martes, 16 de diciembre de 2025

Un neurocientífico en el Museo del Prado. Presentación del libro de Fernando Giráldez en la Fundación Segundo y Santiago Montes

 


A nadie se le oculta que otra manera de pasear, ni opuesta ni sustitutiva de la caminante, es acercarse a los libros y recorrer los territorios que ofrezcan. O bien asistir a charlas ilustrativas que permite complementar las otras maneras de querer saber algo más y sobre todo disfrutar del conocimiento. En este sentido la Fundación Segundo y Santiago Montes me pasa información sobre la presentación de un libro el próximo viernes 19 en su sede a las 20 horas. El título es Un neurocientífico en el Museo del Prado y lo ha escrito Fernando Giráldez, que en su día se doctoró en Medicina en la Universidad de Valladolid, donde también ejerció la docencia, y posteriormente en la Universidad Pompeu Fabra.



Acompañando al autor estarán Santiago Mar Sardaña, físico e investigador en óptica, y el escritor Gustavo Martín Garzo. De Gustavo es precisamente este texto:

"Por algún u otro motivo, todos nos hemos quedado embelesados delante de una obra de arte. Pero ¿qué es lo que provoca tal atracción? ¿Dónde está el secreto que cautiva nuestros sentidos? Fernando Giráldez, neurocientífico, nos guía a través de las grandes obras del Museo del Prado y nos revela cómo los maestros de la pintura han explorado el cerebro para llegar al fondo de la mente humana. Giráldez nos sumerge en la magia con la que estos artistas descubrieron la manera de lograr dos imposibles: representar el espacio y la vitalidad sobre un lienzo que es plano y estático. La visión es algo tan natural a nosotros que nos hace creer que el mundo es tal cual lo vemos, pero realmente está llena de mecanismos profundamente contraintuitivos" 



Ante la curiosidad que al paseante le ha suscitado el tema ha estado indagando por internet y encuentra una charla coloquio francamente apetecible para quien esté interesado en el tema. No me resisto a incorporar aquí el vídeo para quienes no puedan asistir a la presentación de Giráldez, que dado lo que se escucha en él resulta apetitoso para todo amante del arte o diletante en general.





jueves, 11 de diciembre de 2025

Supervivientes de aquellos cines de otro tiempo: Carrión, Roxy, Lafuente, un viaje al pasado

 



Ninguno de ellos es ya cine, pero esa especie de sacralidad laica que exhiben bulle para mantener el testigo, al menos de una arquitectura de otro tiempo. Para los que hemos conocido épocas cinematográficas a tope pasar por delante de los edificios que albergaron el cine Carrión, el cine Roxy o el cine Lafuente es rememorar. Siquiera por un instante. Algunos incluso avanzamos un juego. Aquí vimos cuando éramos pequeños con nuestros padres Guantes grises, por ejemplo. En este otro Los diez mandamientos. En el de más allá, que era de sesión continua, no de estreno como los otros, y más de barrio y por lo tanto más barata su entrada, tal vez Rififí o Atraco perfecto. Entrañables sesiones continuas a las que entrabas a cualquier hora de la tarde, ya empezada la película, y podías continuar sin límite toda la tarde con la compañía ruidosa de las pipas de girasol.

Con nuestro recuerdo de paseantes homenajeamos al espíritu del local que fue, a lo que vimos y vivimos en sus patios de butacas o en sus gallineros, a las ilusiones de un domingo por la tarde en que la gente se evadía de sus problemas cotidianos. Cuando el cine propiciaba cierto diálogo. ¿No se hablaba al día siguiente de la película en los puestos de trabajo o en los recreos de colegio o en el autobús? ¿No se seguían los filmes más taquilleros o deslumbrantes en las colecciones de cromos? Ah, aquella memoria extraordinaria de infancia en que uno podía contar en casa la película de pé a pá con su argumento secuencial, incluidos diálogos y finales felices o dramáticos. 






