No está en el corazón más antiguo de la ciudad, pero sí en una zona muy poblada que late lo suyo y que debe sus comienzos, como toda esta parte de San Andrés o de Las Delicias, al ferrocarril. Ubicado en terreno fronterizo con el barrio de Las Delicias y junto a la Plaza Circular, o si se quiere en el límite del barrio tradicional de San Andrés, el Colegio de San Fernando se yergue con el signo de una arquitectura moderna, a la que no le pesa la edad. Se enmarca en lo que se ha dado en llamar por los entendidos arquitectura racionalista. Parece que su origen vino motivado por la necesidad de escolarización en los barrios, cada vez más populosos, del entorno de la Circular.
Aun con planos de 1932 y diversos proyectos posteriores el edificio del Colegio Público San Fernando no se inauguró hasta 1950. Su diseño, en forma de proa de barco y con limitada altura, lo convierte en visualmente acogedor. Lamento haber hecho las fotos en plenas vacaciones, con lo que la estética de barco parece más bien de acorazado o submarino, con esas persianas bajadas a cal y canto. El arquitecto Joaquín Muro Antón, discípulo de otro arquitecto importante en nuestra ciudad, Antonio Flórez Urdapilleta, autor de La Normal, hoy Colegio García Quintana, ya había realizado otras obras de colegios en los años anteriores. Nombres de centros escolares que nos sonarán a todos: Fernández de Córdoba en La Victoria, Miguel de Cervantes en Las Delicias, Isabel la Católica en San Nicolás, Ponce de León en paralelo al Paseo de Zorrilla. Obras con características muy similares donde domina el ladrillo y que merecerá la pena que el paseante las traiga algún día a este blog.
Pero el Colegio de San Fernando tiene otros aires innovadores. Sin ser un conocedor de la arquitectura escolar, que no es solamente lo que se ve desde fuera, sino toda una estructura interior que seguramente solo los especialistas sabrán desentrañar, ya salta a la vista una forma diferente de sus fachadas. Esa solución de la vuelta de una calle a otra, que ni es esquinada ni en chaflán, sino en semicírculo, adquiere un aire de proa que se antoja amable e impactante. Seguimos viendo en ella una decisión moderna, pues de alguna manera suaviza el encuentro de dos calles y más al estar frente a las vías del tren, ignorándolas...o conversando con ellas. Quién sabe.
Arquitecto Rodrigo Almonacid en el artículo Desde la renovación pedagógica hacia la modernidad arquitectónica. Valladolid como caso paradigmático de la arquitectura escolar pública en españa (1926-1936):
"Muro resuelve la esquina con una solución continua casi expresionista: en vez de crear una fachada plana a modo de chaflán enlaza las dos calles del solar con un trazado curvo cuyo centro se halla sobre la bisectriz del ángulo. Ahora bien, la modernidad de este gesto afecta al volumen completo del edificio docente, pues el torreón no se compone con rasgos verticales academicistas como en la Escuela Normal o en la escuela Isabel la Católica, sino que se genera por estricta superposición de estratos horizontales de idéntica altura renunciando así a convertir la esquina en el lugar de entrada al edificio".
Curiosamente esta arriesgada manera de hacer en aquel tiempo el edificio no la repitió Joaquín Muro, pues aunque los planos venían desde 1932, tengamos en cuenta que el edificio no se levantó por diversas incidencias y la Guerra Civil hasta mucho después, en una nueva etapa de la historia española que no se prestaba a vanguardias ni modernidades.

Calle Asunción y calle Niña Guapa, dos calles del Barrio de San Andrés que desde Labradores convergen en Padre Claret, es decir frente a la fachada del colegio.