sábado, 1 de noviembre de 2025

La sorprendente escultura cadavérica de Gil de Ronza en el Museo Nacional de Escultura

 


No sé si es por el día otoñal tan característico o por la fecha tradicional conmemorativa, pero a uno le ha venido a la mente una escultura particular que hay en el Museo de Escultura. Sé que a muchos les causará rechazo la imagen, pero acaso hay que verla de otro modo. De entrada, que se trata de una representación imaginaria. O ficticia, algo que hoy no puede resultar nada nuevo cuando se han hecho tanta películas sobre zombis mucho más macabras y menos inteligentes. Un escultor llamado Gil de Ronza, seguramente un nombre castellanizado porque debió nacer en Ronse, una población del occidente de Flandes (Bélgica) a finales del siglo XV, y se asentó en España, concibió su idea sobre un cuerpo muerto del modo que lo vemos esculpido en el Museo Nacional de Escultura. Digo sobre un cadáver en una actitud más bien viva, que no tanto sobre la muerte. Porque ¿acaso la muerte, que es la nada, puede representarse con verosimilitud? 



El artista sabía lo que hacía. La madera policromada fue el medio perfecto para representar con todo detalle lo que pretendía. El personaje cadavérico que esculpe no es pasivo. Adopta una actitud de espera. Digamos, por lo tanto, que tiene su propio movimiento. Naturalmente, el resultado toca la fibra de cualquier espectador. Y es que en cierto modo sigue siendo una iconografía que bebe de las postrimerías de la Edad Media y de tantos períodos de peste que asolaron el continente europeo y conllevaron el espantoso miedo a la muerte entre sus pobladores. 

Pero Gil de Ronza riza el rizo del hiperrealismo al detallar en cada milímetro de ese cuerpo las características de la destrucción. La calavera, con sus oquedades y dentadura perdida. El pellejo en que se ha convertido toda la superficie del cuerpo. Las hendiduras del abdomen, donde tras el costillar sobresale la descomposición. Hasta el modo de dejar caer ese despojo ¿de simple sudario o de una vestimenta noble? hace pensar si no querría representar a un personaje importante. Obviamente todo esto salta a la vista de cualquier buen observador, pero hay un elemento añadido que llama la atención. En su mano izquierda la figura mantiene lo que parece ser un shofar, la tan nombrada trompeta judía, y es que ¿no está sugiriendo acaso que el muerto se levanta porque va a ser la hora del juicio final, según el relato bíblico sobre la resurrección de los muertos? 



Es esa idea del difunto que espera lo inmediato, el juicio final, lo que definitivamente le procurará la salvación eterna, a tenor de la mitología cristiana, la idea que está captando el escultor. Es una escultura única, diferente. Se la conoce en el museo como La muerte. Un término nada preciso en este caso. Es algo más que la muerte, pues la muerte, como diría Epicuro, no es nada: 

"Acostúmbrate a pensar que la muerte para nosotros no es nada, porque todo el bien y todo el mal residen en las sensaciones, y precisamente la muerte consiste en estar privado de sensación. Por tanto, la recta convicción de que la muerte no es nada para nosotros nos hace agradable la mortalidad de la vida; no porque le añada un tiempo indefinido, sino porque nos priva de un afán desmesurado de inmortalidad. Nada hay que cause temor en la vida para quien está convencido de que el no vivir no guarda tampoco nada temible. Es estúpido quien confiese temer la muerte no por el dolor que pueda causarle en el momento que se presente, sino porque,pensando en ella, siente dolor: porque aquello cuya presencia no nos perturba, no es sensato que nos angustie durante su espera. El peor de los males, la muerte, no significa nada para nosotros, porque mientras vivimos no existe, y cuando está presente nosotros no existimos. Así pues la muerte no es real ni para los vivos ni para los muertos, ya que está lejos de los primeros y, cuando se acerca a los segundos, estos han desparecido ya". (Epicuro. Carta a Meneceo)

Evidentemente el modelo de pensamiento que propone Epicuro, casi trescientos años antes del relato cristiano, no daría para generar una imagen como la de Gil de Ronza. Pero tiene mucho de pensamiento consolador y bastante lógico que los humanos de nuestro tiempo, tan agobiados y de nuevo temerosos como en cualquier otra época de la Humanidad, deberíamos considerar..







2 comentarios:

  1. La conozco y siempre me pareció original e invita a la reflexión. Muy oportuno por las fechas.

    Carmelo

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