martes, 19 de noviembre de 2024

Postales de otoño. La faisanera olvidada

 



Querida pajarera. Buscando en un libro me acabo de enterar de que en realidad eres una faisanera. ¿Te crearon para acoger a tales especies? ¿Hubo alguna vez faisanes en tu morada? Si fue así tuvo que ser un espectáculo de una belleza inhabitual, pues abundan en este mundo las familias de los faisanes y galliformes, aunque no las veamos todos los días en nuestro entorno. 

No sé cuántos años llevas en orfandad, porque una pajarera o faisanera, si prefieres, pues no pretendo rebajar tu rango, sin aves es una pajarera yerma. Eso sí, aunque estés sin habitantes o te tengan como almacén o se ceben en ti los depredadores del spray, te salva la belleza. Porque la belleza de por sí ya es vida. Porque la belleza, tantas veces recóndita y otras tantas olvidada, se manifiesta con toda su entidad ante quienes la buscamos.

Ese estilo, que alguien con criterios orientalistas muy propios de hace más de un siglo fue capaz de trasladar a tu arquitectura, cuaja en el frondoso jardín donde te situaron. Y sabes bien que tu glorieta es tuya. Transportas ecos de edificaciones simbólicas de zonas del mundo que nos habían sido siempre ajenas. Hay quien quiere ver en ti una pagoda o un templo de la tundra o una iglesia escandinava o una casa indonesia o el quiosco de malaquita del poeta nicaragüense. Y acaso no va descaminado nadie. Porque puedes serlo todo. Porque miras hacia los cuatro puntos y reclamas el vuelo ciego de las aves desaparecidas. Porque nos solicitas a los escasos paseantes silenciosos que, como yo, desviamos el recorrido cotidiano para saludarte y dejarnos acariciar por tu hermosura visual.

Esto es una postal y se me agota el margen de espacio. Solo te hago una confidencia. Cuando era muy niño y mi padre me sacaba de paseo en sus días de asueto recorríamos tu amplio y feraz entorno. Un día me perdí justo donde estás. En realidad no me perdí del todo pero, por breves instantes que me causaron enorme desasosiego me sentí extraviado. Yo había corrido al soltarme de la mano del padre y este permaneció semioculto en la cercanía, seguramente pendiente de mis reacciones, poniéndome a prueba. En el rato que permanecí despistado recorrí fuera de mí tu perímetro una y otra vez. Moviéndome alocadamente. Cada lado de tu polígono me parecía el mismo, mi percepción espacial aún limitada no me permitía situar los ámbitos inhabituales. Hasta que mi padre se manifestó con risas burlonas que solo en parte me reconfortaron. Nunca te cogí manía por aquel desliz mío del que mi padre quiso hacer pedagogía, mi querida faisanera. La manía, si es que cabe en mi capacidad de apreciación, la dejo contra aquellos que no te dan utilidad. Pero quién sabe. Acaso tu destino consiste simplemente en transcurrir por las estaciones del año, adaptada a los rigores vallisoletanos. Y haciendo pensar a los viandantes en el misterio de mundo que preservas en tu seno.

Feliz otoño en que las hojas rojas te rinden pleitesía.



sábado, 16 de noviembre de 2024

A la caza de nuevas señalizaciones de comercios

 



Dicen que los primitivos reclamos comerciales consistían en que sobre la entrada de un local eran colocados objetos relacionados con lo que allí se despachara. Ramas de olivo, piezas de carne, un tejido. Posteriormente estos objetos de venta pasaron a ser convertidos en una forma nueva de reclamo simbólico, bien metálico o en madera o en estuco. Una llave grande colgada podía decir que allí había una fragua donde entre otras cosas hacían llaves, por ejemplo. Recuerdo un comercio vallisoletano de mi infancia que si bien en la fachada había un cartel que decía Calzados y curtidos Lobejón La Bota Grande, tenía colocada en el escaparate una gigantesca y artesanal bota de calzar que al niño se le antojaba digna del gigante de Pulgarcito.

