martes, 15 de julio de 2025

Cómo se aprendía la anatomía de los cuerpos hace más de un siglo en la Facultad de Medicina de Valladolid

 



Que nadie se alarme. No hay nada en estas imágenes que no exista. No deben herir sensibilidades sino incentivar curiosidades. Se trata nada más y nada menos de material pedagógico y máquinas y utensilios que se utilizaban en la Facultad de Medicina hace un siglo largo. Desde que el denominado Instituto Anatómico Sierra se inaugurara en 1917. La enseñanza de la Anatomía ya se había dado mucho tiempo antes, pero la intervención del profesor Silvino Sierra fue fundamental para su modernización tanto en instalaciones como dotando de medios. No son temas que sean conocidos por gran parte de la población, pero su divulgación a través de exposiciones como la titulada Aprender Anatomía hace un siglo, instalada en los restos del viejo claustro universitario del Museo de la Universidad, permiten saber un poco más al ciudadano interesado en la historia del suelo que pisa. 




La historia de Valladolid, que es larga y rica, ya nos habla de que la enseñanza de los estudios de Medicina provienen de los lejanos tiempos del siglo XIV, aunque entonces se llamaba Física, cuando entonces la primera Universidad ya venía de atrás acogiendo estudios de Derecho, Gramática y Lógica. Junto a la enseñanza de Física se empezó a impartir también Filosofía y Teología. Pero prefiero copiar y pegar de lo que expone el profesor Juan Francisco Pastor Vázquez en el catálogo de la exposicion:

"En el período moderno de la Facultad de Medicina, desde 1857 hasta la actualidad, la docencia de la Anatomía se modernizó de la mano de profesores como Salvino Suerra (1847-1939), quien a principios del siglo XX consiguió el traslado de la Facultad de Medicina desde el Hospital de la resurrección hasta su ubicación actual. Tras un viaje por Europa, en el que visitó los mejores departamentos e institutos de Anatomía de la época, dotó a la facultad de Medicina de Valladolid de los mejores medios de enseñanza y conservación de cadáveres. Al mismo tiempo enriqueció el Museo Anatómico con múltiples preparados de disecciones, desecaciones, glicerinados, transparentaciones, osteología y las colecciones completas de esculturas en cera de Vasseur-Tramond y en papel maché de Auzoux, ambas provenientes de París. También se adquirió la colección completa del anatomista madrileño Pedro García de Velasco de esculturas en escayola".  





De poco serviría al visitante contemplar todo lo expuesto si no le motivara a ciertas reflexiones. Una, que ya cabe intuir: el acervo de estudios y conocimiento que nuestro propio pasado atesora. Otra, que la modernización ha venido del desarrollo científico y técnico que resultó más acusado en el siglo XIX y XX en Europa. Otra más: que toda inversión pública en medios tanto de enseñanza como de asistencia aplicada a la sociedad redunda en beneficio del propio país. Pero seguramente son cosas de Perogrullo que, no obstante, uno tiene que recordar en estos tiempos en que cierto negacionismo cínico pretende poner freno a avances en la investigación y en las medidas a tomar en interés general. Curiosa la exposición sobre Aprender Anatomía, y dejo unas imágenes para acicate y estímulo de quien desee acceder a una parcela histórica de Valladolid.


























Profesor Salvino Sierra y Val, promotor de la modernización de la cátedra de Anatomía.


Enlaces de interés:

https://eventos.uva.es/agenda/show_event/136712/exposicion-aprender-anatomia-hace-un-siglo.html

https://www.uva.es/export/sites/uva/6.vidauniversitaria/6.01.cultura/6.01.05.museos/



domingo, 6 de julio de 2025

La épica de la caballería española según Benlliure

 



He aquí una abigarrada alegoría de la caballería militar. Su épica no reside solo en el jinete sino también en el caballo. O en la fusión de ambos, que jugaron a lo largo de los siglos un papel compenetrado en las batallas. Y si se ha recordado y honrado siempre a los guerreros no debe caer en el olvido nunca el papel de los caballos que sembraron también de sangre los campos de batalla. Esos caballos -o todos los equinos en general- que también contribuyeron no solo a construir la paz sino a procurarla día a día manejados para los trabajos del campo, del transporte, de la edificación, etc. 