Aunque aquí sitúo las primeras imágenes en orden de antigüedad inverso, es el de menos empaque -que no de menos intención de tenerlo- el más antiguo. Cinema Lafuente, en calle Mantería, barrio de San Andrés. Cerrado desde hace años. De llamarse Lafuente pasó a llamarse Cines Mantería los últimos años de actividad, porque se habilitó alguna sala más, y supongo que lo gestionarían los cines Renoir de Madrid que lo retitularon así.  

Tuvo sus antecedentes en 1931 cuando se erigió en la calle Panaderos el entrañable Cinema Capitol, de cuyo arquitecto, Ramón Pérez Lozana, dicen que le dio un tono expresionista. Pero de aquel cine solo queda el recuerdo de los vallisoletanos más ancestros y alguna fotografía. Dos hermanos promotores de negocios, José y Emilio de la Fuente, adquirieron un solar en 1932 en la calle Mantería, primero con intenciones de poner una fábrica de zapatos. Pero como vieron que el cine tenía tirón redirigieron la inversión. Resultado: en 1933 se inaugura la sala del Lafuente en una esquina entre Mantería y la actual Agapito y Revilla. Parece ser que estaba de moda entonces situar cines en otras ciudades en esquina para destacarlos. Aquí Pérez Lozana lo orientó por el lado racionalista, estilo del que hay más edificaciones en Valladolid

Copio y pego un texto de Daniel Villalobos Alonso en su documentado trabajo Arquitectura de cines en Valladolid:

"Una segunda consideración sobre el Cine Lafuente por el que no podemos considerarle un cine de barrio, como tampoco en el caso del Cinema Capitol, sino una modesta sala de proyecciones cerca del centro. El lugar estaba dentro de los límites de la ciudad histórica, propicio para el éxito de la empresa, a escasos metros de la localización del primer Corral de Comedias de Valladolid, en plaza de la Cruz Verde, donde a mediados del siglo XVI representaba sus autos el famoso Lope de Rueda, y primer teatro de Valladolid en 1575. La localización estable más antigua de espectáculos en la ciudad renacentista".









El éxito del Cine Lafuente llevó a los mismos hermanos emprendedores a aventurarse con una nueva sala. Se lo encargaron al citado Pérez Lozana y fue inaugurado en 1936. Primero le pusieron un extraño nombre, Cine Tenaful, pero no tardaron en cambiarlo por Cinema Roxy. Supongo que la referencia del nombre vendría porque ya existía desde una década antes en Nueva York el Roxy Theatre y era un nombre muy apetecible, con esos aires transoceánicos, para dar empuje de modernidad al vallisoletano. Y modernidad tenía también  el estilo racionalista que el arquitecto plasmó. Pero mejor transmito lo que Nieves Fernández Villalobos escribe en el Registro DOCOMOMO Ibérico 1925-1975:

"Frente a un interior con tintes Art Decó, los diferentes elementos de fachada tratan de dar un carácter uniforme a la composición, así como un aspecto levemente mecanicista que evoca al mundo del cine. La fachada proyectada tenía solo dos plantas y reflejaba en su organización tripartita la distribución interior. La planta baja, a modo de basamento, se separaba del primer nivel por una marquesina, la cual se mantiene en la fachada del edificio construido. También se respetaba en éste la disposición simétrica y tripartita, si bien se ele vaba en una altura el cuerpo central y se coronaba toda la fachada con un friso de varias impostas que seguían a la superficie en sus distintos pliegues. Con la mirada puesta en arquitectos como Poelzig, Mendelsohn, Mallet Stevens o Le Corbusier, este edificio se apropiaba magistralmente de algunas referencias habituales en el movimiento moderno, como la máquina y la metáfora marítima, para convertirse en uno de los ejemplos paradigmáticos de la arquitectura vallisoletana de los años treinta".