A lo largo de los siglos los modos de dar a conocer in situ un establecimiento o tienda fueron evolucionando. Los objetos señalando de qué iba el comercio han persistido durante mucho tiempo. En la calle Jan Neruda de Praga se mantienen como reliquia de fachadas hermosos relieves que señalaban antiguos comercios, talleres o mesones. Los tres violines, La llave dorada, La casa de los Pozos de OroLos tres lirios, etc. preservan la memoria de antiguos usos. Pero el poder del alfabeto y de la tipografía se fue imponiendo poco a poco desbancando prácticamente las imágenes tradicionales.




Un paseo por la animada ciudad siempre depara detalles que conviene apreciar y también disfrutar. Algunos de esos detalles son los rótulos comerciales que en los últimos años han prosperado realizados con diferentes materiales y sobre todo dotados de creatividad más o menos ingeniosa. El rótulo tradicional, basado en la tipografía, es decir en los modelos de los caracteres de las letras, aportó en épocas pasadas un valor encomiable. Sigun en vigor. Se habían perdido en gran medida las imágenes físicas representativas del carácter de un establecimiento, y había triunfado el rótulo de letras, con todo el surtido de estas que cada comercio eligiera o se llevara por moda. Hoy día vemos que muchos comercios de la ciudad han recuperado la vieja tradición de una imagen como referencia de lo que allí dentro se ofrece, pero a su vez, casi siempre compaginándola con el nombre del establecimiento. Esta recuperación de imágenes aporta frescura visual, creatividad y estética, y facilita una mayor percepción del comercio por parte del ciudadano.

Algunos locales responden a identidades corporativas generalizadas, vas a cualquier otra ciudad y te las encuentras. Pero hay comercios locales que refuerzan con un cartel imaginativo la publicidad de los mismos. Encontrar banderines colgantes o placas metálicas con una imagen en la fachada o reproducciones en el cristal de un escaparate es cada vez más frecuente. En un paseo entre varias calles céntricas se pueden encontrar una serie de letreros que animan no solo la presentación del negocio, logrando recabar la atención del viandante, sino que amenizan y embellecen el carácter comercial de la calle. Véanse a continuación algunos ejemplos captados en una mañana otoñal. Pero seguramente quedan muchos más.































Las imágenes corresponden a comercios, restaurantes o bares situados en calle Esgueva (El Taller del Gallo), Platerías (Ringo & Otto, La casa del sombrero, La tetera) Conde Ansúrez (Jamonería Sarmiento, Bariloche, Cosetodo Larrueca), Correos (El caballo de Troya), Angustias (Peluquería y Barbería Iván Fernández, King Delhi), Comedias (Corral de comedias), Arribas (El largo adiós), Rúa Oscura (Majuelos y lúpulos), Fuente Dorada (Óptica Blanco), Fray Luis de León (El recreo), Plaza Circular (Que hierva), Cervantes (Gastrobar Descosidos), Santuario (La gata y la luna) Montero Calvo (Lashes & Go) Puente Colgante (Bicis Robike)



miércoles, 13 de noviembre de 2024

Recreación de un jardín bucólico con cierto eco modernista en un portal

 




aquí mismito, 
escuché ayer cantar
las avecitas

Ante el hallazgo de hoy cabria traer este haiku de Yosa Buson, el gran pintor y poeta japonés del siglo XVIII. O bien este otro:

canta el ruiseñor: 
un poco hacia aquí, 
un poco hacia allí


El portal es sencillo. Si no fuera por la decoración del azulejado sería un zaguán anodino y sin mayor carácter. Pero alguien tuvo la fortuna de imaginar un tema ornamental en los azulejos de sus paredes que además de aportar estética transmite oxígeno mental. Está en el número 24 de la céntrica calle López Gómez, vía que padece un tránsito de vehículos notable y en la que a ciertas horas se acusa la contaminación. El forjado de la puerta ennoblece la entrada. Siendo un edificio de 1930, ahora rehabilitado, es de agradecer que en ese año perdurase un elemento decorativo con ecos modernistas. Y también que haya sobrevivido a la destrucción. 

