Vas, o vuelves, paseante, más allá del paseo y ya relajado tomas en tus manos El casamiento engañoso, una de esas novelas llamadas ejemplares que escribiera un vecino de hace siglos llamado Miguel de Cervantes. Empiezas a leer:
"Salía del Hospital de la Resurrección, que está en Valladolid, fuera de la Puerta del Campo, un soldado que, por servirle su espada de báculo y por la flaqueza de sus piernas y amarillez de su rostro, mostraba bien claro que, aunque no era el tiempo muy caluroso, debía de haber sudado en veinte días todo el humor que quizá granjeó en una hora. Iba haciendo pinitos y dando traspiés, como convaleciente; y, al entrar por la puerta de la ciudad, vio que hacia él venía un su amigo, a quien no había visto en más de seis meses; el cual, santiguándose como si viera alguna mala visión, llegándose a él, le dijo:
-¿Qué es esto, señor alférez Campuzano? ¿Es posible que está vuesa merced en esta tierra? ¡Como quien soy que le hacía en Flandes, antes terciando allá la pica que arrastrando aquí la espada! ¿Qué color, qué flaqueza es ésa?
A lo cual respondió Campuzano:
-A lo si estoy en esta tierra o no, señor licenciado Peralta, el verme en ella le responde; a las demás preguntas no tengo qué decir, sino que salgo de aquel hospital de sudar catorce cargas de bubas que me echó a cuestas una mujer que escogí por mía, que non debiera".
Pero no copio y pego aquí este comienzo jugoso de la novela de Cervantes para hablar de ella sino para mencionar la existencia de un Hospital en Valladolid -aunque hubo varios- que persistió durante tres siglos. El Hospital de la Resurrección estaba situado donde se ubica ahora la manzana ocupada por la Casa Mantilla en la Acera Recoletos con Miguel Íscar. Aunque la superficie se extendería por calles que llegaron después como Marina Escobar, Rastro y Perú. Tanto en la novela citada como en El coloquio de los perros, otra ingeniosa novela en que dos canes, Cipión y Berganza, se traen unas sabrosas conversaciones sobre sus amos y otras circunstancias de su tiempo, es nombrado ese hospital, derribado en 1890, y del que permanece como reliquia la parte superior de la portada. Se trata del lienzo adherido a una medianera en el jardín entrañable de la Casa Museo de Cervantes. En el Plano de Ventura Seco de 1738 se puede observar la ubicación, muy próxima al ramal sur de la Esgueva.
Este trozo de fachada del hospital desaparecido ha sido objeto de una amplia y exhaustiva limpieza y aseguramiento en meses pasados, de ahí que uno hable de resurrección. También la fuente que centra el jardín. Este espacio que bien se merece el calificativo de con encanto está abierto a cualquier transeúnte. No hay que venir con intención de entrar en la Casa Museo ni estar reservado al visitante foráneo. De hecho cualquier viandante que desee hacer un alto en el camino sin necesidad de tener que entrar en un bar, por ejemplo, puede acceder y sentarse un rato en un banco. Le basta bajar unos pocos escalones desde la calle Miguel Íscar o subirlos desde Rastro para relajarse. El tiempo al que vamos suele pedir un parque o un espacio amable como este.
Fotografía de la fachada del Hospital de la Resurrección. Adolfo Eguren la hizo en 1890. Gracias a ella se entiende la ubicación del cuerpo que se conserva hoy en el jardín de la Casa de Cervantes.
El busto del vallisoletano Benigno Vega-Inclán, también conocido como Marqués de la Vega-Inclán, obra de Mariano Benlliure, nos contempla tras el arbusto. Benigno Vega-Inclán fue quien recuperó para el Estado esta Casa de Cervantes, así como la Casa del Greco, en Toledo, y el Museo Romántico, en Madrid. Se le considera promotor del turismo en España en los primeros años del siglo XX.