Y tanto que es un edificio que incluso hoy, cuando ya tiene otro uso, sigue llamando la atención en la Calle María de Molina. Ciertamente que aquella acera fue paradigmática durante décadas. Justo al lado tenía el acogedor y moderno café Molinero -pesaroso destino el suyo hoy día, rendido a ser un local de bocatas de una firma de origen madrileño- y a pocos metros el Teatro Lope de Vega, también cine, hoy en rehabilitación. El Roxy, rehabilitado como cine en dos ocasiones, acabó su vida para en 2014 entregarse a un nuevo uso, el de  casino de juego. Cuando paso por delante me coloco en la acera de enfrente y lo contemplo en perspectiva, disfrutando de esa fachada con aires de buque, sus ventanas en ojo de buey, su entrada de marquesina como en el origen, el remate alto de bandas horizontales y los ventanales de vidrieras a los que supongo más visuales desde un interior que hoy no conozco cómo habrá quedado.








Otro ejemplar de exhibición cinematográfica importante fue el Cine Carrión, que cumplió el papel de teatro cuando las temporadas festivas lo exigían. Tan céntrico o más que el Roxy, ya que se ubicó en unos terrenos de los promotores hermanos Carrión, entre Montero Calvo y Alcalleres, al lado prácticamente de la calle Santiago, el eje comercial paradigmático de otros tiempos. Por cierto, qué resonancias árabes contiene el nombre de Alcalleres a donde da el lateral del cine, pues alcalleres era cómo se designaba por otro nombre a los alfareros y olleros y eso nos remite a que por esa zona estuvo ubicada la aljama, el barrio de la comunidad musulmana, allá por el siglo XV. Por cierto, hace escasos años se levantó un nuevo edificio muy cerca, en Claudio Moyano, en cuyos cimientos se hallaron los restos de una mezquita.  

Quien proyectó el edificio también fue el arquitecto Ramón Pérez Lozana, levantado entre 1940 y 1943, y tuvo un toque racionalista sobre plano, a pesar de ser años en que dominaba la estética imperial y triunfalista, quieriendo el arquitecto mantenerse fiel a sus criterios modernos. No obstante el cine/teatro tuvo otra orientación, como bien dice Daniel Villalobos Alonso en su libro sobre arquitectura de cines en Valladolid:

"Las imágenes de esa sala recién inaugurada y la descripción que se hace de su decoración en El Norte de Castilla, señala el resultado estético en absoluto coincidente con lo dibujado en el proyecto. La intervención marcará un retroceso hacia un lenguaje dependiente de un academicismo con resonancias ornamentales de la arquitectura renacentista. Más cercano a los ideales de estética ecléctica. En el resultado final aparecen ciertas referencia a arquitecturas historicistas de la ciudad como la solución de esquina en chapitel introduciendo esgrafiados polícromos en la esquina y en muro de la calle Alcalleres, órdenes clásicos no académicos en la portada, se trasforman los soportes cilíndricos en órdenes dóricos sin éntasis, ornamentaciones con numerosas citas estilísticamente anacrónicas, conjuntamente con elementos de ascendencia racionalista original, como su basamento en bandas ho rizontales, el remate escalonado de la cornisa y paños de ladrillo cara vista. El cambio de intenciones introduciendo estos elementos ornamentales quebró el lenguaje original racionalista, ofreciendo una obra mucho más amable a los gustos populares, aunque estéticamente confusa".

El paseante mantiene más recuerdos de esta sala que de otras. Le parecería más lujosa con aquel escenario y su arco carpanel, los sistemas de iluminación diseñados en la vertical de las paredes como si fueran fuentes emitiendo luz o la amplitud rematada por el piso superior. O acaso su memoria está inmersa en que fue en el Carrión a donde le llevaron sus padres a ver las primeras películas, de las cuales recuerda dos especialmente: Guantes grises y La guerra de los mundos. ¿Cuántos filmes más abdujeron al niño y al joven en el Carrión, el Roxy y el Lafuente a lo largo de su vida, y en todos los demás cines que dieron aliciente y sueños a los vallisoletanos durante décadas? 

