hoguera nocturna donde se seguían transmitiendo los mitos. Pero las máscaras se saben por encima de todo lo que las gentes ejecutaran. Saben que su poder reside en la exageración de sus facciones, en la transmutación de sus formas, en la proyección monstruosa que convierte a la máscara en un ser híbrido, diferente, donde ya nada es solo meramente humano y se vincula al espíritu animal. La máscara es la imagen de otra encarnación de la naturaleza donde no hay límite marcado entre el hombre, los animales y la tierra. En ella caben los grandes secretos de la vida: la fertilidad de la hembra y del suelo, el tránsito a la madurez, la lucha por la subsistencia, la asunción del destino final inexorable.

Gran parte de la colección de máscaras del Reino de Oku, una lejana y pequeña región de Camerún, representan animales. Puede leerse en la página del Museo Africano de la Fundación Arellano.Alonso:

"Uno de los elementos más representativos e impactantes dentro del arte de Oku son las máscaras pertenecientes en la mayor parte de los casos a las sociedades secretas que siguen contando, aún en la actualidad de gran importancia dentro de la jerarquía social. Su función es mantener el orden y frenar los comportamientos antisociales que amenacen el bienestar general o que atenten contra las costumbres tradicionales, siempre con el fin de mantener la armonía y paz en toda la sociedad. Algunos ejemplos de sociedades secretas las encontramos en el ámbito de la justicia, funerales o entronizaciones. 

A la belleza estética de cada una de ellas se le une el misterio pues el modo de creación debe permanecer en el mas absoluto secreto, entre otras cosas porque pueden castigar debido a la gran carga mágica (en un sentido medicinal), que las da poder e incluso vida propia. 

Las danzas y los movimientos que realizan en ceremonias y rituales tradicionales son el modo de expresar este poder. La composición de las máscaras es la siguiente: pieza tallada, cubre-rostro (que en la representación final es como si mostrara el cuello".

Las máscaras hablan entre sí. Pero el visitante se ve involucrado en otro tipo de diálogo, que se mueve entre la sorpresa y la interrogación. La estética ubicación de estas figuras en el museo, en un espacio ambientado por una luz que sumerge al visitante en otro mundo, invita a recorrer la amplia sala de San Ambrosio en el Palacio de Santa Cruz. Las máscaras son solo una parte de lo que puebla esta sala, donde se pueden contemplar además otro tipo de objetos etnológicos relacionados con el poder, las creencias o la música. Pero hay otras dos salas, la de Renacimiento y la de los Rectores, donde puede contemplarse un repertorio muy interesante de cerámica en terracota o monedas. Estas dos exposiciones bien merecerán para el paseante otro recorrido más adelante.




























viernes, 22 de noviembre de 2024

Postales de otoño. Neptuno

 


Deidad Neptuno. Si hay un personaje más recóndito que ningún otro en la ciudad ese eres tú. Y sin embargo, tal vez esa condición de permanecer reservado es la que te permite disfrutar de un edén, el Campo Grande. Y de ocupar, cual trono, un espacio más paradisíaco todavía, una pequeña ínsula  en el río de las aguas apacibles y de los ánades que te acompañan. Protegido por los cañaverales hay épocas fecundas del año en que más que verte se te adivina. Pero el otoño, que pone a tus pies la floresta marchita, expone tu desnudez a los ojos del paseante. 

Dicen que te trajeron de otra parte. Pero yo te descubrí. Porque nada instalado en su lugar adquiere la categoría que se merece hasta que cada paseante lo descubre. Lo curioso de tu trayectoria vital es que eres un superviviente. Se te considera la escultura pública más antigua de la ciudad, por el mero hecho de que otras estatuas fueron desapareciendo en los últimos dos o tres siglos. Ahora que lo pienso, creo que tu isla secreta es un refugio donde estás a salvo de avatares. 