Pero pocas palabras está pidiendo este entorno ajardinado al visitante ocasional. Esa floresta que se multiplica y se entrelaza, con ese toque art déco, a la que acuden las aves del cielo que en realidad son tan terrenales, solo pide contemplación y dejarse envolver. Tal vez ese vuelo de los pájaros nos invite simbólicamente a los humanos para que emprendamos vuelos que nos liberen de las particulares jaulas que nos hemos creado. Puede que entonces encontremos sentido a otro haiku del haijin Buson:

es salir del pantano
y escuchar de nuevo
al ruiseñor












sábado, 9 de noviembre de 2024

Un mural cerámico en el Campillo: evocación y homenaje al mercado tradicional desaparecido



"El sol estaba ya alto, pero no calentaba. Cuando llegamos, cerca ya de las diez, el frío era horroroso pero las calles ardían de animación. El médico guardaba su tartana en casa de un boticario que tenía su corralón en la calle de Miguel Íscar; nos despedimos de él, quedando en volver a encontrarnos allí. Fuimos enseguida al mercado del Val, y del Val al Campillo; de allí salimos con un chico cargado de apios, cardos, lombardas y besugos, que fue a depositarlo todo en casa del boticario. Después, en los soportales de la acera compramos embutidos en las salchicherías, y en las tiendas de ultramarinos aceitunas y barrilitos de ostras". Así cuenta de un día frío de infancia Rosa Chacel el ambiente de su ciudad natal, Valladolid, en la novela Memorias de Leticia Valle. Y esa mención al avituallamiento en las plazas de mercado es un excelente homenaje con el que la escritora puede llegar al conocimiento de nuevas generaciones y al ejercicio de memoria de las antiguas que sobrevivan.

En este sentido va también el mural cerámico del Campillo, conocido hoy como Plaza de España que, erigido en 1996, tras la remodelación de la plaza con ámbito para un mercado al aire libre, fue realizado por Gonzalo Coello Campos. Es una evocación de aquel mercado proyectado en 1878 -el proyecto se denominó 'Proyecto de tres mercados de hierro'- a iniciativa del alcalde Miguel Íscar -el gran impulsor del Campo Grande- junto con los mercados del Val y de Portugalete. Las arquitecturas tenían de referente el mercado monumental de Les Halles, en París, y probablemente el mercado del Borne de Barcelona, lo cual suponía lo más avanzado en aquella época. Desgraciadamente tanto el del Campillo como el de Portugalete fueron derribados en unos años de nula o escasa reflexión y actuación arquitectónica y urbanística. El primero en 1957 y el segundo, aún más incomprensiblemente, en 1974, víctimas de un déficit notable en la protección y cuidado del patrimonio urbano.



Jesús de Anta Roca en su documentado libro Historias y personajes no tan conocidos del Valladolid contemporáneo nos cuenta sobre aquel mercado desaparecido que "Jacinto Peña, nacido en Palencia en 1845, era un promotor muy activo en el ámbito de la concesión de obras municipales: a veces se le citaba como maestro de obras, y otras como maestro cantero. Entre las muchas obras de las que resultó adjudicatartio destacan la construcción del mercado del Campillo de San Andrés que abrió sus puertas en 1880 y fue demolido en mayo de 1957 (...) Aquellos mercados fueron un gran avance tanto para los vendedores como para los compradores: un lugar cerrado a salvo de fríos, lluvia y el fuerte sol estival, disponibilidad de agua corriente y luz artificial (de gas en los primeros años) En definitiva, confortables para su época y con razonables condiciones higiénicas. Las crónicas de la época hablan de que costó que los vendedores se decidieran por trasladar sus puestos en la calle al interior del mercado del Campillo. A fin de cuentas era toda una novedad y un cambio radical en las costumbres. Además, los comerciantes creían que perderían clientela si metían sus puestos en el mercado frente a los que, más  visibles para las amas de casa, quedaban en la calle".



