Si algo característico tienen las esculturas peatonales es la cálida proximidad que transmiten al ciudadano. Hay varias en la ciudad. No subliman a los personajes del pasado o de los mitos como hacía la estatuaria historicista más antigua, colocándolos prepotentes y distantes sobre sus pedestales u hornacinas. La estatuaria a nivel peatonal se acerca y se mezcla con el deambular cotidiano. En algunos casos representando un oficio genérico. En este otro, sin dejar de manifestar una dedicación, deja constancia de un personaje vallisoletano del siglo XX, Miguel Delibes, reconocido tanto por su quehacer periodístico como por la creación literaria. Del oficio periodístico es algo que ya ha quedado sobre todo como recuerdo para los vallisoletanos de décadas pasadas, bastante más difíciles que las presentes. De su entrega a la escritura de novelas Delibes sentó sus reales hace tiempo para lectores de todas las generaciones y a estas alturas poco hay que decir que no se haya vertido sobre su obra, que aún cuenta con devotos y leales lectores.
La escultura pretende trasladar al paseante las características bastante fieles de un personaje en su desplazamiento callejero. No es baladí la ubicación, pues está colocada en uno de los tramos que el escritor realizaría diariamente desde su domicilio al periódico que dirigió en una época (El Norte de Castilla) y con el que siempre mantuvo vinculación. No es tampoco capricho del escultor envolver al personaje en una indumentaria de invierno que puede parecer exagerada para el foráneo pero en absoluto para el natural de esta tierra. El paraguas del hombre previsor y la carpeta bajo el brazo del hombre presto al apunte improvisado definen un afán de hombre que camina y va inmerso en sus pensamientos. Porque Delibes era también un paseante, amante del Campo Grande de toda la vida, aunque creo que esta característica la hemos mantenido, y aún lo hacemos, los que crecimos yendo a pasar los ratos al parque, disfrutando de las cuatro estaciones, unas más recorridas con presura a causa de la crudeza invernal y otras solazándonos y refugiándonos en él de los calores del estío.
La obra fue realizada por Eduardo Cuadrado García (Valladolid, 1947 - Valladolid, 2021), inaugurada en 2020 y se compuso en fibra de vidrio y poliéster con vaciado en bronce. Erigida para conmemorar los cien años del nacimiento del novelista, se sitúa ante la entrada del Paseo del Príncipe del Campo Grande que, como muchos no sabrán, quedaba a las afueras de la ciudad en siglos pasados y fue denominado o bien Campo de la Verdad o bien Campo de Marte. Pero estas denominaciones nos llevarían a otro tema.