O mejor dicho, no salieron nunca de casa. Porque el tema iconográfico del salvaje, que se representa a lo largo de toda la Edad Media europea, aún se reproducía a punto de los albores del Renacimiento. Y así aparecen en esta fachada del Colegio de San Gregorio, hoy Museo Nacional de Escultura, cuyo artífice parece ser el escultor Gil de Siloé, artista de origen flamenco que aún trabajaba en las coordinadas del arte gótico, si bien haciéndolas evolucionar hacia lo que era ya un imparable cambio de estilos en la concepción arquitectónica y escultórica de finales del siglo XIV.
El tema del salvaje en la tradición oral, literaria y artística, y en las creencias populares en general hunde sus raíces en las primitivas civilizaciones mesopotámicas. Ya en el Poema de Gilgamesh se dice sobre uno de sus protagonistas, Enkidu, lo siguiente:
"Su cuerpo está todo cubierto de vello,
lleva el pelo tan largo como el de una mujer,
sus guedejas son ásperas como las de Nisaba...
Con las gacelas se alimenta de hierba,
con las bestias sacia su sed en el abrevadero..."
El salvaje es un personaje imaginario que tiene lugar en todas las culturas. El salvaje no es un personaje lejano y ajeno, de otras tierras. No es el bárbaro. El salvaje habita en los mismos territorios que los hombres, si bien circunscritos a determinados ámbitos y poseedores de característica peculiares. El salvaje, sin duda es el Otro (aquí tanto la etnología como la psicología modernas tendrían bastante que decir seguramente), que durante la Edad Media crece en ese imaginario como contrapunto al control disciplinario de la teología religiosa.
Las representaciones de los salvajes del Colegio de San Gregorio son sumamente ilustrativas. Las esculturas están repletas de atributos, símbolos y características que describen a la perfección lo que se entendía por el salvaje. Los cuerpos son humanos, su tipo racial es europeo, pero su piel está recubierta de vello de arriba a abajo, salvo la cara y las extremidades. Con ello se pretendía dar idea de la enorme fuerza que podían desarrollar. Con una de sus manos pueden sujetar un tronco de árbol, con otra una adarga de gran tamaño con imágenes de caras, unas como si representaran astros, otras rostros feroces. Manuel Arias Martínez y José Ignacio Hernández Redondo, en el texto sobre la Portada del Colegio, que figura en la Guía de la Colección del Museo de 2009, dicen sobre los salvajes de la fachada: " Relacionados con la narrativa fantástica de la Edad Media, en la mayor parte de los casos aparecen unidos a representaciones heráldicas como símbolo de protección al emblema que flanquean. Su presencia en la fachada se une por tanto a las figuras de los soldados que se encuentran en el segundo cuerpo de los contrafuertes, en este contexto de exaltación heráldica que supone la fachada, por encima de otro tipo de interpretaciones."
Yo, no obstante, pienso que hay una intención por parte de los artífices, ¿sugeridos a su vez por el fundador del Colegio?, de situar en la parte baja de la fachada a los salvajes como símbolo de sumisión de unas creencias y tradiciones del imaginario popular. La fachada es un canto de exaltación a la monarquía de los Reyes Católicos, plasmado en el enorme escudo de su Casa que ocupa buena parte de la fachada. Es también una exaltación al fundador del Colegio, Fray Alonso de Burgos y, consecuentemente un recordatorio del poder inmenso de la Iglesia en la sociedad de su tiempo.
Por supuesto, todo es objeto de interpretación y cuestionamiento, y más las opiniones de un paseante que se deja admirar y sorprenderse ante todo aquello que había visto desde niño en su ciudad, pero no siempre se había parado a pensar en ello. Al fin y al cabo, ¿no es algo que les suele pasar con frecuencia a la mayor parte de los vallisoletanos? La fachada del Colegio no tiene pérdida. Pienso que no es solo un ejemplo de un determinado estilo artístico y, puesto que el arte se ha puesto siempre al servicio de poderes e ideologías, un desplazamiento, bien de adultos, bien de colegiales, al Museo de Escultura debe servir para informarse sobre la Historia y en la medida de lo posible interpretarla. No mirar la riqueza monumental plagada de detalles siempre me pareció un desdén con nuestra propia ciudad.
La fachada tiene todo el propósito de servir de referencia, menos estética y mundana que psicológica,a quienes saben leen los símbolos pétreos.Pues algunos podrían ver en el salvaje, tal como tú lo interpretas, la perfecta metáfora, el arquetipo, del yo libre que se oculta bajo los convencionalismos. Cómo habría disfrutado Jung con esa fachada.
ResponderEliminarLo fundamental en la fachada es lo que es: la exaltación. Siempre me he preguntado que cuál es el mérito del poder que se piropea a sí mismo y paga para que los artesanos dejen constancia de su vanidad. Por supuesto, con amplia y larga lectura política en su tiempo.
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