Este conjunto uno y múltiple, situado ante la puerta principal de la Academia de Caballería en la Plaza de Zorrilla, siempre me impactó. Para mí es el mejor logrado de todas las esculturas historicistas del pasado español en nuestra ciudad. En este caso, centrado en una épica militar muy concreta. Ya su autor, Mariano Benlliure, fue de los escultores más reconocidos, y también solicitados, en parte del siglo XIX y del XX. Benlliure había concebido la obra en un tamaño notablemente superior pero la colecta obtenida dentro del Ejército no cubría el coste, por lo que el escultor optó por disminuir sus dimensiones. No obstante hoy, o bien porque estemos acostumbrados a ver la obra o el lugar donde se ubica, nos parece ya de por sí un conjunto medido. Un tropel de jinetes que no se estorban, que se muestran diferenciándose tanto por la actitud y el porte como por los uniformes, favorecido por un dinamismo que al espectador le permite contemplar cada jinete y cada caballo con suficiente perspectiva. Ciertamente el basamento es descomunal y choca un tanto con el conjunto, pero al menos permite su visualización. En su cara frontal figura la inscripción dedicatoria: El Arma de Caballería al Regimiento Cazadores de Alcántara: 1657 - 1702 - 1773 - 1808 - 1921. Y en sus laterales las invocaciones rituales: Por el Honor, Por la Gloria, Por la Patria. Fue erigido en 1931, durante la Segunda República.





Cinco jinetes del arma de Caballería representan en esta alegoría distintas épocas de la historia militar española. Hay un coracero del siglo XVII enarbolando el banderín y capìtaneando al resto de jinetes. Hay otro perteneciente a la llamada caballería de línea del siglo XVIII. Dos lanceros del siglo XIX empuñan sus picas. Y por último un cazador del siglo XX con sable en ristre en posición de carga. Este último es el que se halla más vinculado al motivo del monumento. Se trataría del tipo de jinete que participó no solo en la guerra de Cuba sino en el llamado desastre de Annual, en la guerra de Marruecos, perteneciente al Regimiento de Cazadores de Alcántara. Tal regimiento cubrió en agosto de 1921 la retirada de varios miles de soldados de infantería acosados por Abd El Krim, el caudillo rifeño independentista. Pero pagó un alto precio, pues sufrieron en la hazaña la baja de casi 700 efectivos. 





No obstante recurro a lo que escribió el erudito Juan José Martín González -a sus conocimientos acudo con frecuencia- en el libro Monumentos civiles en la ciudad de Valladolid, sobre la obra de Benlliure:

"El escultor, conforme a su gusto, realizó un grupo de concepción pictórica. Los jinetes se aprietan, como si se tratara de un relieve, sobre un trozo de terreno. La técnica es menuda y de ejecución borrosa, como si se quisiera detactar el aire. El grupo es animado y gracioso, excesivamente pequeño para su emplazamiento, pues se pierde en la gran avenida. Es de alabar, como siempre, el virtuosismo técnico, por la dificultad de obtener un adecuado fundido de cosas tan reducidas, como los estandartes, que se recortan en el vacío. En un principio se pensó en realizar un monumento de mayores proporciones, pero escaseando los fondos se acortó la escala. Dado el objetivo, el Ministerio de la Guerra donó el bronce necesario para el fundido. Hay una intención conmemorativa. Se pretende, de alguna manera, exaltar en este regimiento a la Caballería española. De ahí que los cinco jinetes lleven uniformes que corresponden a distintas épocas, desde el que era usual cuando se creó con Felipe IV la Caballería de Flandes, hasta el más modesto de la campaña de Marruecos, que había desencadenado la erección de este monumento",














sábado, 28 de junio de 2025

Cuando las tropas francesas en son de paz, y sus cabalgaduras, bebieron de la Fuente de la Salud

 



"Pasaron todos los regimientos de dos en dos revista de inspección el día 15, 18 y 19 del dicho (mes de julio) Hicieron ejercicio general de fuego en San Isidro toda la tropa; se pusieron en línea de tres filas todos doce batallones desde la fuente de la Salud hasta el camino que sube a San Isidro por el lado de las arcas, seis batallones desde la fuente de la Salud hasta el camino que sube a San Isidro y los otros seis desde este camino hasta el de las arcas, divididos cada regimiento de por sí, y luego subieron a lo alto los dos regimientos por la fuente de la Salud, dos por San Isidro y dos por las arcas; hicieron su ejercicio, dispararon gran cantidad de fuego; duró desde las cinco y media de la tarde hasta las ocho y media de la noche".

Aunque parezca trabalenguas es el modo de redactar de un vallisoletano llamado Ventura Pérez que desde 1720 hasta 1784 registró un Diario con sucesos y acontecimientos que tuvieron lugar en Valladolid. El texto anterior se refiere a la estancia en nuestra ciudad en julio de 1762 de numerosas tropas francesas, no en son de guerra sino de paso en el apoyo que Francia prestó a nuestro Carlos III en una guerra con Portugal e Inglaterra. Por el llamado Pacto de familias entre Borbones españoles y franceses estos se pusieron del lado de la monarquía española frente a Inglaterra y su aliada Portugal en aquel momento. Nada menos que doce batallones -relata Ventura Pérez- unos diez mil hombres que en gran parte se instalaron por la zona de la Fuente de la Salud y San Isidro. Incluso menciona en su Diario de Valladolid los nombres de los regimientos: Momoren, Cambis, Domon, Royarbesu, Artois, Cantabria y Lasarre. Por cierto, junto a la fuente hay una placa moderna, que se lee con dificultad, donde se deja constancia de aquel acontecimiento.