No te parieron para un rincón sino para ser observada y apreciada en una fuente del primitivo Paseo de Recoletos, antes de la actual configuración del Campo Grande del alcalde Miguel Íscar. No fuiste la única estatua que adornó una fuente, pues parejas a ti estaba una representando a Venus, que llamaron también de la Abundancia, y otra de Mercurio. Solo imaginar esa exposición de tres fuentes presididas por una diosa y dos dioses de la mitología griega se le cae a uno la baba de gusto estético al contemplar con la imaginación. Pero desgraciadamente las tres fuentes fueron desmontadas en una remodelación del paseo a medidado del siglo XIX y las esculturas desaparecieron. Salvo tú. 

Se habla de que también una escultura del rey ilustrado Carlos III, esta del Siglo de las Luces, que presidía la Puerta del Carmen en el camino de salida a Madrid, se sumergió en las entrañas del misterio al ser derruida la puerta. Pues bien, estimada deidad. Vuelvo a lo de antes. Eres un sobreviviente, estás aún por azar, date por contento. Pues te rescataron de un almacén de obras y hace casi un siglo te colocaron en ese lugar con encanto. ¿Cuántas esculturas han tenido la suerte que tú, en una ciudad que ha conocido un grado de destrucción considerable? Solo pensar que otras estatuas fueran destrozadas, vendidas clandestinamente o hurtadas para adornar la finca de un gran propietario, ya da grima. 

Considera un lujo existir en un emplazamiento que, si bien no dispone de aquella parafernalia de las fuentes de otros tiempos, ni falta que hace, al menos te aproxima a tus orígenes. ¿No eres acaso el gran señor de los océanos? ¿No es el río manso que transcurre a tus pies una lengua de agua donde contemplarte desde tu temple de mármol?




jueves, 21 de noviembre de 2024

Presentación de Llámala, poemario de Lola Andrés, en la Fundación Segundo y Santiago Montes

 


Viernes 22 de noviembre de 2024, 20,00
Presentación de Llámala, poemario de Lola Andrés.
Presenta Esperanza Ortega 


"No es calor, lo que se busca 
es ansia, un combate 
infernal. En sueños 
vas a los abismos, llamas 
a los seres más torvos. 
Sueña, sueña. Purga por los arcángeles 
que van cayendo 
helados. Aquí 
apagan la llama. Llámalos." 

Lola Andrés (1961, València). Ha recibido premios como el Alfons el Magnànim de poesía en valencià o el Gerardo Diego de la Diputación de Soria. Tiene publicados los siguientes libros de poemas: Moléculas y astros, Jocs de llum, Materia, Cielo líquido, Travesía de Uno, Llámala y las plaquettes Pendiente del aire, junto a Eva Hiernaux, Poemes (Catàleg i exposició Angles del buit en el Centre del Carme de València con las pintoras Carolina Ferrer y Encarna Sepúlveda), cómo/sucede, Brecha, y Ho(yo) de hueso. Ha traducido del catalán al castellano a poetas como Joan Navarro, Teresa Pascual, Jaume Pérez Montaner, Begonya Pozo o Josep Checa. También ha traducido del alemán al catalán, junto a Anacleto Ferrer, la Poesía de Hannah Arendt y Màtria, de Rose Ausländer. Actualmente dirige la colección Marte de poesía, de la editorial Contrabando. 





"En Llámala no sólo hay una poética, sino también una dramaturgia. (…) Acotaciones y diálogos contribuyen a que la poesía adquiera presencia y dé fe de la multiplicidad. (…) 

En unas voces hay mayor desgarro que en las otras. Utilizan campos semánticos que se basan en el dolor, la herida o incluso la amputación. (…) El ritmo contribuye a que las diversas voces se emparenten. Todas trasmiten una punzante agilidad gracias a la yuxtaposición, a los encabalgamientos, a las enumeraciones y a la frecuente brevedad de los versos. (…) 

