lunes, 14 de agosto de 2017

Los garabatos de los pintamonas en el Palacio del Licenciado Butrón




¿Cómo calificar ese vandalismo gratuito y descerebrado que cunde no solo en paredes, puertas y portales de casas comunes sino también en edificios representativos de la ciudad? El paseante alcanza la Plaza de las Brígidas y al tomar la calle San Diego se encuentra de esa guisa el portalón de nueva factura del Palacio del Licenciado Butrón. Rehabilitado hace algunos años el edificio está destinado desde 2002 a Archivo General de Castilla y León. En pleno casco histórico tradicional, cargado de monumentos, lugar de tránsito frecuente de visitantes que buscan señas de identidad del pasado de Valladolid. ¿Estamos condenados al maltrato con las huellas del pasado por parte de los ignorantes? Inútil decir nada más, que cada cual saque conclusiones. Eso sí, que las facturas de los arreglos las paguen los causantes...o sus padres. Impresentable.







6 comentarios:

  1. No te quepa la menor duda. Estamos condenados. Esos vándalos pagarán en otro espacio/tiempo y en otra moneda, pero nosotros no lo veremos.....afortunadamente.

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    1. El caso es que se dicen muchas cosas de los pintamonas: que la autoridad sabe quiénes son, que sí que hay multas, etc. Pero todo consiste en una competencia entre ellos a ver quién es más "audaz" y tú me dirás cómo se combate uno de los principios sacros de la sociedad y del individuo, la competencia, el yo llegué primero, etc.

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  2. Me temo que todos somos victimas de nuestra propia naturaleza. Ese es el precio.

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    1. Víctimas y verdugos, supongo. Pero hay más: queremos ser ignorantes, insensibles, represores de las vertientes constructivas y placenteras de la naturaleza. Sentirse reconocido por quien es como tú, en ese plano del gamberrismo urbano, es de baja calidad y de incierto futuro para la personalidad de quienes caen en los desmanes.

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  3. Es extraordinario lo que la gilipollez puede hacer en el ser humano, porque tal como ud. sabe, la idiotez es una enfermedad, y como tal ha de ser tratada, pero la gilipollez es la tontuna de regla de tres directa, o sea, cuanto más ensucio, más gilipollas soy.

    Si en Barcelona nuestra alcaldesa Colau y nuestros diez (10) regidores, a uno por districto, que cobran la sublime cantidad que rondan los ochenta mil anuales, se hubieran dedicado a la obra de parar tanto gilipollas, hoy sería una ciudad al menos agradable para el ciudadano.

    Aquí prevalece la ley del más tarado. Nuestra bellísimas puertas modernistas, labradas todas y talladas en madera, no hay quedado inmunes de tanto zarrapastrero, y por lo que veo la moda se ha ido instaurando allende fronteras.

    Pero está claro que quien nos gobierna no quiere ponerse a malas con nadie, cuando se sabe que el que manda no puede estar a bien con todos. Hay una manera de arreglarlo. La hay. Simplemente que no quede impune tanto raterío. ¿ Cómo ?, fácil. Al que pescan (que lo pueden hacer sin problemas pero todo quisqui pasa), mandarle barnizar la puerta, y que la vuelva a pintar con pintura previamente dada por el Ay untamiento (bajo parámetros de los especialistas) y con el coste del infractor y supervisión de la Guardia Urbana. Le aseguro que cuando se corra la voz de que el Ay untamiento tortura de esa manera...dejarán de hacerse pintadas.
    Salut

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    1. Pues es amplio el ejercicio de la gilipollez, desde luego. Hay gente que opta por la alternativa burda y negativa, pretendiendo que es contestatario o subversivo, sin darse cuenta de que no subvierte ni sus propias miserias intelectuales.

      Respecto a la información de tu ciudad es que creo que la política institucional de hoy día está más en función de no perder votos y de atraer otros que de una gestión consecuente, clara y que mantenga principios de gestión y convivencia irrenunciables. Pero esto es muy discutible, ya lo sé, y cabe pensar que muchas actitudes ciudadanas sean cada vez más cívicas. Comparto contigo que los castigos a cierta gente deberían ser hacerles trabajar, reparar lo mal hecho y de paso acaso aprendan hasta un oficio. Si los papás pagan la multa las criaturas, que no valorarán el desembolso de sus padres, volverán a las eternas andadas.

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