En este mural se refleja el acarreo de las mercancías, la exposición para su venta de carnes, pescados, pan o verduras, los alimentos básicos de otra época, pero también la venta de cacharros de barro donde cocer o asar las viandas, y en el centro se halla la representación del mercado -la plaza, que se decía entonces- en su sólida estructura de hierro, ladrillo y tejería.

El mural está instalado en una chimenea de ventilación del aparcamiento subterráneo, en el extremo de la plaza frente al Banco de España y el comienzo de la calle Duque de la Victoria. El mercado actual de frutas y verduras, bajo una marquesina que evoca a su vez la que hubo antiguamente en la calle Dos de Mayo, no es ni la sombra de lo que hace ciento cuarenta años existió en ese lugar. Véase una fotografía actual de los puestos y compárese con la fortaleza antigua de un mercado con resonancias europeas de su tiempo.







viernes, 8 de noviembre de 2024

Presentación de Doble autorretrato mundo, de Moisés Mori, en la Fundación Segundo y Santiago Montes

 


La Fundación Segundo y Santiago Montes  pasa esta información.


Viernes 8 de noviembre de 2024, a las 8 de la tarde 
Presentación de Doble autorretrato mundo, de Moisés Mori 
Intervendrán su autor y Miguel Casado 


Moisés Mori (Cangas de Onís, Asturias, 1950), autor de ensayos literarios como Escenas de la vida de Annie Ernaux (2011), No te conozcas a ti mismo. Nerval, Schwob, Roussel (2015) o César Aira y la silla de Gaspard (2019), así como del libro de poemas Arte y romance (2013), todos ellos publicados en la editorial KRK. 





Doble Autorretrato Mundo es un ensayo literario que esboza dos perfiles: el del escritor y fotógrafo francés Édouard Levé (1965-2007) y el de José María Arguedas (1911-1969), figura mayor de las letras peruanas. Dos autores muy distintos y sin ninguna relación entre sí; ambos, sin embargo, murieron trágicamente y escribieron en sus últimos días sendos libros (Suicidio y El zorro de arriba y el zorro de abajo, respectivamente) en los que anunciaban su inmediata y voluntaria muerte. 

El narrador-personaje que aquí se aproxima a estos dos escritores lo hace, en principio, por azar, por la coincidencia de las lecturas de uno y otro; manifiesta así el impacto que para él han significado sus obras e intenta seguir la trayectoria de esos dos autores no por curiosidad o un mero propósito de estudio, sino de reflexión, memoria e interrogación personal, al punto de que el propio narrador, su escritura, va entrelazándose en ese doble autorretrato mundo. 




 “Más que una novela, el libro de Moisés Mori es un tejido de huellas, un campo de citas, sombras, una poética de investigación de senderos que se bifurcan huyendo de lo uniforme.” Enrique Vila Matas. El País, 21-05-2024 

 “Porque al final, agotado el esfuerzo hermenéutico, satisfecho el vaciado textual, completado el análisis psicológico, lo que queda es un aullido fijado en palabras. Y ahí, ante ese grito congelado que es la escritura, las eternas preguntas que nos concedemos en las noches de insomnio, o en la tristeza de las mañanas sin objeto, o en las prosaicas certidumbres que nos asisten en la cola del pan, vuelven para abrazarnos con su rigor jansenista: ¿cómo podemos vivir? A ese aullido, a ese grito, Mori responde con un libro que se lee en un estado permanente de asombro.” Ricardo Menéndez Salmón. El Periódico de España, 28-07-2024