El Diario de Valladolid del paisano Ventura Pérez es para mí un libro de recreo y recreación, me produce disfrute leer sus crónicas particulares sencillas pero precisas. Y en él se halla una relación inagotable de sucesos, celebraciones, episodios muy caseros pero que hacen vislumbrar de algún modo aquella sociedad provinciana.




Cuando de chicos parábamos en la Fuente de la Salud, al ir y volver de la zona de los cuarteles donde jugábamos las tardes de asueto y paseo escolar, no podíamos imaginar este episodio sobre la estancia de las tropas borbónicas francesas. Ni nadie nos lo contó. Entonces había cierto chabolismo detrás de la fuente y no recuerdo que las arboledas que existen hoy estuvieran allí entonces. La fuente de piedra tenía bolos decorativos que han desaparecido y salvo para gente de San Isidro y Pajarillos que recurrían a la fuente esta fue padeciendo la destrucción y el abandono.

Es una fuente muy antigua, secular. Jesús Anta Roca, fallecido recientemente, en su magnífico estudio Fuentes de vecindad en Valladolid relata lo siguiente: "Ya era conocida en el siglo XVI, pues en 1586 se acordó la necesidad de repararla aduciendo que 'es de muy buena agua y necesaria para la provisión de los vecinos de esta villa'. Fuente muy atendida por el Municipio, se ha venido poniendo mucho interés en que estuviera corriente y con abundante caudal. A ello contribuyeron en buena medida los gremios. En 1625 el Ayuntamiento decidió arreglarla, para lo cual no escatimaría piedra sobrante de otras obras, como la que había en la puerta del Consistorio y en la fuente de la Rinconada. Tal obra se realizó, finalmente, en 1631. Se arregló a conciencia encañando sus aguas, haciendo arcas, alcantarillado y un pilón para las cabalgaduras. Además se la edificó con paredones, antepechos, bolas, enlosado, asientos columnas, mascarón y caño".

Pero ya se ve: de aquellas glorias estas penas. Si bien mantiene aún la fortaleza del material y una arquitectura elegante que con el banco corrido resalta su poderosa función social. Sobre el agua ignoro si sale del manantial tradicional o procede de la red en vigor, pero sigue proporcionando saciedad al caminante sediento.





Y a nuestra vista se despliega un verde más reciente, el del parque hermosamente arbóreo que se ha generado a sus espaldas. Este parque enlaza por una parte con la zona de la ermita de San Isidro, al otro lado de la carretera de Soria, y por la otra parte conecta con el parque Patricia, más propiamente del barrio de Pajarillos. Uno, que es ignorante en materia arbórea, se limita a gozar tanto de la envergadura como de la abundancia de la floresta. Las imágenes que trae el paseante son apenas una aproximación, pero invitan a recorrer los altos de las viejas graveras del páramo de San Isidro, verdaderas terrazas geológicas del Pleistoceno medio de Valladolid hacia el Este.
  






Respecto al tipo de terreno donde está situado el Parque de la Fuente de la Salud encuentro esta información en el libro de David Méndez González y Enrique Serrano Cañadas, titulado Geomorfología urbana de Valladolid y su entorno, editado por el Ayuntamiento: 
 
"El Parque Fuente de la Salud fue una antigua gravera por la que extraían las gravas de la terraza VI. Como se dijo anteriormente las laderas de este nivel de terrazas también están formadas por gravas y no por las facies del Terciario como otras, y de ahí su aprovechamiento minero. También estuvo ocupado por chabolas y más tarde se construyó el parque. La explotación de gravas generó determinadas formas en el terreno bastante peculiares, como restos de terraza en forma de “seta” o grandes piedras que parece que han caído del cielo y por eso lo llaman a un espacio del parque, la Plaza del Meteorito. Estas formas no son más que el resultado de un proceso de excavación antrópica y las grandes piedras que se encuentran sobre las gravas no es más que un encostramiento de material aluvial sobre las gravas. Desde 1992 estas formas se han incorporado al parque urbano rodeadas de jardines y bonitos paseos. Además el acuífero de esta terraza mana agua en una fuente llamada Fuente de La Salud, fuente en la que hubo un asentamiento en 1819 de Los Batallones Franceses, como así lo indica en la placa que hay en la misma". 




















Y para cerrar el tema, ahí va una fotografía de hace más de cincuenta años sobre la Fuente de la Salud, tomada del Archivo Municipal de Valladolid. Al menos es un fiel testimonio de su labor activa.