Llámala nos sumerge en un estrato más hondo que el de la conciencia cotidiana y la anécdota personal. Por eso, a lo largo del libro domina un lenguaje basado en visiones y símbolos. (…)       

La referencia al cuerpo sitúa el dolor en un ámbito exterior al lenguaje. Testimonia un más allá de lo simbólico: la escisión corporal, el desplome, la soledad absoluta. (…)       

Vivir será arder. No queda otro remedio; pero tampoco otra forma de esplendor. A la poesía le sucede lo mismo que a la vida. Las palabras van a alumbrar el alma con dolor. Parten el labio. Resquebrajan los ojos. El cuerpo queda roto tras su ímpetu. Sin embargo, esa violencia es redentora. (…)" 

Marcos Ávila. Vallejo & Co.



martes, 19 de noviembre de 2024

Postales de otoño. La faisanera olvidada

 



Querida pajarera. Buscando en un libro me acabo de enterar de que en realidad eres una faisanera. ¿Te crearon para acoger a tales especies? ¿Hubo alguna vez faisanes en tu morada? Si fue así tuvo que ser un espectáculo de una belleza inhabitual, pues abundan en este mundo las familias de los faisanes y galliformes, aunque no las veamos todos los días en nuestro entorno. 

No sé cuántos años llevas en orfandad, porque una pajarera o faisanera, si prefieres, pues no pretendo rebajar tu rango, sin aves es una pajarera yerma. Eso sí, aunque estés sin habitantes o te tengan como almacén o se ceben en ti los depredadores del spray, te salva la belleza. Porque la belleza de por sí ya es vida. Porque la belleza, tantas veces recóndita y otras tantas olvidada, se manifiesta con toda su entidad ante quienes la buscamos.

Ese estilo, que alguien con criterios orientalistas muy propios de hace más de un siglo fue capaz de trasladar a tu arquitectura, cuaja en el frondoso jardín donde te situaron. Y sabes bien que tu glorieta es tuya. Transportas ecos de edificaciones simbólicas de zonas del mundo que nos habían sido siempre ajenas. Hay quien quiere ver en ti una pagoda o un templo de la tundra o una iglesia escandinava o una casa indonesia o el quiosco de malaquita del poeta nicaragüense. Y acaso no va descaminado nadie. Porque puedes serlo todo. Porque miras hacia los cuatro puntos y reclamas el vuelo ciego de las aves desaparecidas. Porque nos solicitas a los escasos paseantes silenciosos que, como yo, desviamos el recorrido cotidiano para saludarte y dejarnos acariciar por tu hermosura visual.

Esto es una postal y se me agota el margen de espacio. Solo te hago una confidencia. Cuando era muy niño y mi padre me sacaba de paseo en sus días de asueto recorríamos tu amplio y feraz entorno. Un día me perdí justo donde estás. En realidad no me perdí del todo pero, por breves instantes que me causaron enorme desasosiego me sentí extraviado. Yo había corrido al soltarme de la mano del padre y este permaneció semioculto en la cercanía, seguramente pendiente de mis reacciones, poniéndome a prueba. En el rato que permanecí despistado recorrí fuera de mí tu perímetro una y otra vez. Moviéndome alocadamente. Cada lado de tu polígono me parecía el mismo, mi percepción espacial aún limitada no me permitía situar los ámbitos inhabituales. Hasta que mi padre se manifestó con risas burlonas que solo en parte me reconfortaron. Nunca te cogí manía por aquel desliz mío del que mi padre quiso hacer pedagogía, mi querida faisanera. La manía, si es que cabe en mi capacidad de apreciación, la dejo contra aquellos que no te dan utilidad. Pero quién sabe. Acaso tu destino consiste simplemente en transcurrir por las estaciones del año, adaptada a los rigores vallisoletanos. Y haciendo pensar a los viandantes en el misterio de mundo que preservas en tu seno.