Hoy el Carrión se mantiene como espacio de teatro y espectáculos musicales, gracias a lo cual sobrevive afortunadamente el monumento.

 











miércoles, 3 de diciembre de 2025

Aquel muchacho regio de Gante y su heredado prognatismo mandibular, en el Museo de Escultura

 



Siempre me ha llamado la atención este busto. O el personaje que representa, mejor dicho. No invita al diálogo precisamente. La actitud, un tanto ausente. El rostro, nada simpático. La alegría ausente, no obstante representar a un joven culto. La fisionomía, difícil, no contribuye a empatizar. No sé si el personaje en vida sería así, o fue cosa del escultor flamenco, por cierto desconocido, que la labró hacia 1520. Los visitantes pasan ante ella, sin mayores concesiones, como mucho leen el letrero correspondiente y avanzan por la sala que les va a abrir grandes tesoros. Se diría que la obra casi está ahí por error. Que acompaña por inercia a las demás obras renacentistas, siendo ella también una escultura de aquellos comienzos del siglo XVI. Que mantiene su distancia como si el expresado siguiera en su estado de juventud en Gante o en Bruselas. Pero quién sabe. ¿No podría ser, desde su discreta posición, el guardián del arte de las salas del museo? Y sin embargo, yo me paro ante esta herma, contemplo con detalle la imagen, inquiero con respeto al individuo regio que hay detrás de su faz. 

Dicen que comía solo. Que no quería ser objeto de espectáculo verse contemplado en tal tarea -él, que a lo largo de su vida comió tanto y bebió sus considerables dosis cerveceras- para no sentirse incómodo. Al fin y al cabo, su alta posición social omnímoda sobre todos los hombres de sus reinos le permitía decidir sin complejos hasta en los más nimios detalles. A la edad que representa la figura solo hablaría bien el francés y escasamente el castellano. Y eso a pesar de ser hijo de madre castellana y heredero de la corona peninsular. Tampoco se le debía dar bien el flamenco, aun habiendo nacido en Gante, ni el alemán, no obstante converger también en su testa la amplia herencia del Sacro Imperio Romano Germánico. 






Así que el magno hombre está representado en este retrato de caliza cuando iba recibiendo todo sin haber aportado todavía nada. Desde su impecable vestimenta -camisa, jubón, manto real, sombrero aplumado- se permite lucir ya la gran insignia que aquel Duque de Borgoña creara casi un siglo antes, el Toisón de Oro. Probablemente en la fecha supuesta del retrato ya fuese el personaje no solo rey Carlos I de España sino a su vez emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico.

Si se compara esta imagen con otras muy posteriores se diría que no tiene nada que ver...salvo sus características faciales. En esta realeza más sencilla, con sus justos atributos, resalta el defecto congénito que había heredado. La especial característica denominada prognatismo, consistente en que las mandíbulas se encuentran en distino plano. La mandíbula inferior se expande hacia el exterior haciendo que los dientes de ambas mandíbulas no coincidan, y el labio inferior es más grueso y el superior más reducido, lo cual genera no solo una diferencia estética sino problemas importantes para la masticación y la deglución. Naturalmente, en tantos cuadros del Carlos V maduro, guerrero y a caballo, por ejemplo, los pintores reducen esa proyección mandibular, disimulada con la barba.





Las herencias regias podían aportar riquezas y dominios, pero también características defectuosas, principalmente por esa especie de endogamia real que obligaba a establecer matrimonios consanguíneos para garantizar la supervivencia de los Estados, las dinastías y sus intereses. Se suele calificar al prognatismo del emperador Carlos como el prognatismo Habsburgo, pues ya se daba en antecesores imperiales. Pero otros historiadores también citan que dentro de la tradición real castellana ya se habían producido casos. 

