Valladolid ha sido siempre ciudad hospedera. Se dirá que todas las ciudades y villas lo han sido en mayor o menor medida, pero a poco que se revise la historia pasada lo cierto es que Valladolid ha tenido una trayectoria abundante de posadas, paradores, pensiones, fondas y hoteles en función de los períodos más o menos fecundos de su historia. Ya en una entrada anterior saqué a relucir aquí al Hotel Imperial, con un largo y antiguo legado hospedero, y más en concreto resaltando su patio renacentista tan espléndidamente conservado.
Paseando con calma y alargando la mirada uno descubre aún algunos edificios de buena factura constructiva, provenientes del siglo XIX, que tienen un uso renovado pero que cuentan en su haber con una esencia vinculada a la actividad hotelera. Entre estos hay cuatro, en el corazón de la ciudad, que las nuevas generaciones ignorarán cómo y para qué nacieron, y que la gente mayor que va quedando podrá recordar. Mi intención al traerlos aquí es más fotográfica y, por lo tanto, evocadora con las imágenes, que literaria o historiográfica. Pues para quien desee documentarse hay un espléndido libro de José Miguel Ortega, Cuatro siglos de hospedaje en Valladolid, que proporciona además de información un verdadero recreo al que se puede contribuir con la propia imaginación.
Al final de cada bloque de imágenes de estos hoteles hago figurar una fotografía antigua que da idea de cómo fueron cada uno en el pasado.
Este edificio situado en la intersección de María de Molina con Plaza de Santa Ana, rehabilitado y convertido en viviendas, fue el Hotel Inglaterra. Fundado en 1893, sobre una fonda de 1861 llamada Fonda del Siglo, por unos vascos, los Hermanos Zubillaga, pasó en 1920 a manos de Manuel Rodríguez. Pero con la guerra civil y dado que el nombre del hotel no era precisamente apreciado por el bando vencedor, que estaba alineado con el Eje, pasó a denominarse Hotel Italia, este sí en consonancia con la mentalidad ideológica dominadora. Al perder alemanes e italianos la Guerra Mundial recuperó su nombre primigenio; se ve que ya no se consideraba por parte de las autoridades mantener el nombre de una nación vencida.
Nos desplazamos hasta la calle Teresa Gil, donde, haciendo esquina con San Felipe Neri, encontramos una actual residencia de posgrado de la Universidad, con el título de Reyes Católicos. Es como si quisiera permanecer aún en uso de acogida de transeúntes, pues ya anteriormente, durante los años del franquismo, fue también Colegio Mayor. Pero en su origen fue el Hotel de Francia. Abrió en 1883 por iniciativa de un francés, Pedro Hourcade y Abbadie. Sufrió un avatar semejante al del hotel anterior. Durante la guerra civil se vio obligado a cambiar el nombre. Ni Francia ni Inglaterra eran naciones consideradas favorablemente por el régimen, así que se reencarnó con el nombre de Hotel Fernando e Isabel, si bien a finales de la década de los 40 ya se constituyó en residencia universitaria. En los anales de la hostelería se reseña que fue el hotel más exquisito, con clientela más selecta.
El ágora por excelencia, la Plaza Mayor, mantiene este edificio de empaque superior, situado entre la plaza y las calle Lencería y Ferrari. Pues bien, nació en 1907 para hotel, el Hotel Moderno, de la mano de los empresarios vallisoletanos Santos Rodríguez y Silvestre Motos Blasco. En cuanto a lujo le hacía la competencia al de Francia. Y además tenía un restaurante y un café abiertos al público y no solo a la clientela. Solo ver la disposición de arcadas y la estética de su balconada uno puede soñar en cómo impresionaría a los viajeros de buena posición y a los vallisoletanos comunes que se enorgullecerían de aquella modernidad. Parece ser que además se utilizaron buenos materiales. "El encargo de la obra pedía solidez, y el arquitecto diseñó unos cimientos de mampostería y hormigón, una fachada con piedra granítica de Campaspero, y viguetas de hierro en los pisos", relata José Miguel Ortega en la obra citada. Duró hasta 1965.
En otro de los espacios más transitados de la ciudad, esquina con la calle María de Molina y Doctrinos, se yergue todavía majestuoso un edificio de buena altura y de diseño más contemporáneo. A iniciativa de un grupo de empresarios -Alejandrino Pérez, Francisco Mateo, Teodoro de Uña, Moliner, etc.- vinculados a la industria y el comercio vallisoletanos, se inauguró en 1943 el Hotel Conde Ansúrez, considerado durante varias décadas el más lujoso. Aún lo recordamos muchos, así como al derribado Hostal Florido, otro edificio situado enfrente y no menos estético. Hace un tiempo el histórico edificio Conde Ansúrez pasó a habilitarse para viviendas, oficinas y comercios. Sin perder el nombre del fundador de la ciudad.