Feliz otoño en que las hojas rojas te rinden pleitesía.



sábado, 16 de noviembre de 2024

A la caza de nuevas señalizaciones de comercios

 



Dicen que los primitivos reclamos comerciales consistían en que sobre la entrada de un local eran colocados objetos relacionados con lo que allí se despachara. Ramas de olivo, piezas de carne, un tejido. Posteriormente estos objetos de venta pasaron a ser convertidos en una forma nueva de reclamo simbólico, bien metálico o en madera o en estuco. Una llave grande colgada podía decir que allí había una fragua donde entre otras cosas hacían llaves, por ejemplo. Recuerdo un comercio vallisoletano de mi infancia que si bien en la fachada había un cartel que decía Calzados y curtidos Lobejón La Bota Grande, tenía colocada en el escaparate una gigantesca y artesanal bota de calzar que al niño se le antojaba digna del gigante de Pulgarcito.

A lo largo de los siglos los modos de dar a conocer in situ un establecimiento o tienda fueron evolucionando. Los objetos señalando de qué iba el comercio han persistido durante mucho tiempo. En la calle Jan Neruda de Praga se mantienen como reliquia de fachadas hermosos relieves que señalaban antiguos comercios, talleres o mesones. Los tres violines, La llave dorada, La casa de los Pozos de OroLos tres lirios, etc. preservan la memoria de antiguos usos. Pero el poder del alfabeto y de la tipografía se fue imponiendo poco a poco desbancando prácticamente las imágenes tradicionales.




Un paseo por la animada ciudad siempre depara detalles que conviene apreciar y también disfrutar. Algunos de esos detalles son los rótulos comerciales que en los últimos años han prosperado realizados con diferentes materiales y sobre todo dotados de creatividad más o menos ingeniosa. El rótulo tradicional, basado en la tipografía, es decir en los modelos de los caracteres de las letras, aportó en épocas pasadas un valor encomiable. Sigun en vigor. Se habían perdido en gran medida las imágenes físicas representativas del carácter de un establecimiento, y había triunfado el rótulo de letras, con todo el surtido de estas que cada comercio eligiera o se llevara por moda. Hoy día vemos que muchos comercios de la ciudad han recuperado la vieja tradición de una imagen como referencia de lo que allí dentro se ofrece, pero a su vez, casi siempre compaginándola con el nombre del establecimiento. Esta recuperación de imágenes aporta frescura visual, creatividad y estética, y facilita una mayor percepción del comercio por parte del ciudadano.

Algunos locales responden a identidades corporativas generalizadas, vas a cualquier otra ciudad y te las encuentras. Pero hay comercios locales que refuerzan con un cartel imaginativo la publicidad de los mismos. Encontrar banderines colgantes o placas metálicas con una imagen en la fachada o reproducciones en el cristal de un escaparate es cada vez más frecuente. En un paseo entre varias calles céntricas se pueden encontrar una serie de letreros que animan no solo la presentación del negocio, logrando recabar la atención del viandante, sino que amenizan y embellecen el carácter comercial de la calle. Véanse a continuación algunos ejemplos captados en una mañana otoñal. Pero seguramente quedan muchos más.

































Las imágenes corresponden a comercios, restaurantes o bares situados en calle Esgueva (El Taller del Gallo), Platerías (Ringo & Otto, La casa del sombrero, La tetera) Conde Ansúrez (Jamonería Sarmiento, Bariloche, Cosetodo Larrueca), Correos (El caballo de Troya), Angustias (Peluquería y Barbería Iván Fernández, King Delhi), Comedias (Corral de comedias), Arribas (El largo adiós), Rúa Oscura (Majuelos y lúpulos), Fuente Dorada (Óptica Blanco), Fray Luis de León (El recreo), Plaza Circular (Que hierva), Cervantes (Gastrobar Descosidos), Santuario (La gata y la luna) Montero Calvo (Lashes & Go) Puente Colgante (Bicis Robike) Plaza de San Juan (Pescadería) Simón Aranda (Etnia)