He ahí el sátiro en el juego de seducción con las ménades o bacantes. Enredados todos ellos en una celebración dionisíaca el sátiro trata de apropiarse de las danzantes y ellas lo fustigan, escapan, se burlan. Se dejan arrebatar. Es un juego condescendido entre todos. Hasta los amorcillos, esos niños que en realidad son los impulsos eróticos, azuzan la diversión, pugnan por contribuir a su manera a la bacanal. La flauta de Pan cuelga de una rama. Pendiendo de otra rama, un panal de miel al que acude una abeja. Hay una mariposa que revolotea. Toda la imagen es de un mundo rural donde las fuerzas naturales implican a los seres fantásticos como proyección de los mortales. Una ménade se deja caer voluptuosa y enajenada, sin soltar el pandero. Casi se escucha la última percusión musical. Otra, desde lo alto, perdiendo su vestido, se dispone, pletórica de regocijo, a golpear al sátiro con una vara. Un amorcillo tira de la gran oreja caprina del genio. Este ríe y se retuerce abandonado a la lujuria, ocupando gran parte de la escena de un costado del jarrón. Sus manos gruesas obran como zarpas, reteniendo a las dos bacantes por sus brazos o piernas. Las contorsiones de las figuras conceden movimiento a un jarrón que se presta como excusa para la escena.
Sobre sátiros dice el investigador Ramón Andrés en su Diccionario de música, mitología, magia y religión: "Estos genios festivos y alegres, custodios de los bosques, embriagados por el vino y no menos por la sensualidad del mundo, tenían un aspecto rudo y bestial, mitad hombre y mitad macho cabrío en su parte inferior; otras veces sus piernas y cintura correspondían a un caballo, o bien a un asno. Siempre provistos de una larga cola, sus representaciones coincidían en mostrarlos chatos y calvos, desnudos e itifálicos, con los ojos saltones".
El mismo autor también dedica su erudita indagación a las bacantes: "...Tocan una música de sonido intenso y embriagador, y lo hacen con el aulós y percutiendo fuertemente la tensa piel del tímpano; casi desnudas y con velos transparentes -otras veces se las describe con pieles, a menudo de corzo o de pantera- van por los montes y caminos coronadas de hiedra, llevan un tirso y un cántaro, y danzan con fuerza y violencia. Se pensaba que durante sus rituales estaban poseídas por una pantera, y danzaban imitando los movimientos de este animal".
Siempre es una sorpresa lúdica encontrarse con una recreación que desde el arte clásico se ha estado reproduciendo hasta la actualidad. El juego de la seducción del sátiro con las bacantes. Este interesante jarrón modernista forma parte de la Colección de Arte de la Universidad de Valladolid. Su autor fue el madrileño Ángel Díaz Sánchez (1859-1938) que tras formarse en la Academia de San Fernando de Madrid viajó a Italia donde trabajó intensamente. Posteriormente se asentó en Valladolid y aquí fue durante veinte años profesor de la Academia de Bellas Artes. La Universidad vallisoletana adquirió en 1981 un lote de pinturas y esculturas de este artista.
Realizado en yeso barnizado el jarrón se halla protegido por un acristalamiento que, con sus reflejos, limita la nitidez de las tomas fotográficas del visitante.
Una obra excepcional. Es compleja, nada fácil de realizar.
ResponderEliminarLas figuras tienen movimiento. Muy complejo.
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Gracias
A mí me ha parecido sumamente interesante. Ignoro si está en una urna por protección de visitantes o del ambiente climático. Hay unalegión de artistas del pasado que desconocemos, a los que se ha dado poca divulgación pero que muchos tienen obras notables.
EliminarAh, por cierto, Miquel, te recomiendo para consultas temáticas la obra de Ramón Andrés, que hay mucha. Es un erudito.
ResponderEliminarMuy bonita descripción de este magnífico frasco. Además ¡me parece muy grande! ¡Te envidio por visitar el MOVA en Valencia! Besos desde Provenza.
ResponderEliminarMUVA de Valladolid es un pequeño museo de la Universidad donde se exponen una serie de obras del patrimonio artístico que posee la institución. Otras obras de la misma propiedad están repartidas por decanatos y facultades varias.
EliminarPues sí que es una sorpresa ese jarrón, indiscutible el trabajo y preciosos los temas de adorno. Marisol
ResponderEliminarDe ahí que no podía ignorar su contemplación y dedicarle esta exposición fotográfica. Gracias.
EliminarPaseante:
ResponderEliminarese nivel de precisión y detallismo es lo que hace únicos a esos jarrones. Demuestran esmero, cuidado, perfección, entrega.
¡Lástima que algunas veces la protección de cristal impida apreciar mejor los detalles o hacer fotos!
En relación a las exposiciones, seguro que te habrá pasado lo mismo, me irrita a veces la iluminación de las salas y la colocación de las estatuas. No sé qué criterios seguirá el comisario pero si yo pudiera hablar con alguno le diría cuatro cosas. Me gusta que haya luz clara para ver bien los objetos si no ¿para qué? ¿Para qué quiero yo ver una estatua en penumbras? Luz, que "haiga" luz, jajaja.
Y las luces, no sé cómo las ponen que siempre hay una que encandila y hay que moviéndose hasta logar un lugar desde el que puedas ver si que te deslumbre alguna bombilla. ¡Ufff!
¿Y qué decir de la colocación? A veces ponen los objetos en una columna tan baja que tienes que agacharte para verla con el consiguiente riesgo de caerte y hacer el ridículo o de llevarte "p'alante" el pedestal, la estatua y la madre que la parió. ¡Jrrrrggggjjjjrr!
Salu2.
Por supuesto que hay distintos criterios y no siempre acertados para iluminar exposiciones, bien pasajeras o permanentes, aunque se supone que estas habrán sido mejor estudiadas. Depende también del tipo de objeto que se exponga, su tamañop, constitución, etc. Creo que a raíz de lo que indicas voy a fijarme mucho más en el futuro en las características de la exposición, de la forma en que se ofrece. El caso de este jarrón es que al verlo en directo no me ha parecido mal el acristalamiento, pero cara a la fotografía y a mi limitada pericia tiene sus limitaciones.
EliminarHola de nuevo, Paseante:
Eliminaralgunas veces me pongo a comentar y me gana la vehemencia...
Soy consciente de que todo puede ser matizado. Supongo que hay objetos (entiéndase cualquier cosa expuesta: cerámica, cuadro, estatua, etc, etc) necesita una iluminación adecuada, a veces muy clara, a veces tenebrosa. Soy consciente, claro que sí. Pero me resulta molesto no poder ver bien el objeto expuesto. Supongo que la estatua La pietà gana en un espacio oscuro donde resaltaría el mármol, etc, etc. Pero me gustaría verla con una iluminación suficiente para recrearme en todos los detalles.
Y, en cuanto a la altura de los pedestales, me he encontrado muchas veces con un pedestal muy bajo y tener que agacharme para verlo. No le encuentro justificación "artística". Yo lo pondría a la altura media de los visitantes, más alta que baja, desde luego.
Y también me ha pasado que las bombillas se reflejan en el cuadro y tienes que moverte para verlo por completo, o te encandilan, etc. En fin, que a veces una exposición puede convertirse en una carrera de obstáculos...
Salu2 y perdona la extensión del comentario.
Nada que disculpar, seguramente tienes razón porque probablemente no todos los expositores acierten y a su vez tengan limitados sus recursos o las medidas del espacio, no sé. Está bien que los visitantes de museos o exposiciones tengamos ánimo crítico incluso para las cuestiones formales, que son importantes. También es cierto que acaso lo que uno ve como problema otro no le concede importancia, pero eso sería entrar en una casuística que solo se puede confirmar sobre casos concretos. No me viene ahora mismo a la cabeza un ejemplo, debe ser que soy bondadoso o trago con casi todo. Gracias por ser sensible a estos temas.
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