Pero para más detalle recurro a un interesante artículo del neurólogo de la Universidad de Salamanca José Ramón Alonso:

"Los Habsburgo son uno de los escasos ejemplos de una herencia mendeliana de características faciales. El retrato del emperador muestra lo que se conoce como la “mandíbula Habsburgo” característica mandíbula prognata (extendida hacia fuera) y un labio inferior grueso y prominente, el “labio Habsburgo”. Otras características faciales típicas de la familia eran una nariz grande y con una prominencia en el centro y una tendencia a un aplanamiento de las áreas malares (la mandíbula superior) 

Eso mismo podemos observar en la maravillosa galería real que custodia el Museo del Prado, donde los retratos de varios reyes Austria en particular Carlos I, Felipe IV y Carlos II nos muestran su peculiar mandíbula saliente. Aunque se transmitía como un rasgo autosómico dominante, los hombres estaban mucho más afectados que las mujeres. Todo ello se observa con claridad en los retratos y esculturas conservados en pinacotecas y museos. El caso más extremo parece ser el de Carlos II, el Hechizado. El prognatismo puede ser una característica fisonómica de nacimiento como en el caso de los Habsburgo o estar causado por un problema hormonal como el gigantismo o la acromegalia o ser debido a un trastorno genético como el síndrome de Crouzon o el síndrome de Gotz-Gorlin. El prognatismo es una extensión o protrusión de la mandíbula inferior que hace que los dientes superiores e inferiores no coincidan adecuadamente.

De esta forma, se genera un desfase entre la superficie de masticación de unos dientes y otros lo que puede generar problemas para hablar, masticar o morder. Se cuenta que en su primer viaje a España, uno de sus súbditos le dijo a Carlos 'Cierre Su Majestad la boca, que las moscas de este país son muy insolentes'. De él se dice que era incapaz de masticar su comida adecuadamente, que sufría de indigestión por tragar los alimentos casi enteros y que normalmente comía solo por la vergüenza que pasaba si se le caía comida de la boca".





Contemplar este retrato de juventud de Carlos y compararlo con los padecmientos físicos que tuvo a lo largo de su vida -no hay que olvidar que falleció con 58 años- da para reflexionar sobre la lucha por mantener el poder, las hegemonías y las riquezas. Probablemente el problema mandibular fuese un condicionante de otros problemas. Además se dice que era muy glotón. Es de suponer que su vida, aun siendo de lo más elevado que cabe uno imaginar en cuanto a estatus de su tiempo, tuviera un alto componente de estrés que diríamos ahora. Repásese la compleja política a la que se dedicó durante su existencia. Yo apenas había oído algo sobre los males que padeció. Pero los médicos Javier Pérez Frías y Ángel Rodríguez Cabezas, del SEMA, en un artículo sobre la patografía (descripción de enfermedades) del Emperador Carlos exponen una lista de patologías que sufrió durante su vida: 

"1. Hipertrofia de adenoides (vegetaciones) 
2. Crisis convulsivas 
3. Cefaleas 
4. Asma (accesos esporádicos) 
5. Hepatitis vírica 
6. Hemorroides 
7. Dispepsia 
8. Presbicia 
9. Prurito 
10. Trastorno depresivo vs melancolía 
11. Necrofilia (interés patológico por la muerte) y otras supersticiones. 
12. Diabetes mellitus tipo 2 
13. Gota con poliartritis atípica (depósito de cristales de urato monosódico en varias articulaciones) 
14. Litiasis renal 
15. Prognatismo (probable única manifestación de acromegalia) 
16. Paludismo"

Saque cada cual sus conclusiones. Eso sí, no pasen de largo ante este Carlos joven cuando visiten el Museo Nacional de Escultura. Paren ante él, y dialoguen. Al fin y al cabo cualquiera de nosotros, plebeyos y siervos, no podríamos haber estado jamás en su presencia en aquel lejano